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Mercado y Estado

Un buen resumen de lo que siente hoy la sociedad argentina es: el famoso “Estado Presente” solo ha logrado crearme más problemas y no me resolvió casi nada.

Comienzan a verse en las librerías mesas repletas de libros sobre la Escuela Austríaca de Economía, tratados sobre la libertad económica y el liberalismo (mejor dicho: los liberalismos, ya que esta corriente tiene tantas divisiones internas como la izquierda tradicional). Esta aparición de textos sobre un tema que hace muy poco no figuraba en la agenda cultural masiva es consecuencia del crecimiento en popularidad, la presencia mediática y la cosecha de votos que ha tenido el candidato libertario Javier Milei. Según han descubierto los sociólogos que analizan los procesos electorales, la mayoría de los que votan a Milei ni se declaran libertarios (o liberales de cualquier estilo o corriente) ni están fanatizados con imponer el libre juego de las leyes de oferta y demanda.

Es cierto que hay en la sociedad en general un cierto rechazo a la presencia agobiante del Estado. Como ha dicho un lúcido columnista peronista: “la gente ya descubrió que el Estado no le puede resolver los problemas, por eso lo que ahora le pide es que no le joda la vida”.

Es un buen resumen de lo que siente hoy la sociedad argentina: el famoso “Estado Presente” solo ha logrado crearme más problemas y no resolverme casi nada.

Es contra este Estado excesivo que gran parte de la sociedad está votando y usando su voto como protesta explícita.

Los chicos de delivery (que son el emblema del “empresariado” miserable que vota a Milei) no sueñan con un anarquismo del sálvese quien pueda y con la desaparición del Estado.

No apoyan que desaparezca la policía y el Ejército y que todos nos armemos y salgamos a los tiros para crear una nueva forma de “seguridad” individualizada en la fuerza que cada uno sea capaz de ejercer.

No hay millones de militantes que quieren cerrar las escuelas ni los hospitales. Al contrario, los más pobres entre los votantes de Milei son los que mejor saben que, aun degradadas, las escuelas y las instituciones estatales de salud son la únicas oportunidades que tienen para una vida mejor, en especial cuando aparecen los problemas que no se pueden resolver individualmente.

Más allá de lo contradictorio que es el estado actual de la discusión política entre si deberíamos privilegiar al Estado o al Mercado (o en qué situaciones o contextos es mejor uno u otro), lo cierto es que es una discusión muy interesante, quizá la discusión esencial.

Eso ha motivado cientos de libros geniales, la mayoría de los cuales fueron publicados en los últimos 60 o 70 años.

Desgraciadamente no estamos sosteniendo ese debate y menos aun con la altura que se merece, aunque esos libros ya estén ocupando lugares privilegiados en las mesas destacadas de algunas librerías.

¿Cómo sería un mundo en el que solo existiera el mercado y la libertad individual y todo se rigiera por la fuerza de cada uno? ¿Es posible pensar que ese anarquismo absoluto sea real en un mundo con ocho mil millones de personas, reunidas en países con cientos o decenas de millones de habitantes y viviendo en ciudades inmensas e inmensamente complejas? ¿Alguna vez el Estado absoluto y totalitario benefició a la sociedad o fue el mayor opresor de la historia? ¿Hay puntos intermedios ideales, mezclando Estado y Mercado?

Los partidarios del papel central del Estado se basan en que al dejar al mercado decidir en todo se terminan generando desigualdades sociales que le resultan inaceptables y proponen que mediante impuestos progresivos e instituciones de reparación social el Estado “corrija” los abusos que genera el mercado.

Los partidarios del mercado (y de la libertad individual irrestricta) creen que toda intervención estatal es violenta y contraria a la justicia, y que termina generando más problemas que los que dice resolver (ya que muchas de las “soluciones” son falsas).

Del lado racional de la intervención mínima del Estado en la sociedad está John Rawls y su libro “Teoría de la justicia”.

Del lado racional del liberalismo está Robert Nozick y su libro “Anarquía, Estado y Utopía”.

En el medio y en los márgenes de estos dos grandes pensadores hay una infinidad de otros teóricos (desde Friedrich von Hayek, Ludwig von Mises o Murray Rothbard -en el campo libertario y en la senda de la Escuela Austríaca- hasta Ronald Dworkin o Hannah Arendt -en el campo de los que creen en la intervención estatal para compensar las injusticias o desigualdades de nacimiento-).

Debería alegrarnos que estas elecciones, que posiblemente sean incapaces en seleccionar un buen futuro presidente para el país, son positivas al alentar el debate sobre las ideas fundamentales que definen qué tipo de sociedad deberíamos construir para vivir mejor.

Ojalá aprovecháramos la oportunidad y estallara la confrontación de ideas.


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