Impactante fenómeno: detectan cientos de aves vivas atrapadas dentro del huracán Melissa

El sorprendente hallazgo de "ecos biológicos" en el radar de la NOAA, en medio del huracán Melissa de Jamaica, expone una trampa mortal para la vida silvestre. Los expertos advierten que la intensificación de las tormentas, vinculada al calentamiento global, está detrás de este fenómeno.

Un hallazgo tan perturbador como fascinante fue captado por un avión «cazahuracanes» de la NOAA (Administración Nacional Oceánica y Atmosférica) durante una misión de reconocimiento sobre el huracán Melissa: el radar Doppler de la aeronave no detectó lluvia dentro del calmo ojo de la tormenta sino «ecos biológicos», es decir cientos de aves migratorias volando en círculos, atrapadas en una calma aparente mientras un muro de vientos de 250 km/h las rodeaba.

El meteorólogo Matthew Cappucci, quien compartió las impactantes imágenes en la red social X del huracán Melissa, describió la escena como «vida atrapada en el corazón del caos«. La publicación generó asombro inmediato y fue confirmada por otros expertos, como Mike Collier, quien la calificó de «hermosa y trágica». Así lo recopiló el sitio especializado Meteored, en una reciente publicación.

Aunque se han visto fenómenos similares en el pasado (como en el huracán Helene en 2024), los científicos señalan que la frecuencia y la claridad con que se registran estos eventos va en aumento. Esto podría estar directamente relacionado con la mayor intensidad y la estructura más definida de los huracanes modernos, potenciados por el calentamiento global.


La «trampa perfecta»: ¿Por qué las aves no pueden salir del ojo del huracán Melissa?


El ojo de un huracán es una prisión engañosamente tranquila: mientras en el centro los vientos se calman y el cielo puede despejarse, está rodeado por el «muro del ojo», una violenta barrera de nubes con ráfagas superiores a los 250 km/h en un sistema como Melissa, que alcanzó la Categoría 5.

Las aves que ingresan, ya sea por desorientación o arrastradas por las corrientes, quedan atrapadas, ya que no tienen posibilidad de escapar hasta que la tormenta se disipa o se debilita en tierra.

Un estudio clave de la Universidad de Nebraska-Lincoln, que analizó decenas de huracanes del Atlántico entre 2011 y 2020, confirmó esta tendencia. Los resultados fueron impactantes: cuanto más fuerte y definido era el huracán, más «bioscatter» (señales de organismos vivos) se detectaba en su interior. Los investigadores creen que las aves, desorientadas por los abruptos cambios de presión, son succionadas por los flujos ascendentes.

Las consecuencias para la vida silvestre son devastadoras. Muchas mueren por agotamiento o son arrojadas a miles de kilómetros de sus rutas migratorias, alterando ciclos milenarios.


Océanos más cálidos y tormentas más intensas: el vínculo climático


Este fenómeno no es una simple anécdota de la naturaleza, sino un síntoma de un problema mayor. El calentamiento de los océanos es el principal motor detrás de la creciente intensidad de los huracanes. Las aguas más cálidas proporcionan más «combustible» (humedad y energía), permitiendo que las tormentas crezcan más rápido y se vuelvan más violentas.

Según datos de la propia NOAA, la frecuencia de eventos de «intensificación rápida» —cuando un huracán gana fuerza drásticamente en poco tiempo— se ha duplicado desde la década de 1980.

Estos sistemas, además, se están moviendo más lentamente, prolongando su impacto destructivo. El fenómeno de las aves atrapadas en el huracán Melissa funciona como una metáfora viva: criaturas que han sobrevolado el planeta por milenios ahora quedan acorraladas por tormentas cada vez más feroces, producto de un clima desbordado.


Un hallazgo tan perturbador como fascinante fue captado por un avión "cazahuracanes" de la NOAA (Administración Nacional Oceánica y Atmosférica) durante una misión de reconocimiento sobre el huracán Melissa: el radar Doppler de la aeronave no detectó lluvia dentro del calmo ojo de la tormenta sino "ecos biológicos", es decir cientos de aves migratorias volando en círculos, atrapadas en una calma aparente mientras un muro de vientos de 250 km/h las rodeaba.

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