Las aventuras de Nico desde que lo adoptaron Mambo y Cambá en un paraíso de la Patagonia

Eran cachorros cuando se le aparecieron en la cabaña en Moquehue. Desde entonces, cuando él y Ari salen a esquiar en la nieve virgen de Villa Pehuenia, reman en el lago, van a caminar o trabajar, no se pierden una. Aquí él cuenta esta hermosa historia que empezó en 2019.

Ariadna, Mambo, Cambá y Nico, salida desde Moquehue rumbo a Villa Pehuenia, a unos 20 km al pie de la Cordillera de los Andes en Neuquén.

Eran los últimos días de verano cuando Nico Pollo filmó un video genial en el lago Moquehue: salieron a remar en kayak con Ariadna y dos perros los siguieron en las aguas cristalinas de ese paraíso de la Patagonia a unos 20 km de Villa Pehuenia. Le pedimos que nos contara la historia que había detrás de esas imágenes tan lindas. Y escribió lo que vas a leer ahora. Consejo: no te lo pierdas. Antes, la info básica: Nico nació en Zapala, aprendió a esquiar en Primeros Pinos, se perfeccionó en los cursos de residentes de Chapelco, estudió profesorado de educación Física con orientación en montaña en Bariloche, sabe lo que es hacer una temporada de esquí en Andorra y ser instructor en Denver (Estados Unidos). Después volvió a buscar su destino en la cordillera de Neuquén y en el invierno enseña a esquiar en el cerro Catedral. Con Ariadna, profesora de yoga y acroyoga, comparte cada día la aventura de abrirse camino juntos, vivir entre bosques y montañas haciendo lo que les gusta. Ahora sí, sumergite en esta hermosa historia.

Tres amigos de cara al lago Moquehue entre las maravillosas araucarias.

El encuentro

Era noviembre de 2019, me preparaba para regresar a Bariloche desde Moquehue, tras una estadía de una semana en bastante soledad. Volvería probablemente un mes después para pasar todo el verano. Estaba terminando de ordenar todo antes de salir, y mientras limpiaba la heladera, veo por la ventana dos perros negros, que pasaban frente a la casa. Mi primer pensamiento fue: “¡otros seres vivos!” Por lo que salí con algo de comida que me había sobrado, y comencé a llamarlos. 

Cambá y Mambo.

Rápidamente, uno de ellos se fue corriendo hacia la montaña, perdiéndose en el cañaveral, mientras que la otra se acercó apenas la llamé. Era una cachorra con carita de vieja. Tenía todos los pelos duros y despeinados, y estaba muy flaca. Comencé a darle comida, y la recibía desesperada. Se quedó un buen rato comiendo y siendo acariciada; mostraba una personalidad de seguridad y confianza, se la notaba cómoda con la situación. 

Un rato más tarde, vuelve a aparecer el otro personaje. Mismo tamaño, mostraba la silueta de un perro cachorro, pero de una raza mediana/grande, con un pelaje que era la antítesis respecto a la otra. Parecía un labrador, pelo negro corto, brillante, con pecho blanco, parecía que usaba un smoking. Se acercó con el rabo entre las patas, asustado, y cuando voy a recibirlo, nuevamente tendió a salir corriendo. Sin embargo, me agaché y lo comencé a llamar, ofreciéndole a la vez comida y mimos. Poco a poco fue tomando confianza, y comenzó a comer desesperadamente a la vez que movía tímidamente la cola, de alegría. 

Cambá en el bosque de Moquehue.

Ese primer encuentro, terminó conmigo yéndome a Bariloche, y despidiéndome de ellos diciéndoles: “Yo vuelvo en un mes, si para ese momento los veo nuevamente por acá, los adopto”.


“Mirá quienes te están esperando”

Mambo y Cambá siempre están atentos para no perderse ninguna salida.

Transcurridos unos 10-15 días de ese suceso, estando en Bariloche, recibo un mensaje de un amigo, Franco, quien había ido a ver cómo estaba todo por casa en Moquehue. Me llega una foto con un mensaje que decía: “Mirá quienes te están esperando”. Ambos cachorros estaban sentados en la puerta de la casa, y el mensaje continuaba: “¿Les doy de comer?”. A lo que contesté: “Si tenés algo, y querés, ¡dales!”.

