Las huellas de la coreógrafa Susana Zimmerman en el Alto Valle

La reconocida coreógrafa, bailarina y directora fallecida el 26 de agosto pasado, se presentó en dos oportunidades en la región. Pionera de la danza moderna, RÍO NEGRO la entrevistó en 1987, tras la consagratoria presentación en el Teatro Cervantes.

Se marchó a un viaje eterno Susana Zimmerman.
Conociendo la noticia de su partida, una extensión de ella se propaga con recuerdos en cientos de hilos, tejiendo una red que la suspende para no dejar caer su historia en la Danza, en las Artes Escénicas.


Susana Zimmerman había nacido en Buenos Aires, en 1932. Sus primeras maestras fueron Renate Schottelius y Mercedes Quintana, Mary Wigman y Dore Hoyer (bailarinas y coreógrafas alemanas que se radicaron en Argentina). Su formación, influencia y sello más fuerte se lo atribuía a las técnicas y líneas expresionistas alemanas y a los conocimientos expresivos, desde el punto de vista coreográfico, al maestro Maurice Bejart, y al gran coreógrafo alemán Kurt Joss. Su formación se amplió a las artes escénicas con Juan Carlos Gené y Alberto Ure. Asistió al Centro Teatral Grotowski y estudió con Vitorio Gassman.
Fue bailarina, coreógrafa, pedagoga de la danza, directora de diversas compañías de ballet, de espectáculos de Teatro – Danza y Profesora Nacional de Filosofía y Pedagogía. Formó parte de un grupo de bailarines y coreógrafos, junto a Marilú Marini, Ana Kamien y Oscar Araiz, entre otros, y del Instituto Torcuato Di Tella(1958), siendo su directora del Laboratorio de Danza. Un centro cultural sin fines de lucro, expresión de la contracultura porteña. Espacio artístico precursor y vanguardista, con métodos heterodoxos de experimentación. Sus composiciones y espectáculos proponían un diálogo entre las artes escénicas, con objetivos que giraban en función de un encontrar un propio método de trabajo.
Invitada por la Comisión Provincial de Cultura, Susana Zimmerman estuvo en la ciudad de Neuquén, en 1968, presentando su espectáculo de danza moderna artística en el Salón de la Cooperativa de la Conrado Villegas. En esa ocasión presentó la obra titulada “Cunas y raíces”, integrado por “Raíces en la tierra”, “Vidalas anónimas del Tucumán” de Leda Valladares, “Tangos de mi soledad, La mujer, La calle, El amor, Soledad”, “Pequeña Suite Americana” de Adolfo Reisin e interpretaciones sobre poemas de Nicolás Guillén y otras más, con una visible tendencia a la tradición identitaria de una cultura nacional.


También estuvo aquí, en Roca. Pero lo hizo con una propuesta muy diferente a la que había presentado en Neuquén. Experimental, fuera de lo convencional, quizá relacionada con sus experiencias en los laboratorios de Danza del Di Tella.
Juan Carlos Nicolau Bidone, Secretario de Artes de Casa de la Cultura, bajo la coordinación de Norberto Tilo Rajneri, rememoraba la ocasión en que la bailarina presentó su espectáculo en la sala 2. Fue en los comienzos de Casa de la Cultura (década del 70. No hay registro impreso de la fecha exacta): “Presentó un espectáculo en el que tuvimos que conseguir cubiertas de vehículo, ya que con ellas, simulaba un parto”, decía.
Con esa naturalidad con que relata una experiencia artística algo inusual para la época, en cuanto a lo experimental del movimiento, Nicolau Bidone contaba que, en medio de la función, la bailarina alzó su voz y, a los gritos, se dirigió a los técnicos que operaban esa noche, reclamándoles en plena escena que no le habían puesto la música y las luces que ella había elegido. Dueña de un temperamento firme de convicciones, se dirigió en la búsqueda de un lenguaje que hablara de sí misma y con propuestas artísticas que manifestaban el compromiso asumido con los tiempos que corrían y que más tarde la llevarían al exilio.

El cine tendría que dar un vuelco hacia el Ballet, porque tiene un vínculo primordial en la captación del movimiento».

Susana Zimmerman.


En aquella actuación en Casa de la Cultura representó un parto de manera explícita, desde una clara postura feminista. Juan Carlos recordó así que lo que vio: “Era super moderno para la época. Era Danza Moderna. Aún hoy pocos la entienden, ¡imaginate hace treinta años atrás!”.
Pasaron mucho más que treinta años y remontarse a esos momentos y a su contexto, valida esa admiración. Seguramente el público presente se haya mostrado estupefacto ante esa propuesta tan controversial para la época, en una ciudad ubicada tan lejos de las grandes capitales, donde quizá allí, sí, se veían ofertas artísticas disruptivas.
Otro hecho que se vincula también con la bailarina y coreógrafa, fue la visita a esta ciudad de su compañera y colega Ana Labat, quien presentó su espectáculo en el Club del Progreso junto al grupo de Ballet Contemporáneo. Ana, junto a Susana y Oscar Araiz crearon el “Ballet de Hoy” (1965-1968) y la Asociación Amigos de la Danza (1962-1968) junto a otros/as colegas como Renate Schottelius, Cecilia Bullaude, Rodolfo Danton, Martha Jaramillo, Stella Maris, Doris Petroni, Ana Itelman.


Pioneras de la Danza Moderna/ Contemporánea ( o como eligieran nombrarla, si lo hacían), discípulas de otras pioneras en nuestro país, seguramente fueron las primeras que iniciaron giras por estas tierras del sur. Con propuestas artísticas que no estaban relacionadas con el show que acostumbramos a ver hoy, mediado por el entretenimiento de talentos, del ocio enajenante, de la industria globalizada del espectáculo; sino de la “Obra”. Creaciones con criterios estéticos o sociales, o ambos a la vez, y con miradas críticas en función de producir para las transformaciones.
En 1987, el periodista Julio Pagani le hizo una extensa entrevista para Río Negro, luego de la presentación de su espectáculo “Cantata de Buenos Aires”, en el Hall del Teatro Cervantes. El artículo se titula: “Llenar el cuerpo de intenciones”, síntesis que describe la vida y la obra de esta artista incansable y original que hablaba en estos términos, de la búsqueda de significados en su cuerpo, en su movimiento y en las acciones o resultados de eso. Reflexionaba acerca de que su experiencia estaba relacionada con todo un proceso, probablemente vinculado a los años de aprendizaje, experiencias, búsquedas personales y la propia historia, que vira o reafirma impulsos.

Se ha confundido siempre a la gente del arte y espectáculo con los modelos o estrellas, haciendo más difícil al artista de danza moverse en el medio».


Zimmerman regresó al país en 1983, con el retorno a la democracia, convocada por el escritor y dramaturgo Carlos Gorostiza, en ese momento secretario de Cultura de la Nación del gobierno de Raúl Alfonsín, para hacerse cargo del Área de Danza. Contó que en los comienzos de su actividad no había fondos de ningún tipo. Fue una etapa marcada por la organización de proyectos y tareas de difusión a través de ciclos de video, cine y debates, organizados en el Correo Central, que tuvieron mucho éxito.
Programó espectáculos en el Teatro Cervantes, homenajeando a grandes artistas argentinos/as de la Danza y comenzó una tarea de vinculación con otros organismos, especialmente latinoamericanos. “El cine tendría que dar un vuelco hacia el Ballet, porque tiene un vínculo primordial en la captación del movimiento…si los directores de cine se tomaran en serio todas las implicaciones que puede tener el lenguaje coreográfico … en conjunto, resultaría algo muy importante”, contaba en aquella entrevista con Pagani.
Piensa que el lenguaje de la Danza debería promocionarse en espacios populares, ya que ha sido una actividad, nada promocionada con respecto al quehacer argentino. Así, destacaba que “se ha confundido siempre a la gente del arte y espectáculo con los modelos o estrellas, haciendo más difícil al artista de danza moverse en el medio… excepcionalmente se apoya a grupos o equipos y esto forma parte de nuestra incultura democrática”.
Y con esa concepción que tenía de la importancia de los grupos fue que fundó el ballet de Cámara Argentino y Comienza a proyectó la Ley de Ballet Nacional. “Es más interesante hacer cosas de coreógrafos argentinos y tiene más valor, ya que hubo un gran vacío entre generaciones y muchas obras se han perdido. Además existe la posibilidad de hacer estilo contemporáneo, danza-teatro”, contaba en aquella nota con Río Negro.
Analizaba la situación macro en cuanto al aspecto artístico y, desde su rol como funcionaria pública, expresaba: “Los argentinos necesitan poder experimentar, probar, jugar y no es que lo prohíban… es la rigidez que comparten bailarines y público y tiene que ver con todo lo que hemos vivido en la Argentina.”
Su ausencia hacen visibles sus acciones imprescindibles. Poner sus principios, ética y pensamientos en la agenda. Participar a las nuevas generaciones de los caminos allanados por otros y otras para comprender el presente.
Es necesario mantener firme esa trama de las historias individuales de las/los que pulsaron por la Danza y nos precedieron, aprender de sus recorridos. Lo hacemos desde su paso por estas tierras valletanas, desde una mirada local y posicionados en esta geografía patagónica, proponiendo construir desde la valorización de lo propio y su identidad, sin desconocer lo ajeno, aprendiendo de ello pero sin emularlo.
Despedimos a Susana Zimmerman recordándola “en gira” y retomamos los principios que la movieron a producir cambios para buscar los nuestros.

María Laura Balmaceda

Bailarina, profesora, coreógrafa, investigadora. Especialista en Comunicación y Culturas Contemporáneas.


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