Del discurso político a la batalla cultural

El presidente Javier Milei llegó a la argentina con su agenda recargada luego de su corto y estridente periplo que arrancó en Washington con su babosa presencia a la asunción del presidente Donald Trump; continuó con su encendida defensa a Elon Musk, plagada de improperios y amenazas explícitas contra sectores de izquierda, contraponiéndose al repudio generalizado que se ganó el magnate tras su polémico gesto emulando el saludo nazi; para finalmente terminar de exhibirse en Davos con el discurso grosero y desubicado que lo caracteriza, dominado por la descalificación y el desprecio a las minorías que han logrado ocupar un lugar preponderante de la agenda mundial en temas vinculados a políticas de género, ambientales, discriminación, inmigración, etc. y todo aquello que se contrapone al discurso de ultraderecha que pretende encarnar con sus homólogos Trump y Meloni, con el objetivo de consolidar una suerte de vanguardia conservadora (valga la contradicción) que garantice la “libertad” económica que, según su tesis, se alcanzaría de manera plena una vez que se eliminen por completo las regulaciones del Estado a quien el Gobierno presenta como la causa principal de todos los males, sin advertir el conflicto de intereses que encarna su discurso, en virtud de la función pública que él mismo ejerce.

En ese contexto, la agenda legislativa vendrá recargada de grandes distractivos que servirán para anestesiar el dolor del ajuste, donde se tratarán de reeditar temas ya zanjados en torno a cuestiones de género y revisión de derechos ya ganados por sectores minoritarios pero muy combativos, a quienes ya el gobierno eligió de contraparte en su “batalla cultural”.

Claro que mientras los argentinos contemplan impávidos los espectáculos discursivos que monta el presidente con más de lo mismo desde que inició su meteórica carrera política en los sets televisivos y redes sociales, muchos nos preguntamos a qué se debe tanta tolerancia a un intolerante compulsivo.

Sin analizarlo demasiado, uno podría contestar con un viejo lema de la década del noventa: «es la economía, estúpido». Pareciera ser que a la sociedad, en términos generales, poco le preocupan las pirotecnias discursivas del presidente o incluso el rumbo institucional del Estado frente al desguace en marcha, más bien están atentos a los índices inflacionarios y a la paridad del dólar que hoy por hoy se muestra estable en base a metas fiscales a la baja y crédito del FMI asegurado.

Quienes lo vienen apoyando desde que fue electo presidente, es probable que continúen apoyándolo en la medida de que perciban una estabilidad económica sostenida en el corto y mediano plazo, asumiendo que el largo plazo a esta altura es un horizonte lejano que los argentinos en gran medida podrán resguardar con todos los mecanismos financieros a su alcance, en la mayoría de los casos, comprando dólares.

En tal contexto, no se advierte que hayan variado demasiado las prioridades de la sociedad argentina a la hora de sostener su apoyo a la dirigencia política, y sobre este aspecto no creo que Milei encarne batalla cultural alguna, sino todo lo contrario. Irónicamente, no son sus prédicas disruptivas sino sus políticas conservadoras las que lo mantienen con índices altos de aprobación en la opinión pública.

No obstante, tampoco podemos negar que el presidente esté dando la batalla cultural que pregona, aunque ello no signifique reconocer que la misma propicie cambio alguno.

En este sentido creo que el discurso de Milei es coherente y de hecho su autenticidad ha sido un valor inconmensurable que lo ha colocado en el lugar central que hoy ocupa en la política.

Es que si se presta atención, el discurso del gobierno no propone el “Cambio”, como otrora declamara la alianza opositora desplazada y actualmente fagocitada por LLA, sino que su discurso político es beligerante y conservador y cuando se habla de “dar la batalla cultural”, se entiende menos como un postulado de cambio que como una resistencia a los cambios culturales que ya se vienen produciendo en la sociedad y que el presidente reconoce como males ya consumados, identificando a sus artífices de manera peyorativa como  “woke” o “wokismo”, terminología que ahora pretende instalar en el discurso oficial para sustituir al “progresismo”, con el objetivo de sostener una  retórica uniforme con los movimientos de ultraderecha en el plano internacional, donde Milei tiene el objetivo o la fantasía de erigirse como un líder mundial.

(*) Abogado. Escritor


El presidente Javier Milei llegó a la argentina con su agenda recargada luego de su corto y estridente periplo que arrancó en Washington con su babosa presencia a la asunción del presidente Donald Trump; continuó con su encendida defensa a Elon Musk, plagada de improperios y amenazas explícitas contra sectores de izquierda, contraponiéndose al repudio generalizado que se ganó el magnate tras su polémico gesto emulando el saludo nazi; para finalmente terminar de exhibirse en Davos con el discurso grosero y desubicado que lo caracteriza, dominado por la descalificación y el desprecio a las minorías que han logrado ocupar un lugar preponderante de la agenda mundial en temas vinculados a políticas de género, ambientales, discriminación, inmigración, etc. y todo aquello que se contrapone al discurso de ultraderecha que pretende encarnar con sus homólogos Trump y Meloni, con el objetivo de consolidar una suerte de vanguardia conservadora (valga la contradicción) que garantice la “libertad” económica que, según su tesis, se alcanzaría de manera plena una vez que se eliminen por completo las regulaciones del Estado a quien el Gobierno presenta como la causa principal de todos los males, sin advertir el conflicto de intereses que encarna su discurso, en virtud de la función pública que él mismo ejerce.

Registrate gratis

Disfrutá de nuestros contenidos y entretenimiento

Suscribite por $1500 ¿Ya estás suscripto? Ingresá ahora
Certificado según norma CWA 17493
Journalism Trust Initiative
Nuestras directrices editoriales
<span>Certificado según norma CWA 17493 <br><strong>Journalism Trust Initiative</strong></span>

Formá parte de nuestra comunidad de lectores

Más de un siglo comprometidos con nuestra comunidad. Elegí la mejor información, análisis y entretenimiento, desde la Patagonia para todo el país.

Quiero mi suscripción

Comentarios