La piel del»Pibe de oro»

Esta es la última imagen antes de que PSN cerrara su cobertura del partido: Figo secándose las lágrimas con la camiseta número 10 de Juan Román Riquelme.

Unos segundos antes el «pibe» de oro había fatigado la inteligencia de sus oponentes. Ocultó el objeto de deseo entre fragmentos del espacio que se escapan a explicaciones científicas.

Luego vino una toma desde lo más alto del estadio. El acto final de una obra que sobretodo los boquenses aplaudirán de pie varias semanas o años.

Y allí estaba Figo, el jugador que provocó la transacción más cara de la historia del fútbol, el hombre que tuvo la personalidad para cambiar del club más famoso de Barcelona al club más famoso de Madrid, sin consuelo agarrado a la única pertenencia que llevaba puesta y que no era su piel: la piel de Riquelme.

Antes de eso el jugador de Boca había corrido con una enorme sonrisa en la cara detrás de la estrella internacional.

Como cualquier otro crío de barrio tiró de su ropa y sin palabras le exigió lo que era su merecido trofeo de guerra. Todo esto fue televisado por un PSN que demostró así cuanto entendía de lo ocurrido allí. Esa fue la imagen simbólica que lo contuvo todo: el fútbol, el placer del movimiento y la ética del esfuerzo en palabras de Jorge Valdano.

Pero Figo no estaba para los detalles, trataba de encontrar entre los restos del festín una solución al puzzle del que Boca se había llevado las piezas. El árbitro era foco de su impotencia. En el medio Hierro, apenas un soldado dolorido capaz de verbalizar la realidad: Figo…perdimos.

Ahí estaba el otro 10, hecho un «Demonio de Tasmania». La genialidad en ascenso frente a la consagración.

Justo cuando Figo iba a sacarse la remera apareció otra vez el diplomático de Hierro a decir algo. Entonces el chico lo corrió de un empujón cariñoso y pidió de nuevo. Terco, sin miedo, como seguramente ha hecho cada minuto de su vida para salir del paso y la pobreza.

La siguiente escena es la de Figo vestido de azul y oro. Llorando la remera de quien seguramente llegará a tocar los mismos o mayores cielos deportivos que él.

Claudio Andrade


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