La maestra de Regina que le hace el aguante a la bolita

Ana Giovanini es una docente jubilada y su hobby es coleccionarlas. Tiene más de mil y en un cuaderno reúne información, las clasifica y mantiene vigentes juegos que marcaron a muchas generaciones, como el opi y la quema.

“Hoy se habla mucho de la igualdad de género, pero cuando yo era una niña el juego hacía que todos fuéramos iguales, no había juegos de nenes o de nenas. Las bolitas era uno de esos, interveníamos todos”, recuerda Ana Giovanini, una docente jubilada que dedicó parte de su vida a coleccionar y reunir información sobre las bolitas con la idea de mantener vigente un juego que durante décadas marcó a todos los niños.

Parte de su escuela primaria la hizo escuela 160 ubicada en la zona rural de Chichinales, donde la lecherita, la japonesa, eran parte del entretenimiento de todos durante los recreos y era una de las actividades que ella hacía para pasar el día en su casa ubicada en la zona rural. Ese interés se prolongó cuando se recibió de docente y comenzó a trabajar en una escuela del paraje rural de Atraico en la Línea Sur.

Cada viaje, desde el paraje hacia el Alto Valle, le permitía comprar las bolitas que repartía entre los alumnos para que se entretuvieran durante los momentos libres. Con los años, llegó a ser supervisora en la zona Alto Valle II y a pesar del paso del tiempo comprobó que por más que no tenga muchos participantes, las bolitas están presente en todos los patios de las escuelas.

Para jugar nunca se necesitó mucho lujo. La cancha siempre fue un terreno de tierra, lo suficientemente blanda como para hacer un orificio. A ese pocito se lo llama “opi”. Se traza una línea de unos tres pasos de largo, la línea de tiro. Se hacen apuestas, generalmente las mismas bolitas, y el objetivo del juego es embocar en el opi y quemar o pegarle a otra bolita con la propia.

En los baldíos había una cancha en la que se juntaban los chicos o en los patios de las escuelas era muchos los círculos que se formaban en torno al grupo de jugadores, pero las bolitas siguen vigentes.

Hoy Ana Giovanini, se interesa por reunir el mayor número de bolitas posibles, y para ello ha involucrado a su familia, amigos y conocidos. Si alguno viaja a otro punto del país o del exterior, debe regresar con un paquete para engrosar su colección y “cuanto más raras, mejor”.

“Es realmente un mundo apasionante, hay historias sobre cada una de las variedades de bolitas, una clasificación de acuerdo a sus características y hasta hay una federación internacional” señaló Ana, que desde hace diez años ha dedicado parte de su jornada diaria a reunir bolitas y buscar información sobre ellas.

Su colección está conformada por unas mil bolitas de distintos tipo y origen. “Estoy muy lejos de una gran colección, por ejemplo un hombre en Rosario tenía 85 mil bolitas. En su honor, en los últimos años, se creó una competencia que convoca a chicos, jóvenes y adultos y está esponsoreada por la única fábrica de Argentina y de Sudamérica”, comentó Ana.

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Con paciencia junta información en un cuaderno en el que rescata historias, clasificaciones y orígenes. En su memoria guarda diferentes recuerdos sobre el juego de las bolitas, uno de ellos es de los últimos años de su carrera docente, cuando como supervisora recorría las escuelas.

“Un día llegué a la escuela de las 500 (ubicada en la zona rural de Chichinales), y estaba uno de los docentes, Walter Aldrighetti, jugando a las bolitas con sus alumnos. Me emocionó y lo felicité: aún con su rol de maestro compartía con los chicos”.

“Desde chica las bolitas formaron parte de mi vida”, comentó, aunque recién en los últimos diez años se dedicó a coleccionarlas, y en especial luego de jubilarse como docente, hace tres.

“Para mí son como joyas. Hay un mundo detrás de ellas. Por ejemplo, en Argentina está la única fábrica de bolitas (Tinka), está en la ciudad de San Jorge en Córdoba, fue fundada en el 1953. Tuvo mucho auge durante años, hasta la década del 70. Luego el juego entró en decadencia, y lo que la salvó fue elaborar las bolitas para los aerosoles de pintura”, dice Ana. Comenta además un dato curioso, que es que fabrican 400 mil bolitas al año, pero no se ven en la calles. “Si fabrican ese número es porque se venden, es decir que debe haber otras tantas personas que también las coleccionan” destacó Ana.

“No solo compro bolitas para mi colección, sino que también recupero bolitas de los aerosoles. Una cosa que llama la atención es que aunque están dentro de un recipiente con pintura, frotándola contra suelo quedan limpias”, dice Ana, mientras muestra una caja con varios compartimentos donde se encuentran parte de esas bolitas recuperadas de los aerosoles; algunas son de acero, pero la mayoría de vidrio.

Las bolitas llenan varias de estas cajas y también frascos que se encuentran en exhibición en su casa, pero su idea es poder mostrar su colección a un público mayor. “Siempre pensé en poder exhibirlas y brindar información sobre sus características e historia, pero hasta el momento no se ha dado. Seguramente en alguna fiesta de Regina podré llevar adelante esta idea, porque muchas personas deben tener colecciones similares”.

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Ana tiene la misma inquietud que el escritor, músico y actor Alejandro Dolina en el libro “Crónicas del Ángel Gris”. Allí incluye el cuento “La decadencia de la bolita” en el que aporta datos sobre los reglamentos de los distintos juegos, se cuestiona dónde fueron a parar las bolitas que pasaron por las manos de pibes en los baldíos del país. “Yo pregunto: donde están los quinientos millones de bolitas? Quien las tiene? Y no me digan que el tiempo las destruyo porque el viento y la lluvia no son suficientes para destrozar una bolita”, dice Dolina en su cuento.

Y para Ana el mundo de las bolitas no se termina nunca, hay muchas variedades, en forma constante salen nuevas colecciones, pueden ser algunas que recuerdan a artistas famosos, como las Da Vinci o Picasso, las que se refieren al espacio con nombres de planetas, a dinosaurios, los mundiales de fútbol o salen colecciones especiales con los países que forman parte del mundial”, comentó finalmente Ana Giovanini.

“Se fabrican 400.000 bolitas al año. Si fabrican ese número es porque se venden, es decir que otras personas las deben coleccionar…”.

Ana Giovanini

Entre las más raras del mundo se encuentran las frost, con una gran variedad de colores y una superficie que da la sensación de tener una fina escarcha de hielo.

Datos

“Se fabrican 400.000 bolitas al año. Si fabrican ese número es porque se venden, es decir que otras personas las deben coleccionar…”.
Entre las más raras del mundo se encuentran las frost, con una gran variedad de colores y una superficie que da la sensación de tener una fina escarcha de hielo.

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