La muerte de dos periodistas

Pavoroso para aquellos años. El territorio nacional del Neuquén en la prensa nacional, principalmente la porteña. Cuando aún los médanos no estaban vencidos en la nueva capital neuquina de la Confluencia desde hacía doce años, vivía la sorpresa, el estupor de la fuga de presos de la cárcel pública el 23 de mayo de 1916, con varios muertos, ocho «fusilamientos» y el asesinato de dos hombres de prensa que hemos recordado («Río Negro» 1992, 1993, 2006), lo mismo que otros autores. Fueron ocho meses de expectantes y diarios aconteceres para aquel grupo de neuquinos agrandados en los límites administrativos menos la Justicia al incorporarse los departamentos Roca y El Cuy, rionegrinos, a sus límites de 1884. Cuesta imaginar para estas latitudes patagónicas tanta conmoción, donde armas de fuego introdujeron su cuota de muertes desde la no muy lejana campaña iniciada en 1879.

La fuga con el asesinato del ingeniero Adolfo Plottier y a los pocos días la matanza en Zainuco (Sainuco / Zainu-Có «aguada del zaino», 23 /5/1916) de ocho de los evadidos fueron motivo para que el diario «Neuquén» (fundado en 1908), con el cordobés Abel Chaneton a la cabeza, iniciara una campaña para el esclarecimiento de los graves hechos, posiblemente la primera expresión periodística neuquina sobre derechos humanos. Nada favorable a la pluma de Abel Chaneton fue la actuación del gobernador Eduardo Elordi, el juez letrado Enrique Zinny y la plana mayor de la Policía territorial, encabezada por el comisario inspector Adalberto Staub. Al momento de la fuga era jefe de Policía Eduardo Talero, destacado literato que urgió la aclaración de los graves hechos en Zainuco proponiendo otro investigador, pero como el gobernador Elordi no estuvo de acuerdo, Talero renunció en los primeros días de junio de 1916, agregando otro ingrediente de confrontación y poniéndose al lado de lo sostenido por Chaneton desde el «Neuquén».

El juez letrado Zinny parcializaba los graves hechos y era evidente la toma de posición por uno y otro sector: quienes buscaban el esclarecimiento y la condena de los participantes y quienes, a partir del gobernador Elordi, trataban de justificar los ocho muertos en Zainuco. Los graves acontecimientos cobraron vuelo nacional y llegaron hasta la Cámara de Diputados de la Nación, que decidió la formación de una misión investigadora que quedó en eso: no se constituyó y por lo tanto nunca llegó al Neuquén ni produjo trabajo alguno. La actuación judicial anduvo además por tribunal bahiense y la Justicia de La Plata, pero la búsqueda de la verdad y el esclarecimiento no encajaban y sin duda el poder político antes, como ahora en algunos casos jugaba a ocultar o cambiar los graves acontecimientos. Incluso, algunos policías intervinientes en paraje Zainuco fueron ascendidos y, aunque el Ministerio del Interior enviara al director general de Territorios Nacionales, el Dr. Isidoro Ruiz Moreno, para instruir sumario, éste fue recusado por Chaneton dada su amistad con Elordi, mientras en Allen (Río Negro) aparecía «El Regional», semanario dirigido por Carlos Palacios a cuyo alrededor se instaló el tipógrafo chileno Rene Bunster, a quien Chaneton había cobijado. Y como Allen en 1917 pertenecía administrativamente al territorio neuquino, Elordi había designado como custodios de Palacios al sargento Perfecto Luna y al gendarme Juan Antonio Blanco, ambos imputados por Chaneton con otros en la tragedia de Zainuco. Las agresiones periodísticas eran de alto voltaje en ambas publicaciones.

La violencia escrita transitaba el camino de la física y se respiraba en la población un clima de fatal desenlace, así como ocurrió: parece que Chaneton prometió «unos azotes» a Palacios y a Bunster y el periodista allense, la muerte de Chaneton. La noche del 18 de enero de 1917 había función de teatro en el pueblito capitalino de la Confluencia y Chaneton al otro día viernes 19 viajaría en tren para entrevistarse con el presidente Yrigoyen a fin de exponerle la situación y toma de medidas. Intervalo en la función, Chaneton cruza la calle y entra en el famoso bar «La Alegría», donde se encontraban Palacios y Bunster. Aquellos momentos un autor los escribió así: «Se tensan los rostros de cera de los escribas cuando ven, bajo el dintel, moviéndose hacia ellos, y a un metro dentro del salón, la figura que los increpa. Palacios no atina a nada, como no sea a sacar el calibre 32, cuya cacha de plástico negro ha estado acariciando desde hace rato. Dispara cuatro tiros, pero el retemblor de su mano le escamotea el blanco. Recibe en cambio tres certeros balazos, de los cuatro que le disparó Chaneton». Moriría media hora después. «Bunster gatillla tres veces, tan atolondrada como inútilmente… el sargento Luna aparece tras los vidrios de la puerta y dispara dos balazos que no dan en el blanco». Chaneton sale por la puerta de servicio hacia los fondos que lleva a la calle, «aferra su revólver, todavía caliente y lleva el bastón en la mano izquierda». Pisa la acera («mientras el tumulto y la confusión es total»). «A su izquierda, junto al portón, se ha ido a agazapar Luna, que casi apoya el cañón de su 38 sobre la tetilla izquierda del hombre. A quemarropa, el plomo le parte el corazón… Chaneton ha muerto. Son las once y cuarto de la noche del jueves 18 de enero de 1917».

Hace noventa años el papel y la tinta con alma periodística no pudieron contener el drama que estaban engendrando: «La lectura de los últimos números de 'Neuquén' y de 'El Regional' no deja la más mínima duda de que en el último instante sus respectivos directores se atacaron en la forma más procaz posible, olvidando por completo hasta el respeto que la familia y el hogar merecen». (Unsain, A. M., Informe, 1917)

El tríptico policial neuquino fuga, Zainuco y muerte de dos hombres de prensa obligó a la presencia en Neuquén del ministro del Interior, el Dr. Ramón Gómez, y de otro instructor y ayudantes. Existen más pormenores antes y después, largo de recordar pero que no modifican salvo las opiniones personales aquella lamentable noche del verano neuquino que silenció dos vidas periodísticas agregadas a las que se cobró la fuga de la cárcel encontrando lugar en la historia neuquina, aunque trágica en este caso.

 

Bibliografía principal y fuentes: Edelman, A. Primera, 1991. San Martín, F. Neuquén, 1991. Ministerio del Interior. La investigación, 1917. Chaneton, J. A. Zainuco, 1993. Vúletin, A. Neuquén, 1979. Pérez Morando, H. (RN). 1916, Sainuco, 1992. Recordando, 1993 y Sainuco y los ocho, 2006. Album Neuquén, 1979. Ríos, C. A. Historia, 1973. Diario Sesiones C. Dip. Nación, 1916. Gómez Fuentealba, R. Una provincia, 1977. Oreja, P. F. Evocaciones, 1948. Correa Falcón, E. De la llanura, 1966. Archivo diario Río Negro. Biblioteca Patagónica y otros.

 

HECTOR PEREZ MORANDO (*)

Especial para «Río Negro»

(*) Periodista. Investigador de historia patagónica.


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