Mujer, constructora de puentes y no de muros

Por Irma Vargas (*)

Mujer dadora de vida, constructora de puentes y no de muros; mujer que cuando la circunstancia lo exige, resulta ser el sexo fuerte entre los fuertes. Multifacética en la vida cotidiana: posee el don de pasar de la ternura y armonía que construye en su hogar, a la despiadada y a veces injusta tarea laboral, sea cual fuere ésta».

Siempre me he preguntado por qué de los 365 días del año, haya sólo uno dedicado a alguien. Por qué, me pregunto ¿uno solo es el día de la madre, del indio, de las Malvinas, de la soberanía nacional, del padre, del médico, del mecánico, etc., etc.? Más allá de esta reflexión, que quisiera quedara instalada en la discusión de la pérdida de valores, ayer fue el Día Internacional de la Mujer y hacia ella mi homenaje.

Más de cuarenta años pasaron hasta que la mitad de la humanidad se dio cuenta de que los tantas veces proclamados derechos humanos no contemplaban a la otra mitad, y fue así que nacieron declaraciones y plataformas de acción para lograr el efectivo reconocimiento de los derechos humanos de las mujeres, con tanta trascendencia, y que nuestra Constitución Nacional receptó al lado de muchos instrumentos de derechos humanos como «Convención para la eliminación de toda forma de discriminación contra la mujer», reconociendo que en la República Argentina existe la discriminación hacia la mujer, pero nos basta con indagar la realidad para reconocer que a pesar de este avance legislativo, existe una permanente discriminación en su contra.

Parece normal que en estos tiempos de globalización se acepten sin pensar las conductas estereotipadas, en donde hasta los medios masivos de comunicación con incontables mensajes, ya no tan subliminales en sus publicidades, nos muestran permanentemente con descaro y agresividad la imagen de la mujer eternamente joven, alta, delgada. Esta imagen es sólo una forma cruel de discriminación, de trastornos y muerte al que pueden llegar nuestras jóvenes. Acaso, ¿no es cruel promover la bulimia y la anorexia? ¿No es cruel promover actitudes que hacen que muchas mujeres en todas sus franjas etáreas lleguen a autoflagelarse silenciosamente por sufrir la discriminación?

Por otro lado, debe entenderse claramente que las mujeres no deseamos ser tratadas como varones, ni mucho menos ser hombres. Esa es una confusión demasiado vulgar y extremadamente discriminatoria. Lo único que deseamos las mujeres es ocupar en cada lugar el rol que nos corresponde con el ejercicio de nuestros derechos. Y no porque los varones los cedan como un favor hacia nosotras, sino simplemente porque nos han correspondido desde siempre. Durante demasiado tiempo hemos las mujeres resignado esos derechos. Fuimos durante siglos tratadas como incapaces de hecho y de derecho, fuimos asimiladas al régimen de los incapaces y de los menores. Para realizar muchos de los actos de la vida cotidiana debíamos pedir permiso a nuestros padres o a nuestros maridos. No teníamos derecho a pensar, estudiar, ni en muchos casos a dialogar. Difícil era aceptar que el varón no tenía, y no tiene, el derecho de golpear y someter a la mujer. Difícil era hacer entender que la esposa podía negarse a tener relaciones sexuales con su marido, no cabía la posibilidad de delito cuando el marido violaba a su mujer. Gracias al trabajo incansable de mujeres y varones, la discriminación va siendo poco a poco erradicada.

La provincia del Neuquén ha ido acompañando los cambios positivos en el reconocimiento de los derechos humanos de las mujeres y paulatinamente se han ido estableciendo instituciones y leyes para garantizar su efectivo reconocimiento. Se creó el Consejo Provincial de la Mujer; se sancionaron leyes como la 2.212 de Protección frente a la Violencia Familiar, la 2.222 de Salud Sexual y Reproductiva, que con la última modificación incorporó la ligadura de trompas y la vasectomía; la 2.333 Registro de Deudores/as Alimentarios/as Morosos/as; y la tan incomprendida y bastardeada desde la ignorancia ley 2.161 de Cupo Femenino. Un nuevo paso legislativo hacia la igualdad es la ley 2.479, de la cual fui autora, previendo un régimen especial de inasistencias justificadas para alumnas embarazadas, cualquiera sea su edad, contemplando derechos del padre – alumno que asuma la paternidad.

El Día Internacional de la Mujer no es un día comercial como tantos otros que hay en nuestro calendario, es para reflexionar, todos, varones y mujeres. Las mujeres, sobre la lucha y el trabajo que tantas han hecho para el reconocimiento efectivo de los derechos humanos que nos corresponden; los varones, para analizar sobre la posición a la que han llevado a las mujeres, arrogándose derechos que nunca les correspondieron. A ambos, sobre el futuro que les empezamos a construir a nuestra descendencia.

El reconocimiento de los derechos de las mujeres nos favorece a todos como sociedad. Favorece sobre todo a las generaciones futuras. Basta pensar en el mundo más justo que les dejamos a nuestras hijas y nietas pero, también, el peso de la discriminación que les quitamos a nuestros hijos y nietos. Esperemos que las igualdad de derechos entre varones y mujeres sea para esas generaciones algo normal, algo natural, algo justo, algo que no asuste, que no dé miedo, que no discrimine.

 

(*) Diputada neuquina del MPN


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