La incógnita del turismo estudiantil en Bariloche

Los empresarios lo calificaron como "el turismo más fiel que tiene Bariloche”, pero la incertidumbre es muy grande. La llegada de los grupos podría reprogramarse a partir de agosto o de septiembre.

El comportamiento que seguirá el llamado “turismo joven” también concentra las miradas en Bariloche ante la prolongación de la cuarentena.

En 2011 con la afectación del turismo en la ciudad por las cenizas del cordón Caulle Puyehue y en otras crisis, el segmento estudiantil mantuvo su volumen casi sin cambios y fue un puntal de la recuperación. Nada indica que este año vaya a ocurrir lo mismo.

Néstor Denoya, presidente de la Cámara de Turismo de Río Negro y referente del sector dijo tener “muchas dudas” de que continúe sin cambios “al menos hasta que haya una vacuna”.

Hernán Jaraj, secretario de Aetap (la cámara de transportistas) subrayó que se trata del “turismo más fiel que tiene Bariloche”, pero la incertidumbre es muy grande. Dijo que este año, si se supera la pandemia, podrían reprogramarse los grupos a partir de agosto o de septiembre. Si la crisis se dilata, habrá cancelaciones.

En tanto, Belén García Bertone, de la Cámara de Turismo local, dijo que el turismo estudiantil “puede hacer la diferencia para Bariloche como destino, porque no es población de riesgo”, pero le juega en contra la modalidad clásica de los grupos grandes y la concentración en lugares cerrados, lo cual está contraindicado. La empresaria también habló de un posible “corrimiento” para salvar la temporada y no quiere ni pensar en una caída general de los paquetes. “Perder el turismo estudiantil sería una catástrofe”, reconoció.

También preocupa desde el punto de vista del mercado laboral, porque el turismo joven genera miles de puestos de trabajo.

Antecedente a medias

Con la foto de hoy, el grueso de los conocedores de la economía turística barilochense se dividen entre los pesimistas y los cautelosos. Es casi imposible encontrar un optimista, por ejemplo alguien que espere “algún movimiento de turistas” ya en la próxima temporada invernal. Para los otros el invierno ya está perdido sin remedio.

Ayuda a entender lo que significa esa parálisis un repaso por los números de la crisis más severa de las últimas décadas, que sucedió en 2011 a partir del 4 de junio, cuando entró en erupción el volcán Puyehue/Cordón Caulle y la región entera quedó cubierta de cenizas.

Aquel episodio generó un invierno con cifras muy deprimidas, pero que hoy serían festejadas con euforia. La caída más pronunciada de pasajeros se produjo en junio y -aun sin vuelos habilitados- entre julio y septiembre ingresaron 157.137 turistas, un 39% menos que en 2010, cuando habían sido 253.677. Si se toma el año completo, la caída fue de sólo el 23%. Y la recuperación fue rápida. En 2012 el flujo volvió casi a la normalidad. En ese invierno la ciudad recibió a 242.647 visitantes.

La opinión general es que el impacto fue grande, pero todo siguió abierto y no se produjo ni por asomo el colapso actual.


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