Unos días más tarde, me llega otro mensaje, diciéndome que el perro estaba aún en casa, pero que la perra no estaba. Enseguida pensé: “Seguro se fue a procurar comida a otro lado”. Mi mente se quedó tranquila con esa suposición, aunque con un poco de nostalgia por las ganas de llegar y encontrarlos a ambos. 


El reencuentro

Llegado el mes de diciembre de 2019, volví a Moquehue, y para mi sorpresa me encuentro con el más miedoso de los perros, sentado en la puerta de mi casa. Flaco, pero feliz. Al verme llegar se me vino encima como si fuese su padre de toda la vida, desparramando su amor de cachorro desde el minuto 1. Rápidamente pensé: “Este entendió lo que le dije… lo voy a tener que adoptar”. Aún con un sabor amargo por no encontrar a su hermana, pensé que sería una linda compañía con quien vivir en este lugar tan hermoso, ya que muchas veces puede tornarse solitario. 

Hay equipo. Nico y sus dos compañeros de aventuras-

Comenzamos a convivir, y, a donde iba, él me seguía. Aún no había decidido que nombre ponerle. Pero ya lo sentía como un fiel compañero


Lo inesperado

Una semana o 10 días más tarde, salgo de casa en la camioneta, y voy hasta la ruta a hablar por teléfono (ya que donde vivo no hay señal). A lo lejos, veo venir una pareja caminando, con tres perros que los seguían.

A medida que se acercaban, logro divisar a dos border collie que ya había visto anteriormente en cercanía de la casa de unos vecinos, y un tercer perro que se lo veía muy cómodo con el resto de la manada. 

A medida que se aproximaban, identifico los pelos duros y despeinados de una cachorra alegre que ni se había percatado de mi presencia hasta ese momento. Cuelgo el teléfono, comienzo a llamarla, y cuando me ve, se acerca a saludar moviendo la cola.

Nico averiguó en la Veterinaria que eran una camada de entre ocho y diez hermanitos que se desparramaron por Villa Pehuenia Moquehue.

Saludo a la pareja, y les consulto si la perra era de ellos, a lo que me contestan que no, que estaban alquilando unas cabañas cercanas y que la perra los había seguido desde allí. Por lo que respondo: “¡De una! Entonces, ¿les molesta si me la dejo? ¡Porque tengo al hermano!”. “¡Para nada!”, me contestaron. En 3, 2, 1, la cargué en la chata, y  volvimos a casa.


El reencuentro

Apenas abro la puerta, se baja y se encuentra con el otro cachorro, mostrando ambos una gran alegría por volver a encontrarse.  Debo admitir que tanto yo como todos quienes conocían a los perros en ese momento, dudábamos de si la perra era hermana o era la madre, por la diferencia de pelaje.

Sin embargo, transcurrido unos días de convivencia con ambos, los llevé a la veterinaria, y me informan que definitivamente eran hermanos. La dentadura delataba que eran cachorros, y según la veterinaria, eran parte de una camada de 8-10 cachorros que habían nacido en Moquehue y se habían ido desparramando hasta llegar a Villa Pehuenia

Con el correr de los días conocí personas que habían adoptado a otros cachorros similares, que aparentaban la misma edad, y misma combinación de tamaño y pelaje. En total, me encontré con 4 “sobrinos” más, que no solo mostraban similitudes físicas, sino también de carácter respecto a mis dos cachorros. 


Los nombres

Originalmente llamados “Vieja” y “Negro”, pensé: “No… merecen otros nombres”, por lo que abrí una encuesta vía Instagram para definir su nueva identidad. De ahí, surge el término “Cambá”, para la perra (sugerido por una amiga, que significa “negra” en guaraní), y, tras varias opciones para el perro, opté por ponerle Mambo, aunque no había aparecido como una idea externa, sino porque les daba a ambos una identidad de tribu. Es decir, suenan bien juntos.  Una vez vacunados, castrados, y con nombre propio, eran definitivamente parte de la familia.

