Máximo De Rosa: un pionero de la fotografía y las postales del Valle (Nota 1)

Roberto Balmaceda*


Inmigrante italiano, aprendió fotografía en Merlino-Peuser. Un encuentro fortuito mientras trabajaba en el Teatro Colón lo trae a General Roca en 1914.


La ciudad de Roca, entre 1914 y 1915, era un pueblo de unos dos mil quinientos habitantes, con pocas casas de material en el sector urbanizado.

Máximo De Rosa llegó a la Argentina en 1902 procedente de Salerno, Italia, y se sumerge de inmediato en un Buenos Aires moderno, bullicioso, europeizado y contradictorio. En medio de esa modernidad en proceso, en que los inmigrantes extranjeros (60%) superan en número a los nativos y los italianos a todos, se debaten por tener un trabajo y, de lograrlo, mejores condiciones y derechos, que el capitalismo en ciernes no está dispuesto a concederles fácilmente. La primera huelga general de trabajadores lo demuestra a fines de ese año. Una represión cruenta no será suficiente y dará lugar a la Ley de Residencia, que autorizará a expulsar extranjeros sin juicio previo.

Es que la presencia extranjera masiva producto de la política de “gobernar es poblar” y la urbanización arrolladora que dejará al descubierto condiciones de vida y de trabajo extremos, generó preocupación y temor en los gobernantes, por los cambios que producía y por las experiencias de luchas radicales y de organización que traían. Aunque con las reformas y su incorporación paulatina al trabajo, a la educación pública, a la cultura y al nuevo orden social, se irá disipando ese temor y terminarán contribuyendo fuertemente a la cultura de nuestro país. Los inmigrantes italianos, entre otros dedicados a la fotografía, mantendrán la supremacía sobre profesionales de Inglaterra, Francia, EEUU y Alemania, desde 1870 hasta bien entrado el siglo XX. (A. Alexander/2001).

De Rosa ingresa muy joven a Witcomb en Buenos Aires, una de las casas más importantes del rubro y Merlino-Peuser donde aprende el oficio de fotógrafo. En 1910, centenario de la Revolución de Mayo, le toca tomar fotografías en el Teatro Colón estando presente el presidente Figueroa Alcorta. En cierta oportunidad, fotografía a una persona de Río Negro: Laurino Bonacchi, propietario del “Hotel Toscano”, quien pide se las envíe a su domicilio en General Roca, invitándolo a conocerla para establecerse, donde “podía tener un buen porvenir”.

Bonacchi no se equivocó. A Máximo De Rosa le tocó construir pacientemente éste, como su lugar en el mundo. Aquí vendrá por primera vez en 1914. Al año siguiente viajará a Buenos Aires para contraer matrimonio con María Uncitti, para luego quedarse ambos definitivamente en Roca. Una familia de cinco hijos, tres varones y dos mujeres, catorce nietos y otros tantos biznietos y tataranietos seguirán testimoniando su paso y destino por este rincón territoriano patagónico. El progreso proclamado, concentrado y materializado en Buenos Aires, era absolutamente la contracara de la Patagonia de ese entonces, donde Roca como tantos otros pueblos emergía librado casi totalmente a sus propias fuerzas, contra la naturaleza hostil. Una tierra nuevamente intervenida por la mano del hombre, después de la vida social construida por los pueblos originarios con un hábitat de horizontes móviles y extensos, que se vieron forzados violentamente a abandonar.

Como era Roca de 1914


Roca, cabecera de la “Colonia Roca” del Territorio del Río Negro en 1914, enclavada en un valle fluvial con pretensión de diferenciarse de la meseta desértica de vientos de arena, montes arbustivos, alimañas y el sol inclemente que representan las bardas que lo rodean, era un verdadero desafío. La ciudad entre 1914 y 1915 era un pueblo de unos dos mil quinientos habitantes, con pocas casas de material en el sector urbanizado, de “terrenos de 50 por 50, más ocho quintas aledañas” (Toledo/1973) donde resulta fácil identificar a cada propietario, como lo hizo Armando Catoira en una de las fotografías rubricadas por Máximo De Rosa en 1915. Desde 1885 el “canal de los milicos” hecho a pico y pala, riega las chacras de norte a sur, llegando hasta Colonia Rusa al este.

El canal “grande” en construcción, pasa frente al pueblo con las obras, maquinaria y la gente del “Campamento de Irrigación”, que junto a las quemas diarias de desmonte y limpieza de terrenos aledaños, pinta una escena dantesca y febril, de trabajo rudo y extenuante. Desde 1912, el Río Negro revista como semanario, produciendo realidad periodística. El Ferrocarril del Sud de los ingleses lo une a la capital en treinta y seis horas. Internamente, carruajes de tracción a sangre (galeras) lo comunican con Allen, Cipolletti y Neuquén. La alfalfa, forraje abundante en la colonia, colorea de verde intenso las superficies planas, dando nombre al primer ciclo económico de producción, (Vapñarsky). En Neuquén además de la balsa a maroma, un puente de hierro hecho por el ferrocarril que aún permanece, permite exclusivamente el paso del tren desde 1902. No existe alumbrado público. Lámparas y faroles a kerosene anteceden a la luz eléctrica que tardará un tiempo en llegar.

El edificio “El Recreo” bar-confitería de Evaristo Alonso ubicado cerca de Paso Córdoba, muestra el predominio de lo rural sobre lo urbano. Solo la amenaza frecuente de crecientes del río o aluviones de agua y lodo acumulado en la barda norte por lluvias torrenciales, altera la calma pueblerina. La vida social cotidiana transcurre entre el movimiento incesante de carretas transportando mercaderías hacia el este, sur y oeste hasta la cordillera. Roca se convertía en el centro neurálgico comercial, administrativo y político del Alto Valle. (Continuará)

*Docente y escritor. Integra la Comisión de Estudios Históricos de Roca.


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