La nadadora que desafía la inmensidad

Cristina Ganem

Nadar en aguas abiertas, a veces, es como trepar paredes. Así describió Cristina Ganem su cruce por el Estrecho de Magallanes. Las corrientes estaban encontradas, el choque entre el océano Pacífico con el Atlántico provocaba remolinos. “Había venido de Gibraltar. Cuando desmereces que 5 kilómetros pueden ser fáciles en comparación a 40, aprendes. Todos los desafíos son importantísimos. Como persona me ubicó muchísimo”, recordó.


Nació en Comallo, un pueblo rionegrino en el que hasta 2010 vivían 1497 habitantes, y estudió arquitectura en la Universidad Nacional de Buenos Aires. Sus inicios fueron en el natatorio del club YPF de Catriel. Luego recorrió ríos, lagos y mares. De la pileta, un medio controlado y estable, se arrojó a la inmensidad. Hoy, la imprevisibilidad es su hábitat. “Cuando incursionas en aguas abiertas no tenés límites. Hay límites pero están muy lejos, más allá de los 25 o 50 kilómetros”, aseguró.

“Si bien cuando estás en el agua sos vos, no llegás sola. Yo llego a la orilla con un equipo. Sola nunca lo podría hacer”.

Cristina Ganem, nadadora de aguas abiertas que se presentó en el Yo Pienso.


Tiene 53 años. Además de cruzar Magallanes y Gibraltar, en estilo crol, pudo nadar el Estrecho de San Carlos que une las islas Soledad y Gran Malvina. Siempre con una buena causa al hombro. Cristina siente especial placer por las aguas frías y el próximo destino que imagina es la Antártida.
En cada brazada lleva consigo a mucha gente. “Yo llego a la orilla con un equipo. Sola nunca lo podría hacer. Vos haces la travesía, pero tu cruce depende del que está arriba del bote haciéndote el acompañamiento”, remarcó. Hasta ahí también va el Dios de los católicos al que le reza fervorosamente. “Le pido hasta permiso para meterme en la naturaleza”, agregó.


Se sumerge con su físico, su mente y su espíritu. “Tu físico es lo que vos podes manejar y tiene que estar impecable. Tu mente tiene que tener muy claro que no importa en cuanto tiempo, pero tu llegada es la otra orilla. Tu espíritu es el motor que te va a impulsar a hacerlo”, explicó.


No es sencillo y hay momentos, comenta, en que “la mente te traiciona.” “Llevo tres horas y la costa que dejé atrás la veo ahí nomás, entonces decís: nunca más miro para atrás. Es como la vida, vas adelante. Y te encuentra la noche y vas a seguir adelante, y en el caso mío me agarró tormenta eléctrica y sabes que después que llueve sale el sol”, sentenció. Su brazada firme deja surcos en el agua.

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