La violinista que le pone música a las calles de Viedma

Rocío Saavedra es de Bahía Blanca y se gana el día al tocar piezas tan disímiles como el tema de Piratas del Caribe o Libertango. Cualquiera sea el género, al final hay aplausos. Llegó a la capital rionegrina acompañando a su marido, oriundo de la ciudad. Esta es su historia.

La vida laboral y el despliegue de un artista no sólo es mostrarse  arriba de un escenario. También está la calle donde a veces se logra mayor repercusión. Y en este ámbito, la violinista Rocío Saavedra logra sorprender a los viedmenses, poco acostumbrados a que en un paseo como el de la Buenos Aires,  les hagan escuchar “Piratas del Caribe”.

A la sombra de los edificios, el inconfundible “Libertango” resuena entre los transeúntes. No falta aquel que haga una pausa en su derrotero para escuchar,  observar y aportar una moneda frente al buen gusto musical.

En este caso, el instrumento se presenta como si fuera una prolongación de su cuerpo.Rocío suele moverse al compás de los bemoles, sostenidos y corcheas  contenidos en  una partitura musical.

La joven de 31 años ofrece un toque ameno. Quienes transitan la principal arteria comercial suelen encontrarla casi todas las mañanas, acompañada con su bicicleta, excepto los días de viento. Apela a su constante humor: “cuando hay viento decido quedarme en casa porque si no, después con el polvo en suspensión parezco una milanesa”, explica a Río Negro.

Arrancó en su Bahía Blanca natal  a los nueve años cuando su padre le compró un violín y la metió en un conservatorio. El mandato fue todo un éxito en su desarrollo  artístico y personal. Porque no en todos los niños, cuando hay órdenes de por medio, esos estímulos y objetivos aparecen en el tiempo con resultados positivos. Algunos son capaces de hasta romper el instrumento o los certificados.

Hay recompensa. «Viedma me recibió con los brazos abiertos», dice Rocío. Foto: Pablo Leguizamón.

No fue así con ella, que recibió con agrado el mandato familiar. El ambiente ayudó. En su casa paterna de la ciudad bonaerense, de raíces chilenas, estaba rodeada de música folclórica con quenas y charangos. Su papá, es el inspirador de una banda llamada “Verde tuna”. Llegó hasta un “Pre-Cosquín”, y se quedó en la puerta del festival cordobés.

A medida de que la  ejecutante iba evolucionando en la formación buscó referencias. Optó por  la californiana Lindsey Stirling, quien hace coreografías con el violín. Asimismo, sigue  a  la intérprete de origen chino, Vanesa Mae. Expresa su encanto: “Ellas lograron destacarse en su arte inclinándose por lo popular”. En Bahía  actuó en escuelas y ensambles. Su economía empezó a flaquear, cansada de repartir su currículum para intentar otros trabajos, decidió encarar  con firmeza su profesión de violinista, probando tocar en la calle hasta que le tomó el gusto.

Hace un año atrás desembarcó  en Viedma acompañando a su marido Marcos Bustamante, oriundo de esta ciudad, y repitió la experiencia de Bahía para consolidarse como artista en la vía  pública. “En la calle,  la gente me invita a participar de ferias,  le gusta lo que hago, y Viedma me recibió con los brazos abiertos”, destaca mientras trata de incorporar otras partituras ligadas al folclore inspirándose en las propuestas de Sixto Palavecino y Luciano Pereyra.

Rocío empezó a estudiar a los nueve años. Foto: Pablo Leguizamón.

Asimismo, ha incorporado algunos trabajos del músico y luthier español Mario Gros Herrero, y para darle un matiz particular se apoya en pistas musicales. También obtuvo una buena acogida en el seno de la familia política, pues su suegro Jorge, está dedicado de lleno con su guitarra a los espectáculos folclóricos.

La veta artística de Rocío no termina en el violín. En cualquier momento se viene la actividad docente con el instrumento, y junto con las propinas de la calle y el empuje de su marido Marcos con la gastronomía, ayuda a la economía familiar con otro pasatiempo alternativo:   “Amaterasu Art”. Se trata de un emprendimiento de cuadros  pintados a mano empleando acrílico sobre madera, un poco de minimalismo colorido, y exhibe algunas pequeñas joyas con su propia interpretación de la artista Frida Kahlo y Homero, el principal personaje del comics “Los Simpson”.


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