Un golpe a la ilusión

Más allá del absurdo de la sanción a los chicos de Newell's por la fto con Malcorra, lo que revela este episodio es una falta alarmante de formación dirigencial. Educar no es castigar.

Los chicos de Newell’s fueron sancionados por sacarse una foto con Malcorra.

Un revuelo  inusual  provocó la decisión de un sector de la dirigencia de Newell’s Old Boys, de sancionar a seis niños de apenas nueve años, por haberse sacado una foto con el rionegrino Ignacio Malcorra, jugador de Rosario Central.

Los chicos, pertenecientes a la escuela de fútbol Malvinas Argentinas del club, fueron suspendidos por tres meses y despojados de sus becas.

La medida fue presentada por la institución como un “correctivo” ejemplificador, presuntamente consensuado con los padres.

El actual dirigente Carlos Panciroli intentó justificarla con torpeza, afirmando: “Los chicos son las víctimas porque la foto la generaron los padres. Esto que se decidió es para que no se repitan estos errores de subir fotos”.

Dicho ex arquero y quienes lo secundan, parecen no entender ni de niñez, ni de educación, ni de sentido común.

Estamos hablando de chicos menores de 10 años, sin discernimiento para la ley. A esa edad no hay verdadera noción de rivalidades ni de límites simbólicos impuestos por el marketing o la tradición futbolera.

Sólo hay ilusión. La que nace de ver de cerca a un jugador profesional, de cualquier equipo, y querer guardar ese instante en una foto. Un gesto de admiración inocente que fue castigado como si se tratara de una traición institucional.

La escuela de fútbol Malvinas Argentinas es uno de los pilares formativos del club del Parque Independencia. Allí comenzaron su recorrido figuras como Lionel Messi, Lionel Scaloni, Lucas Bernardi, Leonardo Ponzio o Sebastián Domínguez. Más de 800 niños concurren al predio de Bella Vista buscando empezar un camino que, con suerte, tal vez los lleve a Primera División.

Sin embargo, lejos de contener, formar y acompañar, algunos dirigentes optaron por sancionar y excluir. Y lo hicieron a contrapelo del propio discurso institucional, que desde su Secretaría de Género y Diversidad promueve el lema: “Rivales, no enemigos”. Una consigna que habla de respeto, inclusión e igualdad. Palabras que, en este caso, quedaron vacías.

La reacción social fue rápida y saludable. Porque más allá del absurdo de la sanción, lo que revela este episodio es una falta alarmante de formación dirigencial. Educar no es castigar. Gobernar un club con proyección educativa exige una comprensión mínima de pedagogía, psicología evolutiva y derechos de la infancia.

Lo expresó con claridad Lionel Scaloni —siempre un faro en la niebla— al afirmar: “Me parece normal, yo hubiera hecho lo mismo a esa edad”. Y claro que sí. Cualquier niño hubiera querido esa imagen. Porque antes de ser hinchas, los niños tienen sueños de fútbol.

Por eso sorprende que en lugar de fomentar el vínculo emocional con el club a través de experiencias positivas —como invitar a los chicos a los entretiempos, permitir que saluden a sus ídolos o abrir la cancha para ellos y sus familias o ir a visitar a un hincha en problemas como hizo Platense con la abuela— se opte por imponer sanciones que sólo generan desconcierto.

Rosario es una ciudad marcada por la violencia, donde todavía resuena el trágico asesinato de Ivana Garcilazo en septiembre de 2023, alcanzada por una piedra arrojada tras un clásico. El proyectil fue lanzado, paradójicamente, por dos docentes. Sí, dos personas formadas para educar.

En este contexto, los clubes deberían ser espacios de contención, no de castigo. Laboratorios de convivencia, no trincheras.

Resulta llamativo que aún hoy se impida el ingreso a clubes a socios que vistan camisetas de otros equipos, incluso de otros países. ¿Dónde quedó el espíritu deportivo? ¿Qué sentido tiene prohibir una camiseta cuando hay jugadores campeones del mundo que militan en esos clubes? No se puede sembrar pertenencia desde la prohibición. La pasión genuina nace del afecto, no del autoritarismo.

En la ciudad del Negro Fontanarrosa —que alguna vez en un congreso Internacional de Lengua celebrado en Rosario pidió el indulto para las malas palabras—, esta historia amerita una palabra que resume el accionar de los dirigentes que avalaron esta medida: ”Brutos”.

*Abogado. Prof. Nac. de Educaciòn Fìsica. Docente Universitario. angrimanmarcelo@gmail.com


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