Incendios: la catástrofe ecológico-ambiental y los samaritanos olvidados
Ojalá no solo colaboremos solidariamente con tantas tragedias, sino que empecemos a valorar que los bomberos voluntarios se están jugando la vida en el trabajo.
Nuestros magnánimos bomberos voluntarios se vienen jugando su vida en cada “gesta ígnea”, batallando a brazo partido con absoluta desigualdad de condiciones en una Argentina que arde; contra los fuegos que afectan a distintas regiones vg., en 2024, ya se perdieron 150.000 hectáreas de bosques en el Parque Iguazú y el norte argentino (así lo afirma un reciente estudio elaborado por Greenpeace en base al procesamiento de imágenes satelitales obtenidas en las provincias de Chaco, Formosa, Salta y Santiago del Estero); ahora en lo que va de este 2025´ y solamente en el Parque Nacional Lanín, El Bolsón o Valle Magdalena, los incendios arrasaron provisoriamente, otras 20 mil hectáreas, donde más de 1700 familias, que lo perdieron todo, fueron evacuadas.
Mientras oficial e irracionalmente rechazamos tanto la Agenda 2030 como el Acuerdo de París, el descalabro humano, demográfico, ambiental, urbanístico, paisajístico y turístico argentino resulta inédito con las consecuencias esperables y no esperables de dichos trágicos incendios, sea en El Bolsón, Corrientes, La Pampa, Córdoba, etc.; todo ello sin que llegue oportuna y suficientemente “la mano invisible del mercado” para educar ambientalmente, prevenir, impedir, aplacar y remediar incendios semejantes.
Así entonces, una y otra vez, el arrojo y donación de nuestros bomberos, sigue batallando para detener y sofocar focos de incendios múltiples y simultáneos que afectan distintas regiones patagónicas, hoy puntualmente El Bolsón, Bariloche, etc.
Ojalá no solo colaboremos solidariamente todo lo que podamos con tantas tragedias ígneas, sino que empecemos a darnos cuenta que todas esas personas, bomberos voluntarios, se están jugando su vida en cada “gesta ígnea” batallando en desigualdad de condiciones -sin equipamientos, pertrechos, logística apropiada ni recursos suficientes-, para enfrentar con hidalguía sin par, cada incendio provocado o no.
Los titulares de semejantes destratos públicos y privados, son al fin y al cabo quienes, magnánimamente, están logrando en la medida de lo imposible, salvar vidas humanas, fauna, biodiversidad, recursos naturales (vg., flora, biomas, biósfera, etc.) y hasta propiedades e infraestructura básica.
A todo esto, ¿Qué más hace falta que hagan, ofrenden y demuestren nuestros Bomberos para activar con trámite exprés la legislación necesaria, apropiada y suficiente para viaticarlos diariamente, para remunerarles mensualmente y asegurarles un retiro decoroso (no como el actual) para cada uno de estos ciudadanos que trabajan en condiciones, dimensiones y magnitudes cada día más extremas, desconocidas e inmanejables?
Se trata de hombres, mujeres y jóvenes que dejan sus familias, tareas, comercios, estudios, talleres, etc. para combatir las llamas… ¡cuándo, cómo, dónde y hasta que sea necesario!
¿Cuántos bomberos en algún cumpleaños, festejo o adversidad familiar, vacaciones, nochebuena o año nuevo, en lugar de pasarla con sus familias y amigos, tienen que estar en la línea del frente, bregando a destajo por mantenernos a salvo de otro incendio?
Su ilustre servicio ya debe ser reconocido, su sacrificio no puede ser ignorado. Obviamente, necesitan y merecen alta compensación regular, tangible e intangible. La nación, las provincias como los municipios, cooperativamente, debieran proporcionárselas; oportuna, proporcional, gradual y paulatinamente, en tanto los medios de comunicación en general dejar de negarles un renglón o espacio de los que atónita, pródiga e irresponsablemente dispensan, a miserias farandularias.
Lo cierto es que, todos estamos admirados, conmovidos, asombrados y orgullosos de nuestros bomberos voluntarios, pero con eso, con medallas, diplomas y aplausos; ¡no alcanza!
Por último, toda conciencia de ciudadanía como virtud cívica debe motivar nuestras responsabilidades y deberes tanto personales, como profesionales y comunitarios. Esta, y no otra, es la mejor garantía de la consagración de los derechos, como emanación natural del entrecruzamiento de los deberes de todos.
Ese es el horizonte de una civilización cooperativa de sujetos éticos para la cual, en este caso, el cabal reconocimiento, seguridad y generosa remuneración de nuestros voluntarios bomberos -nuestros visibles héroes de hoy-, pues ya no debe esperar más, salvo ingratitud e indignidad general.
*Experto en derecho cooperativo.
Nuestros magnánimos bomberos voluntarios se vienen jugando su vida en cada “gesta ígnea”, batallando a brazo partido con absoluta desigualdad de condiciones en una Argentina que arde; contra los fuegos que afectan a distintas regiones vg., en 2024, ya se perdieron 150.000 hectáreas de bosques en el Parque Iguazú y el norte argentino (así lo afirma un reciente estudio elaborado por Greenpeace en base al procesamiento de imágenes satelitales obtenidas en las provincias de Chaco, Formosa, Salta y Santiago del Estero); ahora en lo que va de este 2025´ y solamente en el Parque Nacional Lanín, El Bolsón o Valle Magdalena, los incendios arrasaron provisoriamente, otras 20 mil hectáreas, donde más de 1700 familias, que lo perdieron todo, fueron evacuadas.
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