Opinión publicada

Los invitamos a leer los artículos “Hacia una derrota política innecesaria”, de Joaquín Morales Solá, y “La decadencia argentina”, de Luis Alberto Romero.

Para Joaquín Morales Sola, en La Nación, “Cristina Kirchner está caminando hacía una posible derrota política. No se dará, si se diera, en el terreno electoral, sino en la Justicia. Existen ahora más posibilidades de que no haya elecciones populares y partidarias de consejeros de la Magistratura en los próximos comicios; esa reforma crucial del órgano de selección y destitución de jueces es una de las grandes apuestas políticas de la Presidenta. Tal derrota se produciría, además, en un contexto electoral, con la economía dando signos de estancamiento y con las encuestas de opinión pública abandonando a la Presidenta. La única conclusión válida de la reforma judicial, hasta ahora, es que consiguió abroquelar a los jueces en contra del Gobierno. Camaristas, jueces y fiscales que antes parecían proclives a complacer los intereses del Gobierno se han pronunciado en las últimas horas contra la administración en asuntos cruciales. La agrupación filokirchenrista Justicia Legítima, que tuvo una amplia convocatoria en su primera reunión, quedó reducida ahora, según estimaciones de altos magistrados, a un 1 por ciento del Poder Judicial. En ese paisaje claramente crítico de la reforma judicial comenzaron los juicios para lograr la inconstitucionalidad de gran parte de la reforma”. Para leer el artículo completo, hacé clic.

Luis Alberto Romero, en La Nación, opina que con la llegada de Néstor y Cristina Kirchner, “la democracia extremó el camino decisionista iniciado por Menem. Se le agregó un componente unanimista y excluyente, de raigambre peronista y consignas de los setenta. El decisionismo se tradujo en políticas coyunturales, arbitrarias y cambiantes. Muchos empresarios lograron grandes beneficios a corto plazo, pero hubo poca inversión y mucha huida de capitales. El regalo de la soja apenas se tradujo en una reactivación interna de escaso sustento. Hoy sabemos que ese estilo de decisiones era parte de un grosero proyecto de acumulación de recursos en manos del reducido grupo gobernante. Surgió una nueva “patria”, la “kirchnerista”, o quizá la “patria Santa Cruz”, en la que se testeó el modelo, integrada apenas por dos personas y una docena de socios. En sus propios dichos, acumular dinero y acumular poder eran dos caras de lo mismo. Los grandes rasgos de la Argentina de la larga crisis confluyen en este modelo de gobierno. Un Estado desarticulado en su estructura legal e instrumental, que ha sido copado por un grupo político. Un uso de las herramientas del Estado para hacer negocios particulares, que unen el dolo con la destrucción sistemática de todo aquello alcanzado por su larga mano, como es el caso del transporte público. Un estilo de gobierno de base democrática, pero radicalmente antirrepublicano, cuyo horizonte es la dictadura personal. Finalmente, un mundo de la pobreza que ha recibido migajas del festín, y sobre el que se ha instalado un aparato político sólido e íntimo, que llega hasta sus últimos intersticios. Para leer el artículo completo, hacé clic.


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