La vigencia de los rasgos del pasado

La gestión actual del municipio roquense empezó su camino con señales de cambio, orientadas a modificar conductas de sus antecesores que habían aportado al decreciente caudal de votos durante las últimas elecciones.

El vínculo con las instituciones intermedias, la descentralización de la atención a los vecinos, el diálogo con el gobierno provincial y la revisión de ciertos procesos licitatorios aparecieron entre finales del 2019 y principios del 2020 como rasgos distintivos de una nueva etapa.

La pandemia alteró ese rumbo, imponiendo distancia entre los actores políticos y sociales, pero sobre todo modificando las prioridades para la inversión pública. Los ingresos previstos se derrumbaron y con ello apareció una inédita necesidad dentro de la administración local: gobernar con un colchón financiero cada vez menos mullido.

Planificar en la neblina fue una obligación impuesta por la Carta Orgánica, que exige presentar el Presupuesto del año siguiente antes del 1 de septiembre.

El proyecto presentado para el 2021 resistió apenas seis meses y la semana pasada el Concejo tuvo que aprobar modificaciones, que seguramente no serán las únicas a lo largo del año.

Pero más allá de los montos sumados a diferentes partidas y el origen de esos ingresos -ya analizados la semana pasada- conviene no pasar por alto las formas del oficialismo para corregir los números.

El proyecto del Poder Ejecutivo ingresó al Deliberante el jueves 24 de junio y un día después, en Labor Parlamentaria quedó incorporado al orden del día para la sesión del martes siguiente.

La oposición pidió tiempo para analizar la iniciativa, pero no lo consiguió. El Frente de Todos forzó el tratamiento sobre tablas y el trámite exprés se consumó en medio de los reproches de los ediles de Juntos. Algo similar ocurrió con el Balance 2020, que llegó desde el Tribunal de Cuentas el 11 de junio y tuvo dictamen de comisión a los cinco días.

Es legítima la queja de esos concejales, advirtiendo que el oficialismo se los lleva por delante y actúa como si no formaran parte del Poder Legislativo local.

Y es ahí donde aparecen rasgos de un estilo de gobierno que muchos creían superado, con los efectos de un ejercicio verticalista del poder, en el que nadie asume la responsabilidad de cuestionar el mandato emitido desde el despacho principal de Mitre 710.

Esa negativa a debatir, a permitir el aporte surgido de una mirada desde otro lugar, tiene reminiscencias de las gestiones anteriores. Es la ratificación de un prejuicio, basado en el concepto de que el adversario político avanza siempre con malas intenciones. Y ante esa convicción, lo mejor es invisibilizarlo.

Salvo que el municipio de Roca enfrente una profunda crisis financiera y que se necesitara de partidas con más recursos para habilitar erogaciones inmediatas, no se advierte la urgencia para que los cambios en el Presupuesto se aprobaran en apenas tres días hábiles.

Se advierte antes que eso una mala predisposición ante las sugerencias de cambios.

Era la imagen que empezaba a alejarse a principios del año pasado. El aislamiento que el propio oficialismo detectó como un riesgo aparece de nuevo en los pasos del gobierno.


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