Poca plata, mucho cadáver

El seguimiento minucioso, con voluntad de orfebre suizo, que Emilio Crenzel hace de la historia del "Nunca más", devuelve desde la memoria de quienes vivieron aquel tiempo de desprecio por la vida, hechos que reflejan escabrosidades e impunidad con que asesinó el poder militar. También la vida interna de la Conadep, un espacio en que debatieron intensamente posturas que hacían a cuestiones de singular trascendencia para su misión. Dos casos:

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Sostiene Crenzel -por caso- que en su tránsito en procura de la verdad, la Conadep «recabó un conjunto de declaraciones provenientes de «testigos involuntarios» de las desapariciones». Entre esos casos, se destacaron los testimonios de un grupo de «morgueros» de Córdoba «quienes entregaron a la Comisión la carta que le habían enviado a Videla en 1980, en la que le reclamaban una mejor paga por sus tareas. En la carta se incluía, para justificar el reclamo, el relato de cómo recibieron decenas de cadáveres de «elementos subversivos» con evidentes signos de violencia y su participación en el entierro clandestino de estos cadáveres», indica Crenzel. Y acota: «Según Ernesto Sábato -presidente de la Comisión-, la carta fue «una de las pruebas más estremecedoras» logradas por la Conadep, ya que confirmaba que Videla conocía esas prácticas». La carta, según el abogado y activo militante de los Derechos Humanos Malamud Goti, fue uno de los pocos documentos hallados en la Casa Rosada al asumir Alfonsín la Presidencia de la Nación.

La investigación de Crenzel revela también pormenores de los debates internos que agitaron racionalmente, vía posiciones encontradas, la tarea de la Conadep. Uno de esos debates hizo -por caso- al estilo narrativo que debía definir, de cara a su divulgación, el relato de lo actuado por la Comisión. En ese marco deliberativo, la porteña pero más rionegrina Noemí Labrune -militante de la APDH e integrante de la Comisión- junto con Graciela Fernández Meijide se diferencian de propuestas elaboradas por Sábato. Mientras éste «imaginaba que el informe pondría fin a toda una época, para ellos evocaba la pluma de la «Revolución Libertadora» (por el «Libro negro de la segunda tiranía») y el tratamiento aliado a los crímenes nazis (Nuremberg). Pero surgió la propuesta vía un sumario elaborado por Noemí Labrune y respaldado por Graciela Fernández Meijide». Si la mirada de Sábato estaba situada, a modo de argumento, en documentos y decisiones que llegaban desde la historia, la de Labrune-Meijide se engarzaba más en la tradición expositiva ya existente de las redes trasnacionales de los derechos humanos para tratar desapariciones. Implicaba, de hecho, una elaboración de explicaciones sustantivas, minuciosas, sobre métodos, fundamentos de doctrinas, etcétera, que hacían a la represión. Y así, desde la vital tarea en que se encontraba inmersa, la Conadep fue zanjando diferencias internas.

(Emilio Crenzel es sociólogo egresado de la UBA. El libro sobre el cual se habla está editado por Siglo XXI y forma parte de la colección «Serie el pasado presente», que dirige Luis Alberto Romero. Crenzel es autor, además, de «El voto de Bussi en Tucumán» y «El Tucumanazo»)


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