La pelea entre cárteles desborda la violencia en la frontera México-EE.UU.

Ricardo Raphael *


La violencia es distinta a la normal y es ocasionada por la fractura irreconciliable entre los líderes criminales -nuevos y viejos- y la necesidad de derrotar definitivamente al adversario.


La cocaína, el principal producto que llega en forma ilegal a los Estados Unidos.

La disputa por la frontera norte mexicana es cada día más violenta: asesinatos, secuestros, balaceras, bloqueos carreteros y extorsión son los síntomas de un deterioro inocultable.

En todos los casos, el origen de esta nueva ola criminal se reporta como la pugna entre organizaciones delictivas que aprovecharon los meses de la pandemia para ganar territorio a sus adversarias.

La pelea es por los negocios ilegales de siempre: trasiego de droga, tráfico de migrantes, extorsión y contrabando de armas. Pero la violencia es distinta a la normal, la de la operación cotidiana de las empresas criminales, y es ocasionada por la fractura irreconciliable entre los líderes criminales -nuevos y viejos- y la necesidad de derrotar definitivamente al adversario.

La tragedia la protagonizan las ciudades de Caborca, en el estado de Sonora; Juárez, en Chihuahua; y Camargo, en Tamaulipas. Sin embargo, un repaso por las principales notas de prensa advierte que la pelea se extiende por toda la frontera y más allá de las poblaciones, porque en realidad el objetivo es el dominio de extensas zonas geográficas y, sobre todo, el control de los pasos fronterizos.

La noche del sábado 20 de junio de 2020, vecinos aterrados de una colonia limítrofe de Caborca debieron apagar las luces y resguardarse debajo de las camas y en los closets de sus viviendas, durante mas de tres horas, mientras escuchaban una balacera. Afuera, dos grupos criminales se enfrentaron y dejaron un saldo de 12 muertos. El teatro del horror incluyó un tráiler calcinado.

La madrugada del 6 de julio, 16 días después, los neumáticos de los autos que transitaban por la carretera que une Altar con Caborca se reventaron debido a que, sobre el asfalto, habían sido colocadas piezas de metal para detener su marcha.

En redes sociales comenzaron a aparecer mensajes de los transportistas denunciando largas filas provocadas por este bloqueo. Luego, esos mismos vehículos quedaron atrapados por el fuego cruzado entre dos grupos armados, el cual dejó varios heridos. Días antes, el Consulado General de los Estados Unidos había lanzado una alerta de prohibición para sus empleados con el propósito de que evitaran transitar por esa región de Sonora.

La sangría en el estado parece ser consecuencia de la pelea por el territorio entre la organización criminal vinculada a los hijos de Joaquín “el Chapo” Guzmán y el viejo líder narcotraficante Rafael Caro Quintero. Una batalla entre generaciones de criminales que pinta para ponerse peor.

La siguiente estación de esta ola de violencia es Ciudad Juárez, Chihuahua. Ahí la organización delictiva conocida como La Línea, presuntamente en alianza con el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), está dando la batalla para sacar de su territorio al Cártel de Sinaloa y otras células criminales vinculadas con ellos.

Aquí, nuevamente, el reacomodo de las fuerzas estaría detrás de los eventos violentos que, como en otras ocasiones, no encontrarán reposo hasta que alguna de las facciones en pugna asegure el control del territorio.

En Tamaulipas, el otro extremo de la frontera, la situación no se ve mejor. El 22 de enero de este año fue hallada una camioneta calcinada en los alrededores de la población de Camargo, dentro de la cual había 19 muertos.

Las víctimas, en su mayoría, eran migrantes guatemaltecos que habrían sido asesinados por orden de los mandos del Cartel del Noroeste (CDN) y con la participación de agentes policiacos estatales, así como de funcionarios del Instituto Nacional de Migración.

Este hecho detonó un conflicto de orden internacional que aún no se resuelve entre Guatemala y México, ya que el involucramiento de empleados del Estado mexicano desnudó la persistente corrupción de las instituciones gubernamentales, tanto federales como estatales. Diversos indicios llevan a suponer que esos migrantes fueron víctimas de la disputa feroz por la frontera entre Texas y Tamaulipas que existe entre el CDN y el Cártel del Golfo (CDG).

Mientras tanto, la Guardia Nacional y el Ejército mexicanos patrullan la zona sin ofrecer resultados. En el mejor de los casos son los observadores silentes de la masacre, en el peor -como ocurrió en el caso de Camargo con los migrantes guatemaltecos- los funcionarios del Estado forman parte de la red criminal que está detrás de la tragedia.

* Periodista, académico y escritor mexicano. Su libro más reciente es ‘Hijo de la guerra’.


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