Le dijeron que tenía cáncer de pulmón y era hantavirus

Es Víctor Díaz, el "paciente cero" del brote de Epuyén que, a fines 2018, provocó 12 muertes en Chubut.

Esa mañana, un médico la sacó de la sala donde su padre estaba internado en el hospital de Epuyén y fue terminante: “Tu papá tiene cáncer de pulmón, con metástasis en el hígado”.

Se tomó unos minutos para digerir el diagnóstico -que tiempo después sabría que era erróneo-. Isabel decidió no contarle nada a su papá, Víctor, el paciente cero del brote de hantavirus de Epuyén que dejó un saldo de 12 muertes y 34 casos.

Corrían los primeros días de noviembre de 2018. Este hombre, jubilado de 69 años, se sentía resfriado. Un domingo optó por ir a la guardia donde simplemente le pidieron que regresara al día siguiente en el horario de atención al público.

“No me dieron nada. Ni me revisaron ni me tomaron la presión. Solo me dijeron que el lunes era el día del laboratorio”, recordó. Esa misma tarde, empezó a sentir nauseas, mucho dolor muscular y pese a ser una persona muy activa, solo quería estar acostado.

Al día siguiente, en la guardia de Epuyén llegó el primer diagnóstico: gastroenteritis. Pero Víctor continuó desmejorando con el paso de los días. Casi no comía y “le faltaba el aire al respirar”. De todos modos, seguían administrándole ibuprofeno.

Víctor Díaz, el «caso cero» de hantavirus en Epuyén, recuerda junto a su hija el primer diagnóstico. (Foto: Marcelo Martínez)

“El viernes, uno de los médicos me dice que los análisis habían salido mal y que mi papá tenía cáncer con metástasis. Mi mamá que era enfermera me decía que no podían saber sólo con esos valores de los análisis. Uno de los doctores decidió trasladarlo a Esquel, donde ingresó directo a terapia”, recordó Isabel.

Volvieron a realizarle estudios y la médica de terapia explicó a la familia que “como los pulmones estaban afectados podía ser neumonía, una gripe A o hantavirus”. El hombre estuvo cuatro días en terapia intensiva, tras una mejoría pasó a terapia intermedia y finalmente a terapia común, hasta lograr el alta médica.

Víctor Díaz, estuvo tres días en terapia intensiva y de apoco fue recuperándose del hantavirus. Foto: Marcelo Martinez

“Dos días antes del alta, llegaron los análisis. El infectólogo dijo: ‘tuviste hantavirus pero la pasaste, Víctor’. Hasta fines de enero, seguían diciendo que no era contagioso. Acá hubo una total imprudencia de Salud. Nosotros somos pacientes. Gente común. No tenemos por qué saber”, objetó Isabel, sin poder contener el llanto.

Un año después del brote que marcó un antes y un después en el pueblo chubutense, Víctor desconoce cómo se contagió de hantavirus. Desmintió ser peón rural, como se dijo en un primer momento. También negó haber estado limpiando un galpón. Reconoció que había estado recolectando hongos, como hace siempre para ayudar a su hija, pero es una “tarea habitual”.

En esa oportunidad, los especialistas montaron un laboratorio en la casa de Víctor para analizar roedores. “Yo no tengo ratas así que no me dejen ninguna”, les advirtió Víctor en ese momento.

Siempre con una actitud positiva pese a que en junio se quemó su casa, este hombre reconoce que hoy están “saliendo de todos males”.

Cuando a le dieron el alta a fines de noviembre, Isabel empezó a sentirse mal. La internaron tres veces aunque con un diagnóstico de infección urinaria.

“Tenía temperatura y como me dolía el hígado, pensé que el cordero del cumpleaños de mi ahijada me había caído mal”, relató. De todos modos, fue a la guardia y con los resultados de los análisis, le indicaron antibióticos.

Le dieron el alta aunque la mujer seguía levantando temperatura, sentía un fuerte dolor de espalda y sus piernas se debilitaban. La mujer de 47 años recuerda que esos días, incluso tomó mate con sus tíos y su madre.

El «paciente cero» de hantavirus del brote de Epuyén contó su historia junto a su hija. Foto: Marcelo Martinez

El 2 de diciembre, mientras permanecía internada a la espera de alguna mejoría, una prima suya que ocupaba otra sala murió. El diagnóstico inicial fue apendicitis aunque se trató de hantavirus.

“El médico que le salvó la vida a mi papá al derivarlo a Esquel, me dijo que quería hacerme estudios nuevos y placas. Mi pulmón derecho estaba todo tomado. A la semana de estar internada por última vez, me dijeron que había dado positivo el análisis de hantavirus y que lo había pasado”, señaló.

Las penurias no acabaron ahí. La madre de Isabel cayó enferma el 26 de diciembre y murió nueve días después. “Ella estuvo en el velatorio de Aldo Valle, a cajón abierto. Yo creo que mi mamá se agarró el virus ahí, como pasó con las dos hijas de él, unos familiares de Maitén y un remisero. Con ese cajón abierto, hubo un brote impresionante”, puntualizó Isabel.

Recién el 10 de enero, las autoridades decidieron prohibir los velatorios. “Cuando mi mamá murió, -recordó Isabel- la doctora me preguntó si la íbamos a velar. Era la paciente número 6 y seguían preguntando”.

En esa oportunidad, Isabel señaló que “más allá del dolor por no poder velar a su madre, quería hacer las cosas bien para que no caiga más gente. Se tenía que cortar. Salud tuvo toda la culpa. No hubo precaución al velar a cajón abierto como pasó con Aldo”.


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