La ciencia rescata la historia de los primeros pulperos de las costas patagónicas

Investigadoras en biología y antropología del Centro Nacional Patagónico del Conicet y de una unidad de investigación con sede en París reconstruyeron a través de testimonios y documentos históricos la práctica de los pulperos en la costa de Río Negro y Chubut

El oficio de los recolectores costeros de pulpos o “pulperos”, que hacen sus capturas en las playas del Golfo San Matías, en Río Negro, y en las costas de la provincia de Chubut, fue investigado por una experta del Centro Nacional Patagónico (Cenpat), que depende del Conicet, y por la referente de una unidad de investigación con sede en París llamada Patrimoines locaux, Environnement et Globalisation (Paloc).

La investigación se extendió por 5 años y dio lugar a un ensayo, que se publicó, inicialmente, en el medio digital la ‘Nación Trabajadora’ . Ser pulpero es una actividad que se remonta a una actividad similar a la que se desarrolla en la zona de Vigo, en España. Realizaron esa reconstrucción en base a testimonios de numerosos pescadores y pulperos, que son quienes mantienen vivo ese método, mediante la transmisión directa de sus conocimientos.

El ensayo fue realizado por Ana Cinti (Conicet), que es licenciada en ciencias biológicas, y por Francesca Marín (Paloc), que es antropóloga social. De la investigación participó un equipo de investigación de Conicet interdisciplinario, integrado por los historiadores Julio Vezub y Matías Chávez, el geógrafo ambiental Gerardo Bocco, que pertenece a la Universidad Nacional Autónoma de México (Unam), y la bióloga Constanza Santa Ana. Al estudiar el tema en profundidad, destacaron lo amigable del método de extracción con el ambiente, aunque han documentado las difíciles condiciones de vida de los trabajadores que han sido pulperos.

¿Pero en qué consiste “pulpear”? La licenciada Cinti lo explicó a RIO NEGRO:“Es recolectar los pulpos –los de la variedad tehuelche en Río Negro y los colorados, en Chubut- que se refugian en las rocas, que quedan al descubierto cuando baja la marea. Los capturan usando un gancho o ‘suncho’, que construyen de forma manual, y es un elemento de metal con la punta doblada, que insertan para enganchar a sus presas”.

En mareas bajas, una amplia franja costera, el intermareal se descubre durante unas pocas horas. “Los pulperos trabajan en ese momento, por eso prestan gran atención a los horarios, revisando las tablas de mareas. También están pendientes de los vientos, cuya dirección e intensidad puede hacer que el mar baje o suba más -o menos- de lo esperado, y de la luz natural, para poder observar los signos del ambiente que indican la presencia del pulpo. La combinación de estos factores determina el momento adecuado para ‘entrar a la marea’ (es decir, caminar por el intermareal) y el momento en que hay que volver a casa”, detalló la científica.

La investigación determinó que el método de extracción comenzó en la década de 1920, en las costas del Golfo San Matías. “Los testimonios nos indican que fue Valentín Galdo quien introdujo la actividad. Era un pescador de San Antonio Oeste, hijo de un inmigrante gallego, que habría replicado lo que se hacía en la ría de Vigo, en su país natal” apuntó Cinti.

Sin embargo, los Galdo no realizaron las capturas sino que se convirtieron en “acarreadores” de grupos de personas, a veces de familias enteras, que, una vez aprendida la técnica de pulpeo, eran llevadas a zonas costeras donde acampaban durante los meses de verano.

“Ellos organizaban la operatoria y se proveían de víveres esenciales, a cambio de ser los únicos compradores del pulpo extraído. Hicieron eso durante aproximadamente 50 años, a lo largo de un tramo de huella costera que primero fue rastrillada indígena y desde fines del siglo XVIII un Camino Real que unía el pueblo de Carmen de Patagones con la Península de Valdés, durante la época colonial”, contó.

Actualmente, ese tramo de camino entre SAO/Las Grutas y Puerto Lobos (180 kilómetros por la costa) recibe el nombre de Camino de los Pulperos, y es donde el auge de la pulpeada tuvo lugar. Los registros orales acerca de esa época sugieren que hubo hasta 40 o 50 campamentos” relató la profesional.

Hubo otros acarreadores, de apellido Saavedra, Rimole, Ugle, Sarmiento, Díaz, Mampelli, Castellano y Lavalle, entre otros. Pero los Galdo mantuvieron el dominio, y luego establecieron una planta pesquera, que durante años fue la más importante de la zona.

Hoy, bajo otras condiciones, la actividad se sigue realizando. “El acarreo se da a otro nivel, hay personas que ponen el vehículo para llevar a los pulperos a las zonas de pulpeada y les pagan con parte de sus capturas. Hay quienes siguen comprando para re vender, y están aquellos que extraen y venden lo que capturan” dijo Cinti.

“Lo positivo es que es un método de extracción distinto, de bajo impacto. Pero que se desarrolla en condiciones de mucho sacrificio, y es de muy baja remuneración”, señaló la licenciada. En el pasado, la temporada de pulpo se desarrollaba entre los meses de diciembre y marzo, en pleno verano.

Allí se trasladaban los grupos de pulperos hacia la costa, para seguir el ritmo de las mareas y no desaprovechar ni un solo día de actividad. El auge de esta dinámica se dio en las décadas de 1950 y 1960. “Vivían cuatro meses de corrido en la costa, en el intenso calor de la estepa arbustiva (sin sombra) y prácticamente sin fuente natural de agua dulce, sólo algún jagüel (pozo) que sabían detectar al observar la vegetación de la zona. Dependían casi por completo de los víveres esenciales que les proveían los acarreadores, como agua, cordero, fruta, aceite, bebida y pan. Para dormir, construían refugios llamados ramadas o enramadas, montados con vegetación arbustiva.

Cómo se organizaban los pulperos en el pasado

Durante el siglo pasado, las personas que hacían la práctica de pulperos en la costa actual de Río Negro y Chubut usaban la escasa madera leñosa (de fume, chañar o molle) para armar la estructura donde acampaban.

Las científicas que reconstruyeron la historia y sus prácticas recabaron testimonios de los propios pulperos, que recordaron esas faenas. Por ejemplo, una mujer de San Antonio, de apellido Victorica, recordó que “el trabajo era ése y duraba una temporada nomás, y después había que traer plata. Antes la plata duraba más porque era más barato, pero nos alcanzaba para subsistir nomás. Nosotros después trabajábamos en la fábrica (pesquera, de los Galdo), en los mejillones, en la vieyra”.

Un relato distinto es el de los acarreadores, encargados de coordinar esa logística. Según detalló uno de los integrantes de la familia Galdo: “El acarreo se hacía diariamente. Salían a la madrugada mi tío y mi papá con dos Mercedes. Pasaban por (el campo) “La Bombilla” y ahí levantaban la carne. Ya les tenían carneados 40-50 animales. Y llevaban agua también. Luego, pasaban por los puestos (de los pulperos) dejando víveres y levantando pulpo. Imagínate que tenías 50 puestos. Por camión traían entre 5 y 8 toneladas de pulpo por pasada (esa cantidad era capturada en aproximadamente dos jornadas de recolección por la gente instalada en los puestos). Las buenas pulperas te sacaban 40 kg por marea. Hubo mejores pulperas que pulperos” destacó el hombre.

Las mujeres también cumplían un rol clave. “Las mujeres pulpeaban estando al cuidado de sus bebés y niños pequeños, y hasta embarazadas. Algunas llegaron a parir en la costa del mar. Cándida Vargas, perteneciente a una familia numerosa de pulperos y pulperas de San Antonio Oeste y Península Valdés, nació en 1956 en una enramada (campamento montado por los pulperos) en Punta Colorada, a unos 7 kilómetros al Sur de la actual localidad turística de ‘Playas Doradas’, en Sierra Grande.


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