Neuquén: Los otros peligros de la escuela en la que un portón cayó sobre una niña

La Escuela 154 de Neuquén, donde el viernes se cayó un portón sobre una niña, se inauguró hace 36 años y ninguna de las personas que trabajan en ella entienden muy bien cómo se ideó.

Tiene tres niveles que se unen por escaleras al pasillo principal de ingreso. Los escalones son un peligro constante para los niños que, como niños que son, suben y bajan corriendo a pesar de las advertencias. Pusieron rejas altas, que funcionan como barandas, para evitar caídas entre los pisos, pero ya están desoldadas.

En la galería, que quedó en un subsuelo, hay dos columnas con restos de pegamento de las protecciones que alguna vez tuvieron. Se suman otras dos, las del escenario ubicado de espaldas a otras escaleras que no van a ningún lado. Este sector se inunda cuando llueve porque los restos de la cancha de básquet, que se rompió al mes de inaugurada, formaron un desnivel y tapan las canaletas.

Además, como la escuela es un centro social, el peligro también es para los vecinos del Parque Industrial. El portón de la cancha de fútbol cuelga de una soldadura precaria luego de que un camión tirara el paredón que lo sostenía. Del anfiteatro ya se han registrado caídas y en el pasillo que quedó a un costado, a un metro de profundidad, pueden verse restos de vidrios.

Un dolor que se podría haber evitado

Todo es ruido adentro y afuera de la Escuela 154 del barrio Parque Industrial de Neuquén. Entre las casas de los vecinos, las empresas y la Ruta 7, que está a una cuadra, pasa la fauna vehicular completa: motos, autos, camionetas, camiones y colectivos. El pasillo de la entrada del establecimiento se vuelve una caja de resonancia de los tres pisos en los que se distribuyen las aulas, unidas por escaleras cuyos escalones pasan a los saltos los niños. Sin embargo, el viernes todo quedó en silencio por un momento que pareció eterno: un pesado portón se cayó sobre Claribel y su liviano cuerpo de 10 años.

Antes, la pelota con la que la niña jugaba, insistía en querer irse a la calle. Claribel decidió ponerle freno a la huidiza cerrando el portón, pero la estructura de caño, de tres metros de ancho por dos de alto, se le cayó encima.

La directora, Irma Orellano, llamó al Servicio Integrado de Emergencias de Neuquén (SIEN), pero en el mismo momento llegó la médica de la sala de salud que está “a la vuelta”. La profesional le explicó que la quebradura de Claribel podría haber sido fatal porque el hueso pasa cerca de una arteria, recordó la docente con una mueca de amargura.

Ahora la nena está en reposo absoluto, enyesada de la cintura a los pies, esperando a que lleguen unos clavos para regresar al hospital Castro Rendón, donde la atendieron ese viernes, pero esta vez para ser sometida a una cirugía en el peroné, que demandará mucho tiempo de recuperación.

Pero Claribel no fue la primera víctima del portón. A fines de mayo se cayó sobre cuatro niños: tres terminaron con raspones y uno, con una lesión en el tobillo. Antes y después, los docentes habían pedido que fuera reparado. Ahora está soldado y un grupo de obreros que mandó el Gobierno prometieron volver a repararlo.

La preocupación de la directora escapa a los 258 estudiantes y se extiende a todo el barrio porque la escuela es de uso y paso diario de todos los vecinos. El portón, tan pesado que se necesitaron cinco personas para correrlo, podría haber caído sobre cualquiera.

Pero no es el único problema que los acecha porque cada sector tiene un peligro que, con Claribel como prueba, es muy real. El edificio, el patio, las canchas y el anfiteatro presentan tantos riesgos que, hace unos años, los docentes hicieron un mapa que hoy piensan en actualizar porque los inconvenientes se mantienen y las “soluciones” se convirtieron en nuevos problemas.

“Esperemos que ahora sí resuelvan todo”, reza al aire Irma, la directora, mirando el portón.