«Llevate el sobre»
– ¡Es en lo único en que coinciden Pichetto y Rosso – decía el gordo Boedo cuando entré al quincho…
– ¿Y Remo qué dice? – preguntó «Parroquia»
– Y… Costanzo está caliente. Me lo encontré en Lavalle saliendo de un cine…
– ¿Qué había ido a ver?…
– «Hombres de honor», con De Niro…
– Yo cada vez que voy a Buenos Aires también me encuentro con Remo dando vueltas por Lavalle… Hace poco me lo encontré sacando varias entradas para ver «El cartero» … «Vine con los muchachos», me dijo señalándome con la cara un costado del cine…
– ¿Y quiénes estaban con Remo?…
– Flamarique y varios senadores… Alasino, Cantarero… Branda… Todos querían ver «El cartero» – señaló Ludovico…
– ¡Bueno, con la tana que trabaja ahí como para no verla… Es el monumento a las lolas!…
– Sí, pero por lo que me dijo Remo, no tenían interés en nada de eso…
– ¿Y entonces a qué fueron?…
– A analizar como se pueden recibir sobres sin que nadie te vea … a eso fueron…
– Volvamos a cuando llegué al quincho: ¿Por qué está irritado Remo con Pichetto y Rosso? – pregunté.
– Sucede que días pasados se le presentaron ambos en las oficinas que tiene en el Senado y tomaron medidas del lugar y etc, etc… Una tarea elemental si admitimos que uno de los dos va a suceder a Remo en ese ínclito lugar. Hasta ahí, no hubo problemas… Remo los atendía muy bien. Lo duro surgió después… Empezó cuando Rosso y Pichetto hablaron de cómo «limpiar» el lugar…
– ¡Seguro que empezaron a pijotear lavandina y detergente! – dijo «Parroquia»…
– ¡No, que lavandina ni…! «Limpiar» el lugar de malas ondas… de energía negativa … ¿Cómo podés heredar las oficinas de Remo sin sacarte de encima toda la musaraña con que termina la senaduría de Remo, cómo?…
– ¿Y?…
– ¡ Y bueno… «Yo tiro sal en todos los rincones y cuelgo una ristra de ajos», propuso Eduardito Rosso… Y Pichetto acotó: «Yo refuerzo eso con un vasito de vinagre también en cada rincón y varias plantitas de ruda»…
– ¿Y cuál es el problema?… ¡Por lo visto, no había contradicción en las propuestas!…
– Sí, sí… el problema vino cuando de golpe, los dos lo miraron a Remo y a coro le advirtieron en el seco y duro lenguaje del soldado prusiano: «Remo, cuando te vayas, no nos dejés el sobre»…
– «¿Qué sobre?… Yo me manejo con e- mail», respondió Remo.
– «¡Vos sabés de qué sobre hablamos, Remo!… ¡No somos giles de lechería!», le dijeron Pichetto y Rosso, y Remo se calentó y les tiró con su libro de cabecera.
– ¿Qué libro? – preguntó el gordo…
– «El sobre que vino del cielo y me llevó al infierno»… la novela de Julien Largus… Flamarique la regala a sus amigos con una dedicatoria que firma con seudónimo…
– ¿Cuál?…
– Coimus
Eduardo Gilimón
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