Juicio por jurados: una testigo vio a la imputada en la casa de Mora el día del crimen

El hombre le contó que la acusada le había ido a pedir trabajo, porque debía dos meses de alquiler.

El 10 de julio de 2020 fue el día del crimen de Roque Mora. Apenas un mes antes había fallecido su esposa, el 8 de junio. Durante nueve años, declaró ayer su hija en la primera jornada del juicio por jurados, la cuidaron varias empleadas ya que su mamá estaba postrada. Una de ellas fue Sara Miranda, quien está acusada de haber matado al hombre de 73 años para robarle.

La hija de la víctima lo encontró el sábado 11 de julio muerto en la cama de su casa, en Plottier. Un amigo de su papá la llamó porque le parecía extraño que él no le contestara. Ella llegó a las 10 de la mañana y lo vio en su habitación, la pared manchada con sangre, restos de una botella de cerveza rota: el pico y la base. Describió a la escena como «macabra». Se comunicó con uno de sus hermanos, quien dio aviso a la policía que está a dos cuadras de la vivienda.

Mencionó que el hombre guardaba el dinero de su jubilación y la de su esposa en un patio interno, al que solo se accedía por la habitación. Ella conocía el sitio porque él se lo había contado. Aseguró que su papá trabajó como tesorero del banco provincia, pero que no usaba tarjeta de débito, ni de crédito. Solía retirar su haber completo cuando iba al cajero.

Explicó que no era la primera vez que lo habían asaltado. Que ya anteriormente le robaron dinero, en febrero de 2020, y que lo maniataron. Precisó que su padre tenía dificultades para moverse: no podía correr, ni caminar rápido y que perdía el equilibrio.

Manifestó que conocía a la imputada porque trabajó como cuidadora de su mamá durante un tiempo, entre 2016 y 2017, pero que «era muy faltadora». En marzo de 2020 la volvió a ver, ya que la empleada que tenían en ese momento estaba enferma. La convocaron para un día, le pagaron y ya no supo más de ella.

Señaló que nunca recibieron una queja de ninguna de las trabajadoras y que su papá solía prestarles plata, o adelantarles la paga cuando se lo pedían. «Ahora se dice que mi padre es un monstruo», remarcó. «¿Acá va esta asesina a la casa de un monstruo?», planteó. E insistió: «esta asesina lo torturó a mi padre con el objetivo de robarle la plata».

Sí mencionó que se enteró que su papá estaba en una relación con una de sus cuidadoras. Una de sus amigas se lo advirtió, pero ella ya tenía sospechas. «Veíamos cosas extrañas, mi papá le daba plata para que se fuera en remís», recordó. Al confirmarlo, relató, «la saqué a empujones de mi casa».

Una de las empleadas que declaró ayer también afirmó que el hombre le había ofrecido que salieran porque «estaba solo». Ella lo rechazó. Al día siguiente él le pidió disculpas. «Me pareció rara la propuesta», sostuvo ante el jurado. No se lo comentó a la familia de Mora, pero sí a sus hijos y una señora que había trabajado antes en la casa.

La testigo fue quien se cruzó con Miranda la tarde del crimen. Relató que había ido a llevarle un tupper y darle el pésame al hombre por la muerte de su esposa. Cuando entró a la casa, la imputada salió sin saludarla ni mirarla a los ojos, raudamente. El hombre le contó que esta mujer había ido a pedirle trabajo porque hacía dos meses que no pagaba el alquiler. En ese momento no la conocía, pero en el juicio señaló a la imputada e indicó que había cambiado su aspecto.

El dato

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fueron los testigos que declararon en la primera jornada de juicio: dos de los hijos de la víctima, una exempleada de la familia y un policía.

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