La bicicleta invade Asia

MARCELO ANTONIO ANGRIMAN (*)

Hay cosas que, si uno no hace ya mismo, tal vez no pueda hacer en la vida”. La frase del filme “Island Etude”, que describe la historia de un joven que recorre en bicicleta la isla de Taiwán, tuvo un particular impacto en un espectador de 73 años de edad. Se trata de King Liu, fundador de la empresa Giant, quien a partir de dicho mensaje revelador comenzó a pedalear hasta llegar en la actualidad a realizar 40 kilómetros diarios de ejercicio matutino. No lo hizo por una estrategia de marketing, menos aún por necesidades económicas. Giant Manufacturing Company produjo 6,3 millones de bicicletas el año pasado e ingresos por 1.800 millones de dólares. Números suficientemente elocuentes para mantener ocupada a una persona en otras cuestiones. Sin embargo este hombre, de fuertes convicciones, se ha propuesto hacer de Taiwán una capital del ciclismo. Está convencido de que, con su ejemplo, puede contribuir a reducir la contaminación ambiental, fomentar la vida saludable y colaborar con que las ciudades funcionen mejor. Es por ello que en el 2007, emulando al personaje de la película, realizó 925 kilómetros a lo largo de su país en tan sólo quince días y, cuando en poco tiempo cumpla 80 años, pretende repetir su hazaña. Liu se ha convertido en un verdadero estímulo para gente de diferentes edades, sobre todo ancianos que ven ahora en el ciclismo una actividad que les permite disminuir el riesgo a enfermedades cardiovasculares, fortalecer el sistema inmunológico, disfrutar del entorno natural y rejuvenecer mentalmente. El movimiento lineal del pedaleo, sin giros ni torsiones agresivas en las articulaciones, permite la práctica a personas que sufren de artrosis o que han padecido lesiones impeditivas de otro tipo de actividad. El caso de King Liu revela de manera notable cómo el arte puede gravitar sobre la actitud individual, con impredecibles efectos sociales. El fabricante taiwanés sabe bien que la clave para explotar todo el potencial que la bicicleta tiene es crear un sistema de transporte amigable. Esto significa proporcionar rutas específicas para las bicicletas y carriles separados del tráfico automovilístico, todas ellas diseñadas tanto para servir a los ciclistas urbanos pero también para el uso recreativo de la bicicleta, complementándolo con lugares para el estacionamiento. Es por ello que en Taiwán, según da cuenta el “The New York Times” (Austin Ramzy, “Clarín”, 5/10/13), han aumentado las sendas para ciclistas y en las dos ciudades más importantes de la isla, Taipei y Kaohsiung, se han creado programas para compartir bicicletas. La realidad asiática Las bicicletas facilitan la movilidad, a la vez que reducen la congestión del tráfico y la superficie de terreno pavimentado. En el espacio vial utilizado por un coche pueden ubicarse seis bicicletas. Cuando se trata del estacionamiento, la ventaja es aún mayor, ya que veinte bicicletas caben en el espacio necesario para estacionar un auto. Cuando tratamos el tema de: “La bicicleta y la evolución cultural del pueblo holandés” (“Río Negro”, 9/8/13), pudimos observar cómo este medio de movilidad es producto de una larga sucesión de acontecimientos sociales. Si bien la bicicleta es un invento occidental y se conoce en Asia desde el siglo XIX, la historia de la irrupción masiva en las principales urbes del continente es mucho más reciente. La misma data de la última década del 70, cuando comenzó a ser una suerte de taller de partes por su mano de obra barata hasta convertirse en el día de hoy en el gran fabricante mundial del producto terminado. Seguramente la utilización de la bicicleta en Asia no ha de ser ni lo ordenada ni lo impoluta que es en los Países Bajos, pero sorprende por sus números. Así hoy se estima que en China se ha llegado a una cifra de entre 470 y 570 millones de bicicletas, un verdadero récord en la historia de la movilidad. Beijing, con una población de 12 millones de personas, cuenta con 10 millones de bicicletas. A pesar de estos datos optimistas, su producción está padeciendo un descenso ante el claro influjo occidental que concibe el auto como ícono del bienestar. Por su parte, Japón ha hecho un esfuerzo para integrar las bicicletas y los servicios ferroviarios de cercanías, proporcionando aparcamiento de bicicletas en las estaciones de tren. Dichos medios son sumamente utilizados para que los trabajadores concurran rápidamente a sus ocupaciones cotidianas. Vietnam tampoco ha sido indiferente al uso de la bicicleta y ha avanzado no sólo en la seguridad del ciclista sino también en proteger al vehículo de robos. Para ello ha implementado una tarjeta SIM para que el eventual damnificado mande una notificación al smartphone del usuario, con la que puede localizarla inmediatamente a través de la aplicación de geolocalización instalada en su móvil. El deporte profesional, como medio propagandístico, no ha escapado a la atenta mirada asiática. Las grandes fábricas del continente financian cada vez más los equipos del UCI World Tour En la pelea por ser la bicicleta de los mejores ciclistas, Asia, un continente con apenas ciclismo profesional, con sus grandes firmas Giant (con fábricas en Taiwán, China y Holanda) y Mérida (con asentamientos fabriles en China y Taiwán) hoy les pisa los talones a empresas tradicionales como Pinarello, Trek, Focus o Bianchi. La bicicleta nos espera Cuesta escuchar hablar de realidades como las expuestas sin efectuar una transpolación a nuestro medio. Cualquier mortal que viva en estas pampas, ya sea en las grandes ciudades y hasta en los pueblos del interior, advertirá el crecimiento exponencial que ha experimentado el parque automotor en los últimos años. A nadie puede ya resultar ajenas las enormes dificultades para estacionar, cruzar puentes y la difícil convivencia que existe entre quienes conducen colectivos, camionetas, coches, motos y bicicletas. Las escasas posibilidades de inversión han fomentado la adquisición de autos, con la consecuente disminución de espacio, generando no sólo dificultades de traslado sino también de contaminación e índices preocupantes de sedentarismo. Es hora, señores gobernantes, de pensar que cada nuevo camino troncal deba incluir una ciclovía que lo acompañe, de generar espacios de aparcamiento seguros, de estimular el uso de la bicicleta e incentivar a los comerciantes a la colocación de bicicleteros. Que cada ciudad tenga al menos una ciclovía que atraviese su trazado de norte a sur y de este a oeste, en un ámbito seguro tanto para el ciclista como para sus bienes. Puede parecer una quimera, pero Argentina tiene una gran ventaja práctica y es que la mayor parte de su territorio es llano. Adolece en cambio de una cultura ciclística y de un convencimiento político, fundamental para este tipo de cambios. Tal vez la bicicleta no sea la madre de las soluciones, pero seguramente ayudará a drenar parte del desmadrado tráfico y, ante todo, a generarle un enorme bien a quien la utilice. La bicicleta nos espera. Como a Liu, cada mañana, a sus ochenta años de edad. (*) Abogado. Profesor nacional de Educación Física. marceloangriman@ciudad.com.ar


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