“Me siento muy seguro en Hong Kong”: el testimomio del tenista de Catriel que vive en China

Matías Supan es de Catriel y hace dos años que vive y da clases de tenis en China. Allí vivió el origen de esta pandemia y cuenta cómo se cuidan y respetan el uso del barbijo.

En un momento, y sobre todo para su abuelo y su mamá, que viven en Catriel, Matías Supan estaba en el peor lugar posible: China, el epicentro de la pandemia del coronavirus que desde enero tiene en vilo al mundo. Pero ahora, él siente desde aquella otra mitad del mundo, que su preocupación viaja hasta acá, la Argentina, o su casa en Catriel.
Matías tiene 28 años y hace dos que vive en Hong Kong, China. Tenista desde chico, consiguió en 2018 lo que él mismo llama el trabajo soñado. Da clases de tenis en una escuela a la que asisten chicos de todo el mundo, en general hijos de los banqueros más importantes de esa ciudad. Las canchas de tenis quedan en el séptimo piso del edificio, con una espectacular vista de todo Hong Kong.


Allí, Matías los entrena para que después compitan contra escuelas de Corea, Tailandia, etc. “El año pasado llegamos a la final”, se enorgullece.
Pero todo eso, al menos por este año lectivo, está postergado. “Todo empezó en enero, durante el año nuevo chino, que acá es tan importante como la Navidad. La escuela donde trabajo fue cerrada el 27 de enero. La cerraron, en principio, por dos semanas, pero esas dos semanas se transformaron en dos meses y medio”, cuenta Matías, desde su departamento en Hong Kong, cuando allí anochece y acá empieza el día. Y él cree que la situación no va cambiar hasta agosto, cuando allí arranque otro año escolar.

Las espectaculares canchas, en el séptimo piso.


A diferencia de lo que ocurre en la Argentina, y aunque inmediatamente todo se cerró en Hong Kong (parques, escuelas, clubes), allí no hay cuarentena total . Incluso ahora, que hubo un rebrote de caso. “Hay pedido de aislamiento”.


“Lo que pasa es que acá es impresionante como se cuidan. Ya tuvieron una experiencia con el SARS y sabían cómo actuar. Lo primero que hicieron fue activar aquellos mecanismos de defensa que conocían: cerraron todo. En esta parte de China, los números de infectados y de muertes se mantuvieron estables, sin picos. No es que está todo bien, para nada. Cuando uno sale a la calle, no se ve ni a una sola persona sin barbijo. Pero siempre lo mantuvieron controlado; acá en Hong Kong nunca fue como en otras provincias de China. Además, este lugar tiene una estructura que se aguanta un problema así. Hong Kong está muy bien económicamente y tiene estructura de salud fuerte para afrontar el coronavirus. Tienen los recursos. En lo personal, yo me siento muy seguro en Hong Kong, sabiendo que es un lugar donde el problema está controlado”, explica Matías.


Pero resalta que los cuidados se respetan a “rajatabla”: “el barbijo es algo que te ponés siempre, al atravesar la puerta. Y lo hacés por respeto al otro. La gente lo usa no tanto para no contagiarse, como para no contagiar al otro. Uno actúa como si tuviera el virus, y tiene que pensar en no contagiar al otro. Después, entres adonde entres hay alcohol en gel y te miden la temperatura. Y la limpieza es tremenda: en los ascensores hay plásticos que cambian cada 20 minutos; la gente no toca la cosas con las manos; en los trenes y colectivos todos se sientan con un asiento de por medio; se mantiene la distancia siempre. Eso es más sencillo porque Hong Kong, que es una mega ciudad, está trabajando a menos del 50 %”, detalla Matías.


“Hay muchas actividades que no se hacen: no hay deportes, están cerradas todas las escuelas, todo lo que sea al aire libre no se puede hacer; no puede haber reuniones de más de 4 personas. Yo trato de estar afuera solo lo necesario”, cuenta Matías, que vive en un departamento en las afueras de la ciudad en la que se instaló cuando quedó seleccionado para dar clases en la escuela internacional de Hong Kong.
Hasta ese momento, había jugado al tenis e incluso había participado de algunos torneos en Alemania. Pero finalmente abandonó la competencia para dedicarse a ser profesor. “Justo antes de venir, trabajaba en un club enfrente de mi casa. Y en ese momento salió esta oportunidad única así que la tomé”, cuenta.


La oportunidad única se transformó en su realidad de hoy. En ese viaje a Hong Kong, hace dos años, le hicieron “una prueba y todo salió como tenía que salir. Ahora trabajo en un lugar espectacular”, dice Matías, agradecido de su suerte.


Lo que sí hace, todos los días, una o dos veces, es llamar a sus familiares. Sobre todo a su abuelo, que vive en Catriel, y a su mamá, que también vive allí.


“A mi abuelo lo llamo a la mañana, cuando acá de noche. LO llamo todos los días y hablamos una horita cuando se está levantando. Tratamos de estar mucho en contacto, sobre todo ahora, con esto. Allá en Argentina están encerrados, así que lo llamo para hacerle compañía. En un momento para ellos, yo estaba en el peor lugar, en Chile, el epicentro de la pandemia y ahora a mí me preocupan más ellos. Tengo a mi abuelo que es grande, o mi mamá… Todo el mundo se puede contagiar, no importa dónde estés. Mi viejo vive en México, y me preocupa también porque allá se tomaron las cosas distinto”, dice.

Las preocupaciones que tenían su madre y su abuelo, son las mismas que ahora tiene él, para con ellos. Por eso, antes de cortar la comunicación -y de irse a dormir- insiste en que todos deben cuidarse, y que espera que todos sean conscientes de lo importante que es cumplir con ese cuidado.


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