“La mentira duele, más si se trata de nuestras vidas”

¿Para qué buscás? ¿Por qué no agradecés lo que tenés? Suelen hacernos estas preguntas cuando contamos que buscamos nuestra verdadera identidad de origen. A pesar de aclarar que no fuimos adoptados sino anotados como hijos propios, apropiados, aunque la palabra no guste. Se hicieron las cosas mal.

Y las mentiras, los pactos de silencio, la incertidumbre sobre cuáles serían nuestros verdaderos orígenes, sin certeza de la fecha de nacimiento, ni el lugar donde nacimos. A veces mirándonos al espejo y preguntarnos el porqué de nuestros rasgos, nos duele.

La mentira duele. Más si se trata de nuestras vidas.

La tevé nos muestra novelas o comedias como “La Leona” o “Educando a Nina” donde situaciones muy similares a las nuestras les ocurren a los personajes principales. Claro, son necesarias para justificar el argumento y el personaje que expresa dolor, angustia, sorpresa, estado de shock emocional son importantes para interesar al espectador.

Pero cuanto esto sucede en la vida real y queremos buscar nuestra verdad personal, las reacciones son negativas, crearnos culpa de situaciones que no provocamos y la indiferencia de muchos. Lo malo es cuando el Estado es quien se muestra indiferente.

Como que en la ficción todo está permitido, aceptado, naturalizado pero, en la vida real los valores son otros.

Los artículos 7 y 8 de la Convención sobre los Derechos del Niño ponen en cabeza del Estado el deber de prestar la asistencia y protección apropiadas a fin de restablecer rápidamente la identidad de todo niño que hubiera sido privado ilegalmente de algunos de los elementos de su identidad o de todos ellos. Es decir: no puede desentenderse, además de no haber tomado las medidas para evitar que esto sucediera. Porque nosotros fuimos niños.

Somos el producto de una práctica social de muchos años, donde se sabía que estaba mal pero se hacía igual: recibir un bebé y anotarlo como propio. Y eso no es adoptar.

La Secretaría de DD. HH. de la Nación nos ha excluido siempre como si ignorara la Convención de los Derechos del Niño o la Constitución nacional. En el Congreso nacional desde el 2003 ingresan proyectos de ley que jamás incluyen en la agenda y terminan en el archivo.

La realidad supera la ficción, solemos decir. En la ficción las historias se resuelven, en la vida real no, y nos duele la mentira personal y la indiferencia del Estado, los proyectos que no se tratan y las manipulaciones políticas.

No juzgamos a nadie, no tienen que restituirnos. Simplemente pedimos que el Estado cumpla con su deber y que todo aquel que desee buscar su verdadera identidad de origen pueda hacerlo.

Graciela Palma Arizaga

DNI 16.496.527

“ La realidad supera la ficción. En la ficción las historias se resuelven, en la vida real no, y nos duelen la mentira personal y la indiferencia del Estado”

Graciela Palma Arizaga

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Buenos Aires

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“ La realidad supera la ficción. En la ficción las historias se resuelven, en la vida real no, y nos duelen la mentira personal y la indiferencia del Estado”

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