Los nuevos médicos que le hicieron frente al debate sobre el aborto

Recibieron el título de la Universidad del Comahue con el pañuelo verde que simboliza el pedido de legalización.

Brotes verdes cubrieron el Aula Magna de la Universidad Nacional del Comahue en la última colación de grado de la carrera de Medicina. Los flamantes egresados recibieron sus diplomas con el pañuelo que lleva la consigna: “Educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar y aborto legal para no morir”.

Esta historia no comienza acá, sino un par de días antes, en Whatsapp.

Denise Piermarini tuvo la idea y se la propuso al grupo. La mayoría estuvo de acuerdo. ¿Pero de dónde los sacaría? “Pelé mensaje al toque. Le escribí a las chicas (Las Revueltas) y ellas pusieron la mesita para vender pañuelos. No es que cada uno cayó particularmente con el suyo, sino que era parte de la entrada, todo el mundo lo vio y se visibilizó, y de hecho se quedaron sin pañuelos. No solamente compramos nosotras, sino la gente invitada a la colación”, cuenta Maureen Dobrée.

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El tema, actualmente en debate en el Congreso, se aborda también en la facultad, que este año inauguró la cátedra libre de aborto.

“No fue un acto al azar, no fue una cuestión de moda, sino que somos gente que viene estudiando hace años, y si adoptamos esta postura es porque realmente consideramos que la evidencia es abrumadora. Yo creo que como médicos con orientación generalista no podemos salir a trabajar, mucho menos en un hospital público, y ponernos un paño en los ojos”, afirma Denise.

Sin paño y con pañuelo andan estos médicos, que tienen entre 26 y 30 años, para los cuales el eje de la discusión no es cuándo comienza la vida. Los abortos existen y deben ser seguros. “No podemos dejar de lado el hecho de que la gente muere por esto. Justamente fue un motivo político mostrar el pañuelo, porque lo que se planteó es que no mostrar nada también era hacer política. Era mirar a un costado”, explica Agustina Montero.

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Maureen agrega: “Este acto no fue el festejo individual, la foto con la familia. De repente fue recolectivo, eso es lo que lo hizo tan concreto. Después la gente comenta un montón de barbaridades, pero la verdad no te lo dicen en la cara”.

En el escenario nadie abucheó. Marina Raninqueo manifiesta que su mamá estaba contenta de verla reverdecida. “Lo entiende, y se compró un pañuelo y me sentí tan orgullosa. Y dije bueno, algo estamos haciendo acá, porque creo que a la gente más grande todavía le cuesta un poco más entender el tema del aborto”, asegura.

La objeción de conciencia, que es la negativa a realizar ciertas prácticas que ordena la ley basándose en convicciones morales o religiosas, ha sido un tópico recurrente en las exposiciones que realizan en la Cámara de Diputados los médicos que están en contra de la despenalización.

“Lo que todos tenemos que saber es que la objeción es para la práctica, ningún profesional de salud debería negarte la información y el asesoramiento correcto”, opina Maureen.

Noelia Magrini insiste en que ser objetora no implica obstaculizar el acceso al aborto. “Yo soy responsable justamente de contactar a mi paciente con otro médico general que se lo pueda hacer. No es imponer lo que yo pienso, porque yo soy objetora de conciencia y es la única respuesta que tiene mi paciente. Se le cierra la puerta”, sostiene.

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Gonzalo Soto, el único egresado varón que se suma a la charla, plantea un aspecto central: la denostación dirigida a los profesionales que están a favor de la interrupción voluntaria del embarazo. “Últimamente se está tratando de poner en tela de juicio el tema de la semántica del objetor de conciencia, pensando que son aquellos que obran en pos de su conciencia moral o su conciencia religiosa, entonces obran en pos de una ‘moralidad buena’. Con eso estigmatizan a los profesionales que garantizan los derechos”, señala.

Denise vivió la experiencia de cerca. Así lo relata: “Yo estaba rotando y llegó una mujer de 43 años embarazada, que venía mal a la consulta. Cuando le dijeron que estaba embarazada en ningún momento le ofrecieron otra opción, fue ‘Bueno nos vemos la semana que viene para el control’. Entonces cuando la paciente se fue me quedé hablando con dicha persona y le digo por qué no le ofreció más información, porque esa paciente claramente estaba mal. Y esa persona me dijo que no preguntaba lo que no quería escuchar, porque era objetora”.

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Para Amelia Nievas “Cada persona está atravesada por una historia y por una vida que es distinta a la nuestra. Entonces no podemos nosotros, ni quienes estén “a favor de la vida” o como quieran llamarlos, tratar de imponer algo. Es simplemente brindar información y que ellos puedan decidir qué quieren hacer”.

Las que nunca se resisten a proveer datos son las socorristas: una red de mujeres que en todo el país asisten a otras en los procesos de aborto con medicamentos. Mercedes Pepa destaca que el trabajo que realizan es fundamental: “Ellas le ponen el cuerpo todo el día, todo el tiempo y hacen un trabajo que es el Estado, a través de los hospitales públicos, el que debería garantizar: que las mujeres puedan interrumpir embarazos de una manera segura. Acompañan no solamente desde ‘Esta es la información, esta es la medicación’. No, acompañan activamente”.


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