Su lugar en la cabaña.

La montaña, su patio de juegos

Así como aparecieron, se criaron. Si bien les tuve que enseñar algunas cosas, como por ejemplo a que se sienten antes de comer (para que aprendan que no era necesario comer desesperados, que ya la comida no les iba a faltar), la mayoría de las cosas las aprendieron solos. Ellos son libres. Salen y recorren la montaña, visitan vecinos, o simplemente se quedan en los alrededores de la casa, esperando el momento a que los llames para salir a alguna aventura. Ya sea ir a caminar al bosque, salir a remar, o ir a esquiar, ellos se prenden en todas. 

Relax junto al lago: Nico hace yoga, Cambá elonga.

Algunas veces, me iba a trabajar a la casa de Franco, y después de un rato, aparecían los perros, todos mojados y llenos de tierra, tras haber ido corriendo y nadando por la costa hasta “la casa del tío”. Es decir, ¡se re manejan!

Si bien son perros grandes,  son súper tranquilos. Es frecuente ver que otros perritos de menor tamaño (caniches por ejemplo), los encaran cuando van corriendo por la costa, y ellos, que tranquilamente podrían enfrentarlos, optan por meterse al agua y esquivarlos, sabiendo que si a ellos el agua les llega al pecho, los otros perritos ya no hacen pie. Una forma fácil de evitar un inconveniente. 

Salida de esquí. Ariadna con dos inseparables compañeros.

Sin embargo, no significa que no sean guardianes. Sobre todo durante la noche, si escuchan algún ruido, no dudan en comenzar a ladrar y salir al bosque a espantar lo que sea que haya. Siempre pienso lo mismo, de día son divinos, pero de noche, si no los conociera, probablemente debe ser bastante intimidante encontrarte a dos perros negros de 30 kg, en plena oscuridad, uno junto al otro, mostrándote los dientes, y ladrando con vozarrón cual lobos salvajes. 

Cada uno tiene una personalidad muy particular. Cambá es más independiente, como lo demostró desde el primer día. A veces salimos a remar, y ella no está. Luego cuando regresamos, 3 o 4 hs después, nos está esperando en la casa. Mambo siempre muestra estar un poco más al tanto de lo que hacemos para acompañarnos, aunque, si hay noche de luna llena… ¡Olvidate! Van a salir al bosque hasta la hora que les pinte, y luego simplemente vuelven a casa. Cambá es la encargada de abrir la puerta suavemente, parándose sobre el picaporte, y Mambo entra detrás de ella, cual perro topadora empujando con el hocico. 

También se anotan en las salidas en kayak…

Así son, ambos fieles compañeros, incansables. Cada vez que salimos en el kayak, ellos son los primeros en subirse, o bien nos siguen nadando junto al bote o corriendo por la costa. Si nos adentramos en una caminata por el bosque, ellos van a ir también, corriendo siempre por donde quieran, pero en cuanto los llamás, vienen enseguida. Es como si fuesen investigando el terreno para avisarte cualquier situación que puedan encontrar. 

Si salimos a esquiar, ahí si se mantienen detrás de mi huella, ya que si bien son todo terreno, en la nieve se suelen hundir más y se cansan más avanzando. Sin embargo, a medida que vamos abriendo camino, para ellos también es más fácil mantenerse en la superficie. Si frenás a hidratarte o descansar, te das vuelta y ellos van a estar ahí, esperando que continúes. Aunque si el terreno es con menos pendiente, es probable que salgan a jugar y revolcarse en la nieve mientras avanzamos. 

Nico en una salida de esquí fuera de pista. Mambo y Cambá se tiran por la pendiente. «Son topadoras», se ríe Nico.

Luego, al momento de descender, para evitar accidentes y no pisarlos con las tablas, siempre opto por ir un poco más rápido, y ahí es cuando ellos quedan atrás, abriendo su propio camino para llegar hasta la base. Es genial de repente llegar, darte vuelta y ver una línea que se viene formando en la nieve virgen, ¡derecho para abajo! No son como nosotros, que bajamos haciendo vueltas para controlar la velocidad. Ellos saben que en la nieve se entierran, asique no le aflojan en ningún momento, no les importa si la pendiente aumenta, ellos se tiran derecho. Literal, son topadoras. 

Al día de hoy, iniciando nuestro quinto año juntos, siguen brindando su amor de cachorros a toda persona que quiera aceptarlos. Cambá se te pega a las piernas, te apoya el cuerpo para pedirte mimos, mientras que Mambo te “topetea” con el hocico con el mismo objetivo. Ambos tienen su forma de pedir las cosas y demostrarte su amor. 

Siestita. Mambo y Ariadna.

Para mí, representan la vida misma. La simpleza de poder ser felices con poco o nada. De disfrutar los momentos de sol, de estar en la naturaleza, de dormir una siestita escuchando los sonidos del bosque, de meterse al agua los días de calor. De acompañarse y jugar. De estar presentes sea cual sea el desafío. 

Hay quienes pensarán “simplemente son perros, mascotas”, y hay quienes probablemente entiendan el tipo de sentimientos que pueden generar más allá de su simple compañía.

Son seres vivos, que piensan y sienten como cualquier otro. Literal, son vivos, muchas veces más que uno mismo. Perciben, se dan cuenta de lo que ocurre y cómo deben actuar en cada situación. 


«Te recomiendo que adoptes un perro antes de comprarlo«

De paseo en la cordillera. Cambá busca su lugar.

Si llegaste a leer hasta acá, y en algún momento tenés la oportunidad, te recomiendo que adoptes un perro antes de comprarlo.

Brindales el mismo amor infinito que ellos te dan, y te aseguro que vas a obtener lo mismo, y más, a cambio.

Cuidalos, alimentalos, sacalos a pasear, sé responsable con cómo los tratás. Es preferible castrarlos que después abandonar los cachorros en cualquier lado; es mejor vacunarlos que dejarlos que se enfermen y queden tirados por ahí.

Además, si en algún momento te sentís triste o abrumado por las situaciones de la vida, es bueno saber que las mascotas son antidepresivos naturales, ya que al acariciarlos se estimula el aumento de oxitocina, que segrega serotonina y dopamina, las hormonas de la felicidad, lo cual disminuye el estrés y ayuda a mantener un buen estado de ánimo. 

En resumen, si querés conocer qué es el amor incondicional, adoptá una mascota. Siempre te van a estar esperando y te van a recibir con alegría cuando llegues a tu casa, ya sea que te hayas ido por 15 minutos, o por un mes. 

Por último, y a modo de cierre, en nombre de Mambo, Cambá, y todos los que amamos la naturaleza, te pedimos que si salis a pasear, vacacionar o simplemente a contemplar la montaña (o cualquier otro espacio natural), ¡que lo cuides!

Colaborá llevándote tus residuos, o bien los que encuentres tirados en el camino, por más que no sean tuyos. Simplemente llevá una bolsita en tu mochila o tu bolsillo, y ya vas a estar generando un gran impacto positivo. Asimismo, ¡no hagas fuego en lugares que no estén permitidos ni tires colillas!

Mantengamos sanos y salvos nuestros bosques, los pulmones de nuestro planeta. Acordate que gracias a ellos, ¡todos podemos respirar! Trabajan arduamente, de manera incondicional, para purificar el aire que los seres humanos contaminamos. 

Mimos en Moquehue.

Somos conscientes de que el impacto cero no existe, ya que por el simple hecho de existir, generamos modificaciones en el medio. Pero sí podemos minimizar dicho impacto. Y, ¿sabés qué? Entre todos, es más fácil. La tierra es nuestro hogar. Por lo que te pregunto, en tu casa, ¿tirás la basura al piso, o al tacho? Bueno, la naturaleza, es tu casa. 

Sin más, me despido atte con un fuerte abrazo, desde el corazón del bosque moquehuino, esperando que hayas disfrutado el relato de estos dos dulces caninos. 


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