Lecturas recomendadas: poemas que nos hacen eco

Durante los últimos encuentros de su taller, Cecilia Boggio revisitó poemas que quedaron en el inconsciente de los lectores. Con poesía de todas las épocas y de todos los géneros, surgieron grandes ejemplos. Y vos, ¿tenés algún poema que aún hoy recuerdes?

Hoy cambio el rumbo de mis comentarios. La mayoría de los lectores adultos, entre los que me incluyo, le damos más espacio a la narrativa que a la poesía, y sin embargo, casi siempre, recordamos alguna estrofa, algún verso de poemas que han entrado en nuestras vidas.


Por eso en el último encuentro del “Taller Leyendo a…”, en el que gracias a la tecnología y a la pericia de sus integrantes logramos reunirnos una vez por mes vía Zoom, mi propuesta fue traer dos poemas que todavía nos “hacen eco”. Fue tan grato ese encuentro con ecos compartidos que hoy también se lo propongo a ustedes, pacientes lectores.

En principio, dejamos en claro que la poesía es una “expresión artística de la belleza por medio de las palabras”, según afirma el Diccionario de la Real Academia Española.

¿Cómo fuimos adquiriendo la capacidad de apreciarla, de guardarla en nuestra memoria? No me cabe duda de que en muchos casos fueron las nanas que nos cantaban o los versos con rima que alguna abuela nos enseñó: “Qué linda manito” o “Tortita, tortita de manteca”, sea cual sea el caso, el ritmo siempre estaba presente. En la familia no faltaban padres, tíos, hermanos mayores u otros parientes que nos leían versos que memorizábamos y nos regalaban además de libros de cuentos, algunos con poemitas.

Ni hablar de cuando aprendimos “En el cielo las estrellas y en el campo las espinas”. También fueron los cantos de las rondas infantiles como “se me ha perdido una niña, cataplín, cataplín, cataplero” y tantas más, en esas rondas infantiles que se van actualizando.

Nacido en 1580, Francisco de Quevedo es uno de los más destacados autores de la poesía en castellano.


Hace unos años un grupo de chicas y chicos entre los siete y ocho años me sorprendieron cuando los escuché cantando una ronda cuyo estribillo incluía a Lady Di.

La escuela primaria también nos acercó a este género con las poesías patrióticas que recitábamos en los actos, pero también leíamos y recitábamos poesías infantiles. ¿Cuándo fue que aprendimos “Cultivo una rosa blanca” de José Martí?

Luego, la secundaria nos presentó a autores que acaso no conocíamos. En mi época, además de las poesías de Bécquer, llegamos a García Lorca, Machado, Juan Ramón Jiménez, Darío, Nicolás Guillén y varios más.

Allí empezamos nuestras lecturas individuales y la búsqueda de nuevos autores. Fue la época en la que algunos también intentamos escribir poemas “existenciales”.

Becquer, otro de los referentes de la poesía.


Con esta propuesta fue que durante marzo hicimos ese recorrido, y el último martes del mes tuvimos el encuentro. Allí comenzamos a escuchar algunos de los poemas seleccionados entre los participantes conectados.

Como coordinadora empecé la rueda de los ecos, y para ello elegí dos poemas de amor, el barroco soneto de Quevedo “Amor constante más allá de la muerte” cuyos dos últimos versos dicen, acerca de los huesos de un ser que ha amado:

“Serán cenizas mas tendrá sentido
Polvo serán, mas polvo enamorado”.

El otro poema fue de Pedro Salinas, de su libro “La voz a ti debida” que comienza con la siguiente estrofa:

“Para vivir no quiero
islas, palacios, torres.
¡Qué alegría más alta:
Vivir en los pronombres!”.

Así comenzamos a escuchar algunos de los poemas seleccionados entre los veintinueve participantes conectados. Poemas que reflejaron momentos de plenitud, de soledad, de alegría, de nostalgia por lo perdido, de dolor. Fue algo que nos sorprendió hasta emocionarnos.

Jorge Luis Borges, uno de los grandes escritores de la historia.


¡Cuánto agradecimiento a aquellos autores cuyos versos estuvieron presentes en nuestras vidas! En varios casos hubo, en esas lecturas, un reconocimiento especial a los profesores que los hicieron conocer.

Para dar algunos ejemplos, aunque estoy segura de que me olvido de varios más, les cuento que se destacó la presencia de distintos poemas de Borges, también se reiteró la de Santos Vega de Olegario V. Andrade, y de Quevedo y su famoso Soneto “A una nariz”.

Hubo ecos de Bécquer, José Martí, Nicolás Guillén, Miguel Hernández, Antonio Machado, Federico García Lorca, Pablo Neruda, Alfonsina Storni, Juana de Ibarbourou, Conrado Nalé Roxlo, Baldomero Fernández Moreno, Francisco Luis Bernárdez, Oliverio Girondo, Juan Gelman Víctor Heredia, Patricio Manns, Osiris Ramírez Castillo, y Atahualpa Yupanqui.

No faltaron los romances españoles, como tampoco Almafuerte y Héctor Gagliardi y también nuestros Cristian Aliaga, Clara Vouillat y Haydée Massoni con su poema “Yo no me iría”.


Cerramos el encuentro, recordando la definición de poesía mediante los versos ultraístas del primer Borges en “Campos atardecidos”:

“El poniente que no se cicatriza
aún le duele a la tarde,
Los colores, temblando se acurrucan
en las entrañas de las cosas”.

“En el dormitorio vacío
La noche cerrará los espejos”.

Mi propuesta de este fin de semana es esta: busquen esos ecos que la poesía ha dejado en sus vidas y si pueden, compártanlas. Les aseguro que tendrán una muy grata sorpresa.


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