Las tribulaciones del policía Del Busto

Por Francisco N. Juáreza

La actuación de la policía fronteriza de Río Negro resultó desafortunada: poco apoyo, grandes críticas y eficacia discutible. Con jefatura asentada en Bariloche asignada a Adrián del Busto en junio de 1911, las fronterizas serán un oscuro capítulo si se escribe la historia de esas legiones. Complejos intereses, apropiaciones y andanzas de bandidos -mayoritariamente chilenos-, diluyó el celo del jefe policial en una mezcla de impotencia y equívocos, con subordinados incontrolables y muchos excesos.

En el Chubut, el austríaco Mateo Gebhard colega de Del Busto, provocaba desprestigio. Pero Gebhard fue premiado por cierta elite estanciera y resultó oficialmente reconocido. Corrió el bandidaje hacia Río Negro y perjudicó a Del Busto con mayor trabajo y peor resultado (terminó acusado y degradado). Las denuncias cruzadas y los reclamos transandinos obraron en su contra. Lo investigó el juez federal y -apasionado como era- Del Busto se enemistó con el letrado. Su estrella de alto funcionario cayó en picada.

Caos cordillerano

Resulta nada fácil analizar las razones que asistieron a víctimas y victimarios. Las órdenes tardaban en llegar desde los escritorios gubernamentales. No se entendía el carácter preciso de los sucesos ni cómo había que adecuar la acción, las normas y las directivas para tan desolados escenarios. Para colmo interferían influencias y no siempre los funcionarios tenían respuestas para el poder central. Las tropas mal reclutadas actuaron con tanto desacierto, abusos y poco apego a la ley, que multiplicaron el caos de la frontera.

Las armas pedidas por Del Busto apenas llegó a Bariloche, el Ministerio las requirió al gobernador de Neuquén -Eduardo Elordi-, quien recién cumplió el 2 de setiembre (expediente 6745 de Interior). Un cajón de 25 carabinas Máuser, igual número de correajes completos, 5 cajones de tiros de guerra y 6 cajones de monturas transportadas por el tropero José Rodríguez que cobró 30 centavos por kilo.

El gobernador rionegrino Carlos Gallardo ya había cedido a Del Busto gastar 250 pesos en armarse por urgencia. Lo autorizó por telegrama del 12 de julio y el peticionante compró 15 revólveres Smith Wesson calibre 38, reformados.

Fue en ese estado precario que el flamante jefe comenzó la campaña en medio de las denuncias -algunas totalmente falsas- que lo llevaron a las peripecias narradas en esta misma página dos semanas atrás.

De todo llevó un pormenorizado apunte de órdenes, acciones e inconvenientes que halló a su paso. A su debido tiempo los incorporó a sus informes oficiales.

Los primeros problemas le precedieron cuatro días antes de asumir cuando el estanciero de Ñorquinco Julián P. Gonzalorena Viel volvió del Manso a dónde galopó en persecución de bandidos en fuga con 22 caballos que le robaron. Desencatado telegrafió a Viedma que «los bandidos contramarcan las haciendas y munidos de guías los pasan a Chile por el camino (sendero de herradura) de Cochamó (Chile). Este año robaron más de 300 caballos y cerca de 1000 vacunos -continúo Viel- sin que la policía los persiga». Denunciaba también que cometieron 2 asesinatos y 4 malhechores asaltaron a don Bernardo Hube en su casa (de El Bolsón). Hicieron una descarga y huyeron dejando 2 caballos ensillados. Del Busto llevaba 2 semanas en Bariloche cuando Jorge Gibelli denunció al gobierno territorial que la «escuela mi cargo» de El Bolsón había sido asaltada por bandidos chilenos (expediente 016517 de Viedma). La denuncia era tardía porque daba como fecha del atraco el 25 de mayo, pero los delincuentes todavía «encuéntrase en esta». Los pobladores de Bariloche angustiados; eran pasto de los rumores sobre estragos a bienes y vidas, ya endurecidas por la lejanía, la desolación y el abandono. Pero para principios de agosto Del Busto aseguraba que esa denuncia, como muchas otras, era una farsa ya que Jorge Gibelli acababa de ser apresado «por complicidad en el bandoleraje perseguido», como lo dijo al Ministerio del Interior desde Bariloche el 9 de agosto del año 11. Gibelli era uno más entre 40 apresados que estaban -algunos engrillados- junto al lago.

Escándalos de frontera

Durante ese invierno nuestro Lorenzo Anadón, diplomático en Chile, buscaba apoyo del gobierno transandino en la lucha contra el bandolerismo, mientras los apresados en Bariloche lograban filtrar su penurias en los diarios capitalinos que entorpecían esas gestiones. Anadón informaba al canciller Ernesto Bosch (nota 155) que los 1700 carabineros no daban abasto «porque de todas partes piden más carabineros». En setiembre, el juzgado letrado de Viedma recibió más de 40 telegramas de cada apresados por la policía fronteriza rionegrina: alegaban vejaciones. Uno de ellos era el director de la escuela de El Bolsón -Gibelli- que se quejaba porque «hace cuarenta días que me encuentro detenido incomunicado rigurosamente…». Pero apenas era uno entre tantos, como el ex comisario Guillermo Marty que aducía no habérsele tomado declaración alguna y llevar igual tiempo entre rejas. Tanto él como Luis Morchio, había logrado que se publicara en Chile que eran funcionarios «patriotas». Nuestro embajador pidió datos a la Cancillería y ésta a Interior y le comunicaron que Marty había sido apresado en Cholila por complicidad con los bandoleros y Luis Morchio había sido juez de paz de Bariloche en el año 1907, pero sumariado y preso en 1908 de acuerdo de los artículos 274 y 275 de código penal. Del Busto detectó todas las exacciones ilegales contra pobladores que ambos cometieron en la región.

Para octubre, el jefe de la fronteriza redactó un extenso informe sobre la actuación de su policía y programó un esquema de reforma estructural, aumento de dotaciones y comisarías en distintos lugares de la cordillera. El plan, quizás exagerado, durmió en la estantería. Para dos años después, cuando lo redujo la propuesta sin que hubiera tiempo para conseguir conformidad, Del Busto ya era un funcionario en la picota.

Triste y solitario final

Aunque en el invierno de 1913 los delitos cordilleranos habían decrecido un tanto, el jefe policial tenía un duro cruce con el juez letrado de Viedma. Esperaba la resolución sobre un cambio laboral que lo perjudicaba: supo que se intentaba degradarlo a la vez que el austríaco Mateo Gebhard lo jerarquizaba. Había hecho el penoso viaje a Buenos Aires mascullando bronca y el 10 de abril de 1913 el Ministro del Interior le comunicó su traslado. Del Busto se exaltó, gritó, protestó ante Ruiz Moreno y se retiró ofuscado. Recapacitó en la casa porteña de sus familiares (Ecuador 481) y a la mañana siguiente le escribió al Director de Territorios, Isidoro Ruiz Moreno. «Distinguido doctor: El estado de mi ánimo ayer, habrá comprometido seriamente el concepto que pueda haber merecido de Ud. mi educación..», pero basaba en la novedad impuesta «mi actitud violenta». Lo habían propuesto como comisario inspector de Formosa mientras «al oscuro extranjero Mateo Gebhard, que como todos los de su clase no son si no mercenarios que, con sus audaces mistificaciones y farsas, sorprenden la buena fue de la Superioridad que les da margen para satisfacer sus anhelos de lucro, que roban y deprimen la dignidad nacional». Agregaba datos sobre los juicios contra quien calificó como «miserable y cobarde torturador» que hasta ebrio había cometido improcedencias de las que había registro en «la Presidencia de la Nación» y entonces a Gebhard se lo nombraba Jefe Superior de las Policías Fronterizas del Sud. Si esperaba amargante el traslado vejatorio era «sólo por el sostén de mi esposa y de mis ocho hijos».

Se lo acusaba ya desde en marzo de 1912 cuando el médico belga José Vereertbrugghen, quien como profesional de aquella policía lo defendió con una larga carta en francés destinada al embajador argentino en Chile. Valdrá la pena alguna vez transcribirla, aunque ahora baste esto que señaló el belga de Del Busto: «…ha resistido todas las tentativas y todas las formas de corrupción más audaces». Tres años después, el expediente 12550 de Interior (1915) guarda la renuncia que ese año -en Posadas- presentó Adrián del Busto como «escribiente» del territorio norteño.

Fnjuarez@interlink.com.ar

Sociales de esta semana

– La Voz Andina del 30 de agosto de 1947 refirió que durante la carrera ganada por el campeón suizo Adolf Odermatt el 24 de agosto, los miembros de la FASA que aceptaron ser árbitros, secretarios generales y jueces de llegan, abandonaron la prueba. Solo quedó el cronometraje.

– Sam Füller llegó en esta semana de 1938 para hacerse cargo del bufete del Modesta Victoria.

El séptimo aniversario del CAB había sido festejado con mucha cerveza y baile Sandler con Schuhplatter (fórmula que animó Otto Meiling). Una orquesta para fiestas resultó de una mezcla cívico-militar con músicos de la banda del cuartel local.

– En 1941 el 10º aniversario del CAB, tuvo cena en el hotel Bella Vista y discurso de don Emilio Frey (se mantenían 40 de los 114 socios que se inscribieron en 1931).

– La Prensa del 24 de agosto de 1908 denunciaba el intento de despojo del colono Jacinto Rodríguez. El hotelero pionero Juan Riveiro telegrafió -defendiéndolo- al Ministerio del Interior. Los comerciantes Flores y Criado de Paso Limay denunciaban que el ex habilitado de la policía Juan Bandera los defraudó en mucho dinero.


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