Los «arrepentidos» agravan el escándalo por la quiebra de Enron

Ex directivos del gigante energético aportan datos.

WASHINGTON (EFE).- La Casa Blanca apoya las investigaciones para «llegar al fondo» de la quiebra de Enron y que se castigue a los responsables, pero advirtió al Congreso que no intente politizar el controvertido caso.

El portavoz de la Ca NUEVA YORK (ANSA) – Nuevas facetas están apareciendo en el escándalo Enron mientras las «gargantas profundas» y los políticos republicanos y demócratas, que saben mucho, intercambian a través de los medios mensajes que, en rigor, se parecen más a informaciones en código.

El sentido de las advertencias es muy claro y dice, sobre todo, que hay que ser prudentes porque los «esqueletos» financieros de la Enron están en los armarios, no sólo de la Casa Blanca ni tampoco sólo entre las filas de la mayoría.

Las investigaciones que se realizan sobre aspectos en apariencia secundarios del mayor crack de la historia de Estados Unidos se aceleran, gracias a la decisión de colaborar tomada por David Duncan, el jefe de los revisores de la Andersen, ex Arthur Andersen.

Duncan es el ejecutivo que dio la orden desesperada, el 23 de octubre último, de destruir miles de documentos que contaban los contactos Enron-Andersen después de haber sabido que la SEC, agencia que controla la Bolsa, había iniciado una investigación.

Después de haber sido despedido de la Andersen, Duncan se presentó a los investigadores de la comisión de Energía del Congreso, a los que les había hecho llegar seis cajas con documentos, y comenzó a contar lo que sabía.

«Mi cliente está colaborando, dijo el abogado de Duncan, Robert Giuffra, y su posición es que no hizo nada equivocado: sólo cumplió órdenes».

Esta es una línea defensiva que suena como una amenaza para la Andersen, una de las cinco mayores sociedades de revisión del mundo, que se encuentra cada vez en más dificultades. El Comité, uno de los seis que investigan el caso, también quiere entrevistar a Sherron Watkins, la ejecutiva que alertó al presidente de Enron, Kenneth Lay, sobre los problemas de contabilidad de la empresa.

En las primeras repercusiones, el presidente de la auditora, Joe Berardino, hizo comprar ayer una página en los diarios más importantes y publicó una carta abierta a los clientes, para asegurar que la sociedad «dará todos los pases necesarios para mantener la confianza en la integridad» de la Andersen. Pero los problemas para la Andersen parecen acumularse.

Una sociedad petrolera de Oklahoma, la Samson Investment, inició una acción legal contra la sociedad de revisión, declarándose dañada por la frustrada vigilancia que Andersen realizó con la Enron.

Según los analistas, es la primera señal de una avalancha de problemas judiciales que la sociedad podría tener que afrontar, comprendidos los posibles aspectos penales vinculados a la historia de la destrucción de los documentos, por que Duncan no parece dispuesto a pagar por todos. En espera de que la próxima semana comiencen las audiencias en el Congreso y con el caso Andersen en la primera página de los diarios, el frente político parece en un segundo plano.

Los interrogantes sobre si y cuando la Casa Blanca sabía de la crisis de Enron, el mayor financista de las campañas electorales del presidente George W.Bush, no superaron por el momento el umbral del embarazo. El portavoz de Bush, Ari Fleischer, repitió ayer que la información se detuvo en el jefe del equipo, Andy Card, e insistió en el hecho de que la Casa Blanca no se pondrá a verificar de manera indiscriminada los contactos con la Enron (ver aparte)

En los diarios, los demócratas alimentan campañas para mostrar las relaciones estrechísimas entre la Enron y uno de los exponentes principales de los republicanos en la Cámara, el diputado de Texas, Tom DeLay. Pero del otro lado, se acumulan las cifras sobre financiamientos recibidos por el demócrata Joseph Lieberman (que dirige una de las comisiones investigadoras) y por la campaña de Al Gore.

El total de 71 senadores y 188 diputados de ambos partidos que recibieron financiamientos de la Enron creó una suerte de equilibrio «bipartidario» en el Congreso. (ANSA)

Vacíos en el sistema financiero

El escándalo Enron, en opinión de los analistas, deja pequeño al llamado «asunto Whitewater» registrado durante la Administración Clinton, ya que parece tener muchas más ramificaciones que han obligado a abrir investigaciones tanto al Congreso como a los departamentos de Justicia y de Trabajo, y a la comisión de bolsas.

Aunque faltan varias piezas en el rompecabezas, la información divulgada a la prensa dejó al descubierto la débil integridad del sistema financiero capitalista. Para algunos observadores, si hay algo positivo en esta debacle es que propiciará una reforma de los métodos de contabilidad y los reglamentos que rigen la compraventa de acciones.

El colapso de Enron, hasta hace poco la séptima en ingresos en «Fortune 500», apunta a la necesidad de proteger la integridad de los fondos de pensiones y de las auditorías, así como de mecanismos para combatir el tráfico de influencias y el abuso de información privilegiada. La empresa se declaró en bancarrota el 2 de diciembre, tras descubrirse que exageró sus ganancias en cerca de 600 millones de dólares y ocultó, desde 1997, más de 1.000 millones de dólares de deuda.

El laberinto evidente en la estructura financiera de Enron -en la que múltiples asociaciones no figuraban en los libros de contabilidad-, permitió su eventual caída. La quiebra dejó a miles de empleados y accionistas con las manos vacías, mientras los ejecutivos de alto rango lograron vender a tiempo sus acciones, obteniendo ganancias de unos 1.100 millones de dólares, según las autoridades. Harvey Pitt, presidente de la SEC, que regula los mercados financieros de EEUU, anunciaría en los próximos días medidas para restaurar la confianza en los métodos de contabilidad y auditoría del sistema financiero. (EFE)

Los incómodos vínculos políticos

sa Blanca, Ari Fleischer, dijo que para el presidente Bush «es vital que el Departamento de Justicia llegue hasta el fondo del caso y haga lo necesario para investigar cualquier hecho criminal». «Si como resultado de eso alguien va a la cárcel, ése es el sistema de justicia estadounidense y así debe ser. Eso es lo que quiere el presidente, además de una revisión de la política» del sistema financiero, dijo Fleischer.

Preguntado sobre los contactos que hubo entre ejecutivos de Enron y miembros del gabinete presidencial, Fleischer indicó que el asesor económico de Bush, Larry Lindsey, estudió el impacto del posible colapso de la empresa.

Lindsey, no obstante, ha dicho que no discutió con los ejecutivos de Enron los problemas internos de la empresa. Aunque no precisó la fecha en que se realizó ese estudio, ni los resultados concretos, Fleischer dijo que, «por supuesto», la Casa Blanca consideró «las implicaciones del colapso de Enron para la economía» nacional.

Hasta ahora, la Casa Blanca había mantenido un hermetismo sobre cuánto sabía, y en qué momento, sobre los problemas financieros que aquejaban a la compañía energética.

Solamente había divulgado que los secretarios del Tesoro y de Comercio, Paul O»Neill y Don Evans, habían hablado con el presidente de Enron, Ken Lay, sobre los problemas de la empresa en octubre, antes de la quiebra. Bush, que es amigo de Lay, recibió de éste un total de 623.000 dólares para sus campañas electorales, por lo que quedó salpicado por el escándalo.


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