Exclusivo Suscriptores

Invirtió $ 800 mil en su camping para recibir a japoneses que no vinieron: «no me enganchan con ningún eclipse más»

La pandemia les impidió a los asiáticos viajar al camping Tunquelén en Ramos Mexía, Línea Sur de Río Negro. Los organizadores habían estado ahí un año atrás y le habían pedido que construyera un salón exclusivo para ellos. Marcelo Veggia cumplió, pero, ahora, sólo espera a un puñado de turistas locales.

A Marcelo Veggia lo salva su humor. Aunque se juró a sí mismo que, la próxima vez que alguien le hable de un eclipse, ni por toda la plata del mundo se pone a organizar nada. “¡A mí ya no me agarran!” rió, resignado. “¿Sabés cómo les digo gracias y cruzo de vereda?” remató. Y volvió a reír con ganas. ¿Pero…cómo pasó este hombre de 58 años a detestar con fuerza éste y todos los eclipses? Muy simple: por pura frustración. Es que Marcelo es dueño de un cámping agreste de 8 hectáreas que iba a ‘despegar’ este lunes, al desbordarse de un público extranjero que, por la pandemia, nunca llegó.

Los organizadores japoneses estuvieron el 14 de diciembre del 2019, exactamente un año antes del eclipse, para chequear las condiciones climáticas.

“¿Vos podés creer que la línea central del eclipse pasará a 400 metros de mi tierra? ¡Por eso había tanto entusiasmo de los extranjeros, que lo investigan todo! Imaginate, interés por mi cámping, que está acá, en Ramos Mexía, un pueblo de la Línea Sur que pocos conocen! Y, de repente, la pandemia todo lo frustró” relató.

“Ahora funcionarios de la Provincia salieron a decir que, sólo para ver el fenómeno, dejarían entrar a extranjeros. ¿Pero quiénes van a venir, si esos gringos planifican todo con meses y hasta años de anticipación? ¡No son como nosotros que ponemos dos remeras en un bolso y nos mandamos!” se lamentó.

Aunque los visitantes serán muchos menos, todo está listo en el camping.

Sus quejas no son infundadas. Es que, antes de que el Coronavirus lo complicara todo, iba a recaudar $1.500.000 tras el evento.
“Alojaría a 400 personas de distintos lugares del mundo. Tendría un contingente japonés, familias provenientes de Alemania y de Canadá, y hasta una pareja de Estados Unidos que había decidido organizar su casamiento en el cámping, mientras se oscurecía el sol” detalló.
“A esa parejita la iba a filmar Canal 10, de Gral. Roca. Además, vendrían unos chicos de Chile. Pero los japoneses eran los más numerosos”.

También probaron delicias de la Línea Sur.

Ahora, las perspectivas son otras. “Con suerte llegarán unas 30 familias. De Viedma, San Antonio, Gral Roca y Bariloche. Ni sé la carne que voy a poner (en la parrilla del cámping, para vender al público), porque no quiero calcular mal y ensartarme” dice, y vuelve a soltar su risa contagiosa.

La palabra “ensartarse” le recuerda todo el merchandising que mandó a fabricar, cuando soñaba con el boom que viviría su alojamiento. “Hice remeras para vender, con el logo del cámping y fotos del eclipse. También 200 prendedores, 150 banderas, y, ya con la pandemia encima, 100 tapabocas. ¡Menos mal que no compré los anteojitos ésos que se usan para no lastimarse la vista, porque los hubiera tenido que usar para soldar!” detalló, entre carcajadas.


Claro que, pese a su humor, vivió momentos de desesperación. Porque en el afán de alojar a todos los que le reservaban amplió en 30 camas la capacidad de las cabañas que posee en su cámping, para que las pudieran usar los que querían pernoctar bajo techo. E invirtió $800.000 en levantar un salón de usos múltiples, por exigencia de los japoneses, que querían un poco más de confort.

El equipo de Tunquelén en tareas de mantenimiento.

“Algo de plata entró por las reservas. Pero fue antes de que se disparara el dólar. Además, cuando me empezaron a consultar por el eclipse yo no tenía experiencia. Lo único que hice fue cobrar tres veces más de lo que cobrábamos usualmente” se sinceró el comerciante.

Cuando la situación mundial se complicó, todo lo convenido comenzó a cancelarse. “Por suerte los únicos que insistieron con recuperar en efectivo el monto reservado fueron los de Chile. Unos chicos que ahorraron porque querían ver el eclipse, y me pidieron especialmente un reintegro de lo que mandaron” recordó el prestador.

“Con los alemanes, por caso, pude convenir que vinieran cuando se acomodara todo. Pero como están tan lejos, que se yo lo que harán” se preguntó.

El acceso al camping en la Línea Sur.

Justamente, esa distancia fue la que hizo que desconfiara de las primeras consultas que le llegaron por el eclipse.

“Es que me empezaron a contactar en 2017. Cuando acá nadie hablaba de este fenómeno. El primero fue un alemán, que me habló por el Messenger de Facebook. No le creí. Pero como insistía le mandé un número de cuenta para que depositara una reserva. Lo hizo y recién ahí lo tomé en serio” recordó.

Con los japoneses le pasó igual. “Eran de una empresa que decía que llevaba a contingentes a ver eclipses. Como ya tenía el antecedente del alemán les contesté lo que me pedían, pero siempre desconfiando. Ésos sí que me sorprendieron. Se aparecieron acá en un autito blanco un día en el que estaba haciendo unos trabajos en el campo con mis hijos. Cuando bajaron casi me caigo de espaldas. Después los hice recorrer el pueblo, y hasta se sacaron fotos con el intendente”.

Los japoneses pidieron un salón de usos múltiples exclusivo para ellos, que Marcelo construyó.

Esos orientales volvieron el 14 de diciembre del año pasado, para cerrar el trato. “Fijáte cómo serán de organizados. Querían ver cómo era el clima y las condiciones del lugar. Por eso la visita fue justo el mismo día en el que, un año después, sería el eclipse” detalló.

Tanto interés extranjero en Ramos Mexía, además, llenó de entusiasmo a todos los pobladores, que vivieron, antes de que el Covid 19 cambiara los planes, una “fiebre” por el eclipse. Hubo reuniones para hacer un listado de posibles alojamientos rurales por si el pueblo colapsaba de turistas, y hasta invitaron a un astrónomo, que les dio un taller y les enseñó a usar un telescopio, con el que durante toda una noche espiaron astros y estrellas.

La gobernadora Arabela Carreras comerá un asado en el camping el lunes.


“Nos duró poco” suspiró Marcelo. Que, como si con todo lo que le pasó no bastara, tiene una nueva complicación. “Es que cerraron el pueblo, que viene sin casos, para evitar contagios. Y a los que quieran ver el eclipse los invitan a usar un predio municipal. Los que me reservaron a mí igual podrán entrar, pero por otro acceso” informó. “En fin… a mí, ya no me agarran… Después de esto, que nadie quiera acampar en mi tierra para ver cómo se apagan la luna o el sol” sentenció.


Comentarios