Pasatiempos
Todos tenemos determinados pasatiempos que llevamos a cabo en nuestros ratos de ocio. En algunos casos ese pasatiempo es despejar la mente jugando cartas, fútbol, o bien frente a una pantalla con algún juego electrónico, navegar sin ton ni son por las redes sociales; salir a caminar, mirar vidrieras.
Hay otros pasatiempos que tienen además un lado más práctico, esto es arreglar el jardín, hacer trabajos de carpintería. El placer es una de las condiciones para que sean verdaderos pasatiempos.
Un tipo de pasatiempo muy frecuente es el coleccionismo. ¿Quién no ha coleccionado algo durante nuestra infancia? Los varones atesorábamos bolitas, figuritas de todo tipo en álbumes que nunca completábamos porque las difíciles no aparecían, las láminas del “ Billiken” o “ El Gráfico”, los autitos que cuidabas como oro y que luego, cuando te fuiste de tu casa, descubriste –con horror– que tu vieja se los prestaba a todo niño que iba de visita para mantenerlo entretenido. Entre las chicas, las muñecas, los pósters de algún cantante de turno, las tarjetas postales. Para ser un verdadero coleccionista había que juntar estampillas, (¿se seguirá haciendo hoy?) alguna vez lo intenté pero desistí pronto ante las innumerables reglas para validar una colección.
Cuando somos adultos podemos seguir con nuestras manías acumulativas de la infancia o bien dedicarnos a otro tipo de recopilaciones. Así he visto colecciones de llaveros, banderines, latas vacías, botellas, lapiceras, antigüedades como planchas, faroles, maridos, etc., insectos y entre ellos, los más frecuentes son las mariposas.
Bellas mariposas recolectaba Frederick Clegg, el protagonista de la novela del inglés John Fowles, “El coleccionista”. Obsesionado por Miranda Grey, e incapaz de poder abordarla debido a sus problemas de comunicación con las personas, decide proceder como si Miranda fuera una mariposa; para ello la rapta y la mantiene secuestrada en el sótano de su casa. Ambos personajes son llevados a un límite sicológico en el que se juegan la propia vida.
El final revela la perversidad y la obsesión que hay detrás del oficinista Clegg y su deseo de seguir coleccionando… mujeres-mariposas.
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