La Berlinale, en un día de dilemas morales

La carrera por el Oso de Oro comenzó ayer con un marcado acento político traducido en dilemas morales: por un lado, el de Matt Damon como comercial de un gigante energético en «La tierra prometida» y, por otro, el de un sacerdote que ya no es capaz de reprimir sus impulsos sexuales en “In the Name of”. En su cuarta colaboración con el cineasta Gus Van Sant –un fructífero tándem sellado con “Good Will Hunting”–, Damon protagoniza, escribe y produce un filme que busca sacudir conciencias abogando por el derecho de las personas a ser escuchadas. “En realidad, lo que quería hacer era una película sobre la identidad estadounidense, sobre cómo tomamos las decisiones y si lo hacemos pensando en la gente a la que más afectan”, dijo un Damon que eclipsó al director durante la abarrotada rueda de prensa. Para ello aborda el espinoso tema de la fractura hidráulica, una técnica –conocida en inglés como “fracking”– que permite la extracción de gas del subsuelo, pero no sin ciertos riesgos para el medio ambiente. Damon da vida al joven y exitoso comercial Steve, encargado de convencer a los habitantes de una pequeña localidad agrícola para que cedan los derechos de explotación de sus tierras a cambio de un buen dinero Lo acompaña en su tarea la musa de los hermanos Coen, Francis McDormand (“Fargo”), con cuya ayuda tendrá que enfrentarse al gran rival de la compañía: un ecologista encarnado por John Krasinski (“The Office”), que cofirma el guión. Aunque «La tierra prometida» funciona como relato y gana ritmo gracias a pequeños toques de humor, no terminó de convencer debido a sus obvias buenas intenciones (hay algunos aspectos poco sutiles, empezando con que el activista que irrumpe en escena se apellida Noble). A medida que avanza la narración, Steve se siente cada vez más identificado con la gente de esta pequeña y humilde ciudad donde todos se conocen y, si pueden, se echan una mano. Y poco a poco, va creciendo en él un dilema moral sobre si realmente el negocio que les está vendiendo es tan bueno como él pretende pintarlo. Sabedor de que es una de esas películas que se critican antes de estar terminadas, Damon reivindicó un proyecto del que dijo estar orgulloso, y con el que también se habría puesto tras las cámaras si no hubiera sido por problemas de agenda. Mucho más unánime fue, sin embargo, la celebración a la otra protagonista del día, el conmovedor drama “In the Name of”. La cineasta polaca Matgoska Szumowska retrata con notable delicadeza el conflicto interior de un hombre cuya fe se tambalea a medida que se afianzan sus pulsiones sexuales. En la católica Polonia de Juan Pablo II, el padre Adam (Andrzej Chyra) se hace cargo de una pequeña y remota parroquia, donde intenta ayudar a un grupo de niños con problemas. Pero pronto, se ve asaltado por una atracción imparable hacia un joven del pueblo y entre los lugareños se disparan las sospechas. Szumowska, que ya se alzó con el Premio Especial del Jurado en Locarno por “33 Scenes from Live”, hizo hincapié en que su intención no es la de tomar una posición política ni dar lecciones, sino la de entender al sacerdote sin juzgarlo. Con todo, no dudó en criticar la posición de la Iglesia católica respecto a la homosexualidad: “Creo que tiene una tradición equivocada. Quizá no quieran cambiarla o no puedan, pero no encaja con la sociedad moderna”, declaró la cineasta. (DPA)


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