La Corte está dinamitando los pilares de la Justicia

Se profundiza un camino peligroso e inestable. Del fallo “Levinas” a la jura secreta de un Juez Supremo designado por decreto. Historia y contexto crítico de la Corte.




“Los pilares de la justicia” – Institucional – Corte Suprema de Justicia de la Nación.

Lorenzetti, Rosenkrantz y Rosatti en la sintonía mesiánica de Milei.

1. Fundación y frustración en la Corte Suprema. Hubo en el Siglo XIX una Corte de la fundación, de la construcción de la Nación, del Estado y un proyecto de república posible. Con exclusiones y problemas serios pero con un plan que tuvo largo plazo, logros y resultados materiales.

Con ese Gobierno republicano imperfecto y con esas Cortes, poco a poco, la Constitución se hacía realidad, se construían caminos y futuro para la Argentina. En clara sintonía disruptiva, el Gobierno y la actual Corte parecen hacer lo contrario: destruir, desarmar y crear un caos lucrativo.

La Corte Suprema es irresponsable, destruye las bases de la legalidad y de su escasa legitimidad. Una legitimidad que en su burbuja institucional es artificial e interesada. Hay muchos defensores y gente siendo cuidadosa porque la Corte paga salarios extraordinarios y estables en un contexto de destrucción y despidos en el Estado, controla el Consejo, toma decisiones y regula generosos honorarios profesionales.

Hay que tener cuidado. Las operaciones mediáticas y judiciales entre los Supremos, reconocidas por un miembro recién jubilado, son prueba evidente. Puede volver la jurisprudencia del resentimiento y la venganza judicial. Jueces narcisistas en sintonía mesiánica que no aceptan la crítica fundada, la persiguen y la castigan. No aceptan que se les cite la Constitución. Prefieren tener defensores de trinchera, propios de las autoritarias guerras judiciales, y vivir en el autoengaño propio de las cámaras de eco, sus barricadas. Criticar a los supremos es acuñar problemas con operadores sin códigos.

Cada facción de la Corte tiene redes con qué defender su imagen pero eso justamente la hace más dependiente y parcial a esos factores. Una Corte sin caja exorbitante y con un Consejo de la Magistratura como se quiso establecer en 1994 hubiese sido diferente. La Corte es fuerte, demasiado fuerte, a costa que la Constitución sea cada vez más débil, casi irrelevante, desapareciendo en el horizonte.

La frustración Argentina está vinculada a ese zig zag con las reglas de juego, con las guerras fratricidas del peronismo y antiperonismo, de la polarización que trajo a Milei. Las dos elites judiciales supremas demuestran que están en sintonía con esa historia y con el profeta libertario.

La Corte pasó de sus silencios supremos a la parcialidad y guerra administrativa ante el decreto de Milei. Así se acelera la ruta de la frustración. Seguir construyendo con excepción y lecturas parciales de la Constitución es un camino ya transitado que terminó siempre mal. Es una ley física del poder, una ley de la gravedad política. Cuarenta años de una Corte que en cada ciclo presidencial tuvo su “cambio de jurisprudencia” en economía, política y derechos humanos.

2. La soberbia de los supremos. A los jueces de la Corte se les puede atribuir los mismos defectos que a las figuras históricas que se creían eternas, aferradas a su poder. Desenfreno, arrogancia y desmesura. De la misma forma, sus entornos los mantienen lejos de la realidad, de sus efectos. Existe la hubris judicial y la actual Corte la encarna gráficamente.

Lorenzetti, Rosenkrantz y Rosatti son hábiles, muy inteligentes, pero no son John Marshall o Earl Warren, no son Del Carril o Gorostiaga. Mucho menos Genaro Carrió. Son sus opuestos. Sus guerras lo están destruyendo todo. Se parecen más a los millonarios narcisistas que vemos en la sección de internacionales. Quizás lo quieran ser. Quizás ya lo son.

Todo, en todos los lugares, al mismo tiempo. Están pasando demasiadas cosas y hay mucho ruido. En las próximas notas exploraremos críticamente la historia de la Corte y sus decisiones. En contra de la práctica institucional de la Corte Suprema: el que avisa no traiciona.


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