Jonathan Pryce, el papa argentino

El actor galés que interpreta al papa Francisco en el nuevo filme de Fernando Meirelles explicó qué lo atrajo para protagonizar la película que actualmente se exhibe en varios cines de la zona y que luego pasará a la plataforma de streaming.

“No podía decir que no” al papel del papa Francisco confesó el actor galés Jonathan Pryce, protagonista del filme “Los dos papas”, película de Netflix en la que interpreta a Jorge Bergoglio y aseguró que desde el comienzo de su pontificado le gustó que “hablara como un político”.

Al igual que con otras películas del gigante del streaming que se plantan como fuertes aspirantes en la temporada de premios, el filme dirigido por el brasileño Fernando Meirelles y coprotagonizado por Anthony Hopkins como Benedicto XVI antes de su llegada a la plataforma se puede ver en varios cine de la zona.

“Es una lástima que esté tan pocas semanas en salas de cine, pero es fantástico que pueda ser vista por millones de personas más que si sólo se viera en el cine”, afirmó Pryce en su breve visita a Buenos Aires.

Para el actor británico, que interpretó a Juan Domingo Perón en “Evita” de Alan Parker en 1996, la proyección en Netflix le “genera una sensación igualitaria, porque no importa donde estés, aunque no haya una sala de cine al menos podés verla en tu tele”, aunque aclaró que esperaba que el público “no la vea en el celular”.

“Los dos papas” propone un relato íntimo de lo que terminó por ser un evento inédito en más de siete siglos de la Iglesia Católica: la renuncia voluntaria de un papa y la elección en vida de un sucesor. La dimisión del conservador papa alemán Benedicto XVI, Joseph Ratzinger, en 2013 y la transición de poder hacia el argentino Bergoglio, percibido por la curia en el extremo opuesto ideológico, más conciliador y progresista, marcaría un cambio de época para la institución eclesiástica.

El filme ofrece una especulativa mirada a una serie de encuentros que ambos mantuvieron en 2012, en lo que constituye un cordial choque de miradas sobre la religión, la fe y la vida en general.

Pryce, Minujín y Meirelles en la presentación del filme de Netflix.

“No podía decir que no a este papa. Aún sin ser católico he tenido conciencia acerca de los papas, y este fue el primero que me gustó lo que decía, y no como el líder de la Iglesia, sino como un líder mundial”, dijo Pryce acerca de lo que lo atrajo de la propuesta: “Me gustaba lo que estaba diciendo acerca del medio ambiente, de la crisis de los refugiados, todo. Me gustaba que hablaba como un político”.

Para el actor, el interés de la película está en la dialéctica sobre la que se apoya, ya que la serie de conversaciones entre Benedicto XVI y Bergoglio que van de la ferocidad a la ternura constituyen “un mensaje acerca de la comprensión y la compasión, acerca de construir puentes en vez de muros”.

“De alguna manera es como que mi relación con ‘Tony’ Hopkins refleja la que estos dos hombres tienen en pantalla”, explicó sobre la excelente química con el ya mítico actor ganador del Oscar por “El silencio de los inocentes”, también galés, con quien nunca habían compartido elenco cinematográfico.

“Yo tenía cierta cautela acerca de él, me generaba un poco de nervios, no sabía cómo iba a ser en el set, sabía que me gustaba cómo actuaba, que me caía bien. Y también fue así entre Bergoglio y Benedicto XVI; eran un poco recelosos uno del otro, como dos perros olfateándose. Luego crece una amistad y eso es lo que me pasó también con Tony”, añadió Pryce.

Anthony Hopkins y Jonathan Pryce, los dos papas.

Ambos actores fueron la primera opción de Meirelles y el guionista Anthony McCarten; una extraña pero certera amalgama entre dos personalidades que, según dijo Pryce, el director paulista imaginó como la de “dos músicos colaborando, el jazz (Bergoglio) y la música clásica (Ratzinger)”.

Télam

El hombre que nunca sonríe

El filme de Fernando Meirelles no elude temas escabrosos como el de los abusos sexuales a menores por parte de miembros de la Iglesia o, en particular en el caso de Jorge Bergoglio, su vínculo con altos mandos de la Junta Militar durante la última dictadura y el secuestro y tortura de dos curas jesuitas que por entonces estaban a sus órdenes.

Jonathan Pryce asegura que ese episodio, sobre el que aún hay versiones encontradas, y sus consecuencias marcaron el tránsito de Bergoglio hacia la persona de Francisco y por lo tanto al personaje que a él le tocó interpretar. “Tiene una voz gentil, habla calmadamente, pero también vi un video cuando era interrogado por otros cardenales sobre su posible involucramiento con la Junta Militar, y ahí se ve un lado suyo mucho más oscuro”, recordó: “Enojado, no muy feliz de estar ahí respondiendo esas preguntas, con un gesto severo, tamborileando los dedos con impaciencia”.

“Hablé con un sacerdote acá en Argentina, que fue su subordinado y no lo quería demasiado, que me dijo que cuando se convirtió en papa y estaba en el balcón en El Vaticano no lo reconocía porque estaba sonriendo. Lo llamaban ‘el hombre que nunca sonríe’. Te das cuenta de que hay algo dentro suyo, ya sea culpa o ira, algo que no es lo que ves siempre en el exterior”.

Télam


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