La violencia política, un obstáculo para la igualdad de género

La arena política tradicional resulta un espacio expulsivo para mujeres y personas con identidades disidentes. Juzgadas por su apariencia, burladas, hostigadas, muchas evitan la participación. Dirigentas de Río Negro y politólogas opinan sobre el tema.

Si se cortó el pelo o se maquilló. Si “descuida” la familia por la actividad partidaria, si va sola a los actos o si va acompañada…

La arena política tradicional resulta, al igual que otras escenas públicas, un espacio complejo para mujeres y personas con identidades disidentes, por los altos niveles de violencia que se registran en la práctica.

La violencia de género en el ámbito político, incluida el año pasado en la ley 26.485, se define como “cualquier acción, conducta u omisión realizada de forma directa o a través de terceros que basada en su género cause daño o sufrimiento”, y tenga por objeto “menoscabar o anular el reconocimiento, goce o ejercicio de sus derechos políticos”.

Se observa que “es un fenómeno muy prevalente en Latinoamérica”, donde “hay índices muy altos de violencia contra las mujeres en el continente, que también se replican en el ámbito político”, dijo la politóloga y docente de la Universidad Nacional de Río Negro, María Esperanza Casullo.

Esto se advierte cuando miramos fotos de las estructuras partidarias: hay muchas mujeres en las bases, pero pocas alcanzan los espacios de decisión; a medida que el poder aumenta, la presencia de mujeres disminuye.

De hecho, de los 39 municipios que tiene Río Negro, actualmente solo 9 son liderados por intendentas mujeres y hay 12 a cargo de comisiones de fomento. Es decir que ocupan el 23 % de los cargos ejecutivos a nivel regional.

Lo mismo se observa en el gabinete provincial: a pesar de que Arabela Carreras es una de las dos gobernadoras que hay en el país, solo dos mujeres están a cargo de ministerios – en Educación y en Turismo, Cultura y Deportes – y otras tres están a cargo de las secretarías más importantes.  

A veces las prácticas violentas pasan inadvertidas incluso para las propias receptoras de esos actos. “Es tanto lo que una naturaliza, lo toma como parte de la práctica. Las mujeres siempre tenemos un plus que a veces no se puede identificar”, contó sobre su experiencia la legisladora y presidenta del bloque Frente de Todos, María Eugenia Martini.

Los caminos se vuelven sinuosos, incluso sin intencionalidad personal. “No es que los varones no sufran violencia política, pero notamos que en las mujeres está anclada siempre al hecho de ser mujeres. No se plantean diferencias políticas como con los varones, sino que van en cuestiones como lo físico, la maternidad, etcétera”, graficó al respecto Casullo.

El efecto de la lupa

Eso también se carga en la práctica, partidaria y militante. “Noto que hay mayor exigencia para las mujeres” contó sobre su experiencia Liliana Alvarado, intendenta de Cinco Saltos por el Frente Grande. “A partir de la asunción de este segundo período aparecen distintas cuestiones para la comunidad que no aparecían antes”, agregó.

Sucede que la violencia en el ámbito político es un método eficaz para roer las ganas de las mujeres de participar; la falta de reconocimiento de sus capacidades  afecta directamente el ejercicio de ese derecho. “Hay mujeres que deciden no pagar ese costo y por eso evitan participar. Hay una naturalización de este tipo de prácticas también, porque es imposible llegar para las mujeres si no las aceptan”, profundizó Casullo.

Y quizás esas acciones no implican una actitud deliberada, sino que son cuestiones arraigadas a la actividad diaria. “Se decía que como no era buena en la vida privada, no podía ser buena en la vida pública” ejemplificó Martini, sobre su anterior  intendencia de Bariloche. “Es un grado de exposición importante. En las últimas elecciones a intendente había 7 candidatos y yo era la única mujer. A nivel de liderazgo, es complejo”, evaluó Alvarado.  

“Las mujeres tenemos que poner el cuerpo en lo que hacemos. Entiendo las palabras de Evita, porque dejamos girones de nuestras vidas en lo que hacemos”, expresó sobre su experiencia Martini.  «Se tilda a las mujeres de soberbias cuando tienen claro hacia dónde quieren ir, y a los hombres se los califica como que tienen carácter”, cerró Alvarado.

En números

9
intendencias en Río Negro están ocupadas por mujeres. Hay 12 dirigentas a cargo de comisiones de fomento.
2
provincias están gobernadas por mujeres: Río Negro y Santa Cruz. Dentro del gabinete de Carreras hay solo dos ministras.

Los vientos feministas atraviesan hoy todas las estructuras. La militancia de las organizaciones, además, es fundamental para poner sobre el tablero la gran cantidad de  desigualdades que aún existen.

“Con el tiempo las cosas están cambiando. Es una cuestión que debe atravesar todo, no que quede en una cosa ‘solo de mujeres”, se entusiasmó Martini. En su partido “hemos ido aprendiendo y rompiendo esquemas para que verdaderamente haya paridad”, sumó en este sentido.

“Tiene que haber participación política de las mujeres porque somos la mitad de la población. Hay que evitar la carga del ‘tienen que participar y tienen que ser mejores’, porque si no es poner sobre ellas esa doble vara que no tienen los varones”, sumó Casullo al debate.

“La política es el camino para transformar la vida de la gente, y por eso necesitamos que se sumen más mujeres”, aseguró Alvarado.

Pero los desafíos siguen siendo los que están a la orden del día. Y se pueden resumir en pocas líneas: “es que las mujeres no naturalicen estas cuestiones; avanzar en las lógicas que vayan más allá de estas prácticas; construir lazos con otras mujeres y personas de identidades disidentes; y evitar reproducir lógicas patriarcales en los espacios que ocupan” clarificó la politóloga.

Por su parte, Martini agregó: “creo que son lograr la igualdad salarial, donde todavía hay una amplia brecha; el acceso a la educación y a la ESI en todos los colegios; la paridad en los estamentos como los sindicatos, los gabinetes, la justicia; el aborto legal; y resolver las cuestiones de la violencia de género, que si bien ha avanzado todavía dependen desde dónde se lo mira”.

“Es un desafío porque siempre queremos hacerlo cada vez mejor, para que haya otras mujeres que también se comprometan”, concluyó Alvarado.

La equidad política es necesaria para un mayor ejercicio democrático, que represente a la diversa amplitud de la ciudadanía. Y la política también debe hacerse eco de ello.

“Esto es parte de un cambio cultural”, cerró Martini. 


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