La baja en el consumo de carne

Miguel A Knecht*


Según un informe de la Cámara de la Industria y Comercio de Carnes y Derivados de la República Argentina, en los primeros siete meses del año cayó un 2% la producción de carne vacuna, con una suba del 45% en las exportaciones y un descenso de casi el 11% en las ventas al mercado interno. O sea, existió menor faena, disminución de las compras en carnicerías y se incrementaron notablemente las exportaciones.

En nuestro mercado interno, según fuentes fidedignas de crédito, el tiempo que transcurre entre la compra de la carne y su consumo es menor a un día (23%), entre 1 y 3 días (40%), y más de 3 días (37%). En otras épocas existieron valores que superaban los 90 kg/hab. al año, pero en la última década el consumo rara vez superó los 60 kg/hab., con números cada vez más bajos, como los 57,1 kg de 2010, 58,6 kg en 2015 y 55,3 kg en 2017 p/hab.

Según un trabajo de investigación de la Red de Seguridad Alimentaria del Conicet se trató de identificar los hábitos de consumo de carne bovina en nuestro país.

Entre los resultados de la encuesta, se destacó que el 97% de los consultados consume cortes de carne bovina, 57% en hamburguesas y 66% carne picada. La mayoría de las hamburguesas se consume en restaurantes (67%), y las compras se hacen normalmente en carnicerías (69%) y supermercados (28%). También se sabe que un 76% aproximadamente de los argentinos aún consume carne de vaca entre 2 y 5 veces por semana.

Los frigoríficos deberían implementar políticas alternativas de consumo de alto impacto, promoviendo opciones viables y prácticas para generar mayor actividad e intensidad en el mercado interno

Aunque estos valores son relativos y no pueden transferirse a la Patagonia, ya que en nuestra región el acceso a los productos cárneos resulta más costoso. Nuestro país siempre ponderó la capacidad del mercado interno, incluso se conocía que Argentina dejaba tan solo un 20% de saldo exportable, pero los abultados precios internos de la carne indican alteraciones en dicho porcentaje. Dentro de este contexto, se considera que los frigoríficos deberían implementar políticas alternativas de consumo de alto impacto, no solamente dirigidas a la rentabilidad económica -mediante el incremento de las exportaciones- sino a la promoción de opciones viables y prácticas para generar mayor actividad e intensidad en el mercado interno. ¿De qué forma los frigoríficos podrían lograrlo?

Muy sencillo, prorrateando valores extraídos de los elevados costos utilitarios percibidos en concepto de las ganancias obtenidas por las exportaciones donde cada envío al exterior les reporta exorbitantes ganancias, más la disminución cuantitativa y progresiva de los cortes populares. De esta manera, las personas de menores recursos podrán, antes “que el ojo del amo engorde el ganado”, acceder al producto, anticipándose de este modo a los iluminados que se quieren apropiar de lo ajeno, aduciendo que lo que le pertenece al campo nos pertenece a todos.

Ahora bien, ¿será tan complejo disminuir el valor de los cortes populares e incrementar los cortes finos dentro del mercado interno?

Con el pretexto a su favor de generar cientos de fuentes de trabajo, los frigoríficos veladamente cobijan esa justificación ante los precios excesivos e inaccesibles para los consumidores patagónicos.

Nosotros somos protagonistas involuntarios del deseo permanente de lograr una competencia sana y saludable entre “los elefantes” (frigoríficos) en el abastecimiento a las carnicerías, competencia de precios que nunca arriba, ni tampoco nunca llegará al sur del país.

*Docente, exconcejal por el PJ, fundador y 1º Presidente de la Asociación de Defensa del Consumidor de Viedma.


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