Alberto elige la hostilidad en el momento más inoportuno

Necesita votos de la oposición para el acuerdo con el Fondo ante la fragmentación de la propia tropa. Pero volvió con sus tradicionales muletillas antimacristas que quiere oír el “cristinismo”. Discurso con nula autocrítica, y “logros” y promesas de dudoso cumplimiento.

Alberto Fernández tenía la chance de moderar los frecuentes tonos de su discurso, para honrar su propia apelación a votar el acuerdo con el FMI (“necesitamos que nos acompañen”). Pero no: volvió a elegir la hostilidad a los opositores, esa melodía que parece necesitar oír su mentora, la vicepresidenta Cristina Kