La bella y misteriosa Cruz del Sur

En esta oportunidad el escritor oriundo de Valcheta, Jorge Castañeda, nos trae un relato sobre la constelación de la Cruz del Sur, a quien numerosos referentes artísticos hicieron referencia en sus composiciones.

Nadie la había visto sino “la primera gente”. La Cruz del Sur es la constelación más hermosa y llamativa de nuestro hemisferio, presente en todas las leyendas y glosada por poetas y cronistas.


Según los tehuelches hacen muchísimos años los hombres estaban cazando con boleadoras persiguiendo a un gran avestruz macho que era muy arisco y muy veloz.

Los hombres lo fueron cercando arrojándole flecas y boleadoras pero todo fue en vano, no lo pudieron alcanzar.

Dicen que había dejado de llover y que “sobre el filo de la meseta, hacia donde se dirigía el ñandú, el sol había pintado un hermoso arco iris. El más resistente y ligero de los cazadores, se acercó bastante. Pero el ñandú astuto, sabiéndose acorralado en el borde del abismo, giró bruscamente y, como si se lanzara al vacío, apoyó una de sus patas sobre el arco iris que surgía justamente desde allí. Y empezó a trepar por ese camino de colores con sus largas y elásticas zancadas. El cazador quedó azorado. Pero se recuperó rápido y lanzó su boleadora de tres bolas en un último y desesperado intento por atraparlo. El viejo ñandú hizo un paso al costado y las boleadoras pasaron de largo. Así escapó para siempre de sus perseguidores quienes, al volver esa noche tuvieron que soportar las burlas de todo el campamento. Nadie les creyó la fantástica huida del ñandú por el camino del arco iris. Cuando cayó la noche el cielo les dio la razón, porque vieron brillar varias nuevas estrellas”.

“Dicen que una de las huellas que el ñandú dejó en su carrera sobre el arco iris quedó para siempre grabada en el cielo, dibujada con cuatro estrellas. Esta constelación no es otra que la Cruz del Sur, el inevitable punto de referencia de todos los caminantes y marinos del hemisferio austral”.


El gran Dante Alighieri vislumbra con prodigiosa intuición esa constelación que entonces se desconocía. En “La divina comedia”, en el Purgatorio, escribe el siguiente texto: “Me volví hacia la derecha, y vi las cuatro estrellas, que nadie vio excepto por la primera gente. Gozar parecía el cielo de sus flamas: ¡Oh, septentrional viudo sitio, pues privado estas de verlas”.

En una carta muy antigua, escrita sobre pergamino por el joven miembro de una influyente familia florentina llamado Andrea Corsali la describe como “tan bella que ningún otro signo occidental puede comparársele”. Y esto en el año 1487 y está dirigida nada más ni menos que a Giuliano de Medici.

Pablo Neruda, poeta de Chile, le dedicó una de sus hermosas odas elementales. La repasamos a continuación:

“Hoy 14 de abril, / viento/ en la costa,/ noche/ y viento/ noche/ sombría/ y viento, / se conmovió la sombra,/ se enarboló/ el ciprés de las estrellas,/ las hojas de la noche/ volcaron/ polvo muerto/ en el espacio/ y todo quedó limpio/ y tembloroso. Árbol/ de espadas/ frías/ fue la sombra/ estrellada,/ copa/ del universo,/ cosecha de platino, / todo ardía/ en las altas/ soledades marinas, / en Isla Negra/ andando del brazo/ de mi amada, / y ella entonces/ levantó un brazo apenas/ sumergido/ en las sombras/ y como un rayo de ámbar/ dirigido/ desde la tierra al cielo/ me mostró/ cuatro estrellas: / la Cruz del Sur inmóvil/ sobre nuestras cabezas. En un instante/ se apagaron todos/ los ojos/ de la noche/ y sólo vi clavadas/ al cielo solitario/ cuatro rosas azules/ cuatro piedras heladas, / Y le dije, tomando/ mi lira< de poeta/ frente al viento oceánico/ entre las dentelladas/ de la ola/ Cruz< del Sur, / olvidado navío de mi patria/ prendedor/ sobre el pecho/ de la noche turgente/ constelación marina/ luz de las casas pobres/ lámpara errante/ rombo de lluvia y terciopelo/ tijera de la altura/ mariposa/ posa tus cuatro labios/ en mi frente/ y llévame/ en tu nocturno sueño/ y travesía/ a las islas del cielo/ a las vertientes/ del agua de la noche/ a la roca magnética/ madre de las estrellas/ al tumulto/ del sol/ al viejo carro/ de la aurora/ cubierto de limones. Y no me respondió/ la Cruz del Sur: / siguió, siguió viajando barrida/ por el viento. Dejé la lira entonces/ a un lado, / en el camino/ y abracé a mi amada/ y al acercar mis ojos/ a sus ojos/ vi en ellos/ en su cielo/ cuatro puntas/ de diamante encendido. La noche y su navío/ en su amor/ palpitaban/ y besé una por una/ sus estrellas”.


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