«Los mapuches y Villa Pehuenia»

En relación con la información publicada sobre la «usurpación de lotes en Villa Pehuenia», en la cual se les dio la palabra a los supuestos damnificados, quiero esgrimir algunos conceptos para arribar así a una opinión y quizá poder elaborar también una conclusión, si fuera posible.

En cuanto a la comunidad y a que -y cito textualmente- «los mapuches violentaron los candados del portón de acceso y se instalaron con sus animales», puedo objetar que eso en ninguna medida sucedió.

Eso de que los animales causaron daños irreparables es una falacia total y absoluta. ¿Por qué? Porque nosotros somos un pueblo originario, conocemos muy bien la importancia que tiene el medio ambiente y sabemos que los agentes externos -llámense usurpadores, pagadores de cánones, realizadores de acuerdos de dudosa ética y moral, sin participación de las comunidades originarias; en este caso, la comunidad Puel- son los principales violentadores del bosque nativo, abriendo caminos y arrasando lo que encuentran a su paso.

Hace más de 100 años que la familia Puel habita allí. Nuestra recordada ñaña Juanita Puel comenzó a trabajar la tierra a raíz de que su familia, residente en el lugar 100 años antes del acontecimiento que estoy relatando, tenía sus animales en hermosos pastizales de los cuales hoy poco queda debido a la tala indiscriminada de vegetación nativa, a la construcción de cabañas, la apertura de caminos para desafíos 4×4 y posteriores plantaciones de vegetación foránea.

En la foto puede observarse cómo el entrevistado violentó un pewen milenario para abrir caminos dentro del predio que usurpó con la ayuda de jueces de Paz, familiares y, como si él hubiera sido director de bosques por entonces, ¿se quedó con la tierra? Todo esto ocurrió sobre un sitio sagrado para nosotros: allí están enterrados dos abuelos de la comunidad Puel. ¿Necesitamos demostrar más pertenencia a ese territorio que esto? Miles de turistas han pasado por el camping Keculafken cada verano, haciéndose eco de la cruda realidad que padece la comunidad cada invierno, la falta de lugar para que los animales pastoreen -esto es, para que coman-. Ese complejo de cabañas, que ocupa hectáreas pertenecientes a la comunidad Puel, llegó mucho tiempo después, cuando entre «autoridades provinciales y/o nacionales» decidieron repartirse esa tierra a diestra y siniestra, total sólo había un par de indios que se cansarían y a la larga dejarían el lugar. Pero esas familias tienen el newen que todos los mapuches tenemos y se organizaron. Y vale decir que lo que esa comunidad quiere no es adueñarse de las tierras, porque para nosotros el hombre no es dueño de las tierras, no hay relación de señorío como en el derecho real, sino para formar un equilibrio que permita la existencia de todos los componentes del «Wallmapu».

La comunidad Puel es ancestralmente habitante de esas tierras, parte de ese medio ambiente. No me voy a meter en cuestiones jurídicas pudiendo hacerlo, porque mi profesión me lo permite; sólo hablaré de lo que como mujer mapuche me cansa y duele escuchar: ya basta de tratar a mis hermanos como usurpadores de una tierra que ancestralmente habitan y de justificar esos dichos aduciendo el pago de cánones. Ya basta de mentiras.

 

Valeria Anahí Neculqueo Quintrileo

DNI 26.935.791

Neuquén


Formá parte de nuestra comunidad de lectores

Más de un siglo comprometidos con nuestra comunidad. Elegí la mejor información, análisis y entretenimiento, desde la Patagonia para todo el país.

Quiero mi suscripción

Comentarios