La foto de Vaca Muerta

A poco de empezar el 2019 podría pensarse cuál es la foto que mejor resume a Vaca Muerta: es la que tiene un alto contraluz por el brillo de los miles de millones de dólares de inversión, la de los miles de puestos de empleos que atraen a familias de todo el país, la de los problemas sociales por falta de infraestructura, la que promete el autoabastecimiento energético, o son todas esas en un extendido álbum al que debería sumarse la toma que le secuestraron, tras detenerlo y maltratarlo, al joven reportero gráfico alemán Stefan Borghardt, en una planta de residuos petroleros en Añelo.

El predio al que Borghardt ingresó sin autorización pertenece a la firma Treater. Es el mismo que en diciembre fue allanado por la Justicia ante una denuncia de comunidades mapuches. Las imágenes que captó el fotógrafo no revelaban un oculto caso de contaminación. Se topó con piletas de tratamiento de lodos de perforación, algo común en la industria pero que ante los ojos ajenos puede sobredimensionarse.

De todos modos, lo que ocurrió fue realmente grave. Fue, sin eufemismos, un ataque a la libertad de prensa. La relevancia nacional e internacional que tomó el caso está justificada en si misma: hay que moverse varias décadas en el pasado para recordar la detención de un periodista por hacer su trabajo en nuestro país. Además, agregó otro capítulo negativo a la búsqueda de la licencia social que necesita Vaca Muerta.

Borghardt, un reportero gráfico con antecedentes en la profesión pese a su corta edad, realizaba un trabajo documental en Añelo. Recorrió la localidad, yacimientos, plantas y rutas con sus equipos. En su caminata dio con el predio de la empresa. No se trata de un lugar oculto u escondido: se ve desde el costado del camino.

El reportero relató que los efectivos le incautaron sus equipos, le pidieron que borre las imágenes tomadas y en medio del traslado leyeron conversaciones privadas en su teléfono particular. Lo maltrataron verbal y físicamente. Luego le hicieron firmar papeles que no les fueron bien explicados y no alcanzó a comprender por la barrera idiomática. Estuvo detenido e incomunicado por dos horas. Cinco días después recuperó sus equipos.

Desde el gobierno neuquino buscaron apagar el incendio iniciado por el negligente procedimiento de cuatro uniformados. El ministro de Seguridad, Mariano Gaido, después de que se conociera el caso solicitó a la Policía una investigación interna. El jefe de la fuerza, Rubén Tissier, respondió cuatro días después que el proceso se inició inmediatamente.

Algunos trataron de minimizar la situación alegando la torpeza de los efectivos y no un accionar ajustado a protocolo para evitar que se conozca lo que sería una suerte de lado B de Vaca Muerta. Cuesta pensar que en caso de que se buscara ocultar alguna situación irregular esto quedara en manos de una patrulla de efectivos policiales. Sin embargo, el desconocimiento y la naturalización con la que actuaron sorprendieron y sumaron grises a una industria que está en la lupa del país.

Vaca Muerta vuelve a quedar enredada en otra situación donde la transparencia y el acceso a la información se vuelven confusos y deficientes. Sin intentar comparaciones, una situación similar ocurrió en el manejo informativo que envolvió el derrame de YPF en el área Bandurria Sur. Las sospechas que se siembran alrededor de esta explotación son múltiples, algunas financiadas y otras con argumentos; todas deben ser transparentadas ante la comunidad, difícilmente puede desarrollarse a espaldas de las sociedades.

Desde el boom en el 2014, Añelo debe ser la localidad que más prensa recibió. Incluso el mismo Borghardt había tomado varias imágenes antes de toparse con la patrulla neuquina. Ahora no serán pocos los que puedan despejarse las sospechas creadas alrededor de lo ocurrido. Y tampoco los que crean que no se trató de una mala preparación de la policía sino de atribuciones autoadquiridas por parte de los miembros de una fuerza de seguridad que entienden que hay contexto para desdibujar los límites de su accionar.

El episodio de la detención y secuestro de equipos fotográficos a un reportero alemán es una de las caras de la explotación no convencional.

La atención del gobierno, de la Justicia y de la Policía se logró luego de cinco días del hecho cuando tuvo trascendencia a través de los medios.

Panorama de Neuquén

Datos

El episodio de la detención y secuestro de equipos fotográficos a un reportero alemán es una de las caras de la explotación no convencional.
La atención del gobierno, de la Justicia y de la Policía se logró luego de cinco días del hecho cuando tuvo trascendencia a través de los medios.

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