La Conchilla: el hit playero del verano a 65 km de Las Grutas
Como en la famosa canción de Luis Miguel, “de pronto, flash...” pero en vez de la chica del bikini azul te sorprende la seducción blanca y radiante de este balneario a la vera de la ruta 3 que conduce a Puerto San Antonio Este. Un paraíso que debemos preservar: no pises los caracoles con el auto ni te los lleves, pero no olvides tu basura.
A 65 km de Las Grutas por ruta 3, antes de ingresar al Puerto San Antonio Este, nos espera una playa única. Y no se trata de Punta Perdices, que este verano se popularizó y todos llaman el “caribe de La Patagonia”. Es La Conchilla, un balneario que, blanco y radiante, aparece como un espejismo al sortear una curva, y, por eso, tiene el encanto del factor sorpresa.
Es que se ve así, de pronto, tras recorrer kilómetros marcados por el hastío del desierto patagónico. Aparece al doblar, cuándo nadie pareciera recordar adonde llevaba el camino. Entonces, el mar nos refresca la vista, mientras la costa deslumbra con esa blancura imposible. Como en el hit playero de Luís Miguel, “de pronto, flash…el balneario La Conchilla”, sustituyendo a la chica del bikini azul de la canción. Pero igualándola en seducción. Porque los que lleguen con la vista acostumbrada a otros mares, menos abiertos e imponentes, no darán crédito a sus ojos. Y de aquí se llevarán una postal que recordarán siempre. La de sentirse chiquitos ante la inmensidad del agua, que se agiganta hasta ocuparlo todo
Pero no sólo el mar es especial. La arena, dorada y densa, está cubierta por miles de caracoles, que, erosionados por el sol y por el viento, fueron blanqueándose hasta quedar de ese color que asombra desde lejos.
En realidad, son valvas de moluscos, y, entre ellos, abundan los caparazones de las almejas típicas de esta zona. Aquí se las conoce como almejas púpuras, pero “amiantis purpurata” es su nombre científico. Otra vez, el color es el protagonista de ese detalle. Porque esa especie es de un violeta intenso, que va mutando hasta adquirir toda la paleta de los rosados.
Al caminar, se distingue a las conchillas menos erosionadas porque tienen esos tonos, que van del violáceo al rosado más leve. Un estímulo para la vista.
Pero el oído también quedará estimulado al tomar contacto con esa capa crujiente que cubre la costa. Al caminar, esos fragmentos suenan como cristales rompiéndose, y, los que están más cerca del agua, crean una melodía única. Porque las olas los levantan al llegar a la orilla, y, al descender, provocan un sonido indescriptible. Es cristalino y vibrante, como el que uno imaginaría que producen las arpas que en las escenas de algunos cuadros pulsan los ángeles.
La enorme extensión que tiene la costa es otro factor distintivo. Además, debido a esto, siempre existe playa disponible, independientemente de que la pleamar esté registrándose. Además, debido a su naturaleza agreste, es normal que, a simple vista, un animalito de los que tienen su hábitat en el Golfo San Matías se muestre sin timidez.
Por eso es usual ver que los grupos de turistas señalen un punto en el agua. Puede tratarse de un lobito, un pingüino, o de alguna especie de delfín. Lo cierto es que, sea cual fuere, siempre habrá espectáculo asegurado, porque, por un rato, seguir a la distancia los movimientos de ese personaje será el mejor plan.
Los que adoren los sabores del mar serán otros de los que estarán encantados. Es que a lo largo de estas playas existen dos paradores que tienen en sus cartas delicias basadas en la pesca del día, y variedad de mariscos. Lo mismo ocurre con los restaurantes y las ofertas vigentes en balnearios ubicados al ingresar a la villa pesquera. Como para agendar, y darse un gustito antes, durante o después de la visita a la zona.
Si la pesca es la afición de algunos de los que se acerquen, también podrán sacarse las ganas de dar con algo especial, ya que los tiburones o “cazones”, como se los conoce acá, son la especie estrella del lugar. Por eso muchos fanáticos de los buenos piques vienen desde otros puntos sólo para capturarlos. La selfie junto al “tiburón” que se rindió y picó es una de las clásicas fotos que se ven de este balneario.
Como La Conchilla está a la vera de la ruta que conduce al Puerto San Antonio Este, irse sin visitar la aldea pesquera es una picardía. Hay mucho para ver. Si se eligen las playas que se extienden a ambos lados del muelle que concesiona la firma Patagonia Norte, desde ahí se podrá apreciar la actividad de carga y descarga de los buques mercantes.
Ocurre que la temporada de exportación está en marcha, y desde esa terminal salen los barcos cargados con la fruta que llega desde el Alto Valle de la Provincia. Además, se puede conocer Punta Villarino, donde existen playas de arena y un apostadero de lobos marinos.
También se puede ir a Punta Perdices, la playa que se popularizó durante esta temporada. Sin embargo, para que estos lugares no pierdan su encanto, lo ideal al recorrerlos es respetar la naturaleza y ser cuidadoso de ese entorno que perdería su brillo si no se preservara.
Ocurre que esta temporada con la popularización de estas playas, comenzaron a evidenciarse los problemas que suelen tener los balnearios masivos: presencia de basura, autos estacionados en lugares inhabilitados para circular.
Por eso lo importante para que estos puntos no pierdan su magia es ser amigable y respetuoso con la naturaleza.
Por ejemplo, esto implica no llevarse ni especies marinas ni ningún resto fósil como caracoles, pero sí tu basura.
Las playas de La Conchilla se extienden al costado de la ruta 3, a poco de ingresar al Puerto San Antonio Este, por eso visitarlas es una excusa para recorrer otros puntos de la aldea pesquera, que se caracteriza por su belleza.
Por caso, en el Mirador Norte del Puerto, se pueden visitar las playas del sector, de conchilla y canto rodado, y hacer muchas actividades. Un paseo embarcado de una hora y media para apreciar la fauna marina que tiene su hábitat aquí es uno de los imperdibles. El precio incluye el uso irrestricto durante todo el día de kayaks y tablas de stand up. Los menores de 4 años no pagan.
En ese sector, también se puede comer algo rico en el parador Serena. El plato de pesca del día con verduras grilladas sale $800, los sándwiches de cordero o ternera con guarnición $600. Y, para tomar, los jugos exprimidos o licuados se consiguen por $200 y la cerveza de litro por $350.
Los que adoren pescar, más allá de poder practicar en la orilla, se pueden embarcar para acceder a otras especies, como salmones, besugos y meros. Las salidas se realizan en semirrígidos, y tienen un costo por persona de $4000 que incluyen el equipo de pesca y la carnada.
Punta Perdices y Punta Villarino son otras dos playas para descubrir en el Puerto SAE. La primera, conocida como el “Caribe de La Patagonia”, queda a escasa distancia del Mirador Norte, en dirección al sur. La otra, que está en la dirección opuesta, se distingue por tener un apostadero de lobos marinos y playas de arena.
Comentarios