«Las Pelotas» ofreció una fiesta inolvidable

El grupo de rock juntó a 2.500 personas en el gimnasio del Club Independiente de Neuquén. Fue un show caliente con lugar para clásicos y canciones que van camino a serlo. La fuerza dio lugar también a un ex

NEUQUEN (AN).- Las Pelotas -ese grupo de rock que pasa con la misma demoledora sutileza de los dolorosos abismos de su oscuridad al encanto enceguecedor de su luz- ofreció una fiesta inolvidable el viernes a la noche, que dejó un tendal de extasiados con cara de zombis caminando por la calle sin saber muy bien qué hacer con todas esas hormigas del lado de adentro del pecho, pero con la certeza de una felicidad avasalladora bañándoles la piel La ceremonia del viernes -a la que concurrieron algo más de 2.500 personas-, a diferencia del recital que la banda ofreció hace casi dos años en el mismo gimnasio fue, al menos, más conmovedora, aunque propiciada con la misma sangre de siempre. Desde arriba y desde abajo del escenario.

Las Pelotas presentó un set que mezcló, de atrás para adelante y de adelante para atrás, viejas y nuevas canciones. Muy poco del grueso del repertorio de la banda quedó afuera. Estuvieron esos temas que cualquiera les pediría junto con los que van camino a constituirse en clásicos si ya no lo son.

Lo que el estadio del Club Independiente pierde en sonido lo gana en intimidad. Y por eso, a diferencia de otros escenarios, el de la Caldera ofrece como pocos la oportunidad de observar ese espectáculo dentro de otro espectáculo que es la comunión de una banda y sus seguidores Con el correr de los temas, el sonido se fue asentando hasta alcanzar ese sesgo por momentos furioso, por momentos machacante y encantador que termina por dar forma lisa y llanamente a una manera de hacer y vivir la música Durante dos horas -y con el telón de fondo de tres pantallas de video por las que desfilaron indistintamente primerísimos planos de ojos derritiéndose en su propio ácido, millones de desconocidos caminando en cámara rápida por cualquier calle del mundo, extractos de video juegos, y los rostros del estadio-, fueron decantando las canciones de todos sus discos. También hubo espacio para un exquisito set acústico que dio margen para tomar algo de aire fresco en un show por demás caliente. En ese tramo del recital lo que hasta entonces había resultado en un exaltado estado de gracia, se volvió todavía más íntimo y un azul de luces descendió sobre el escenario Antes, durante y después, entre otros temas, sonaron: «Sin hilo» y «Shine», de «Corderos en la noche»; «Orugas», «Escaleras», «Músculos», y «Sombras», del disco «Máscaras de sal» («un tema que hace mucho no tocamos», dijo Germán Daffunchio); «Voyeur», de «Todo por un polvo»; «Hawaii», de «Amor Seco»; y por supuesto, «Será» y el bellísimo «Abeja» de «Esperando el Milagro» Poco antes de irse dejaron repiqueteando en los tímpanos del mundo, una versión-homenaje más que adecuada de «El ojo blindado», de Sumo. Y pese a que la fiesta había terminado nadie creía en eso.

 

Fernando Castro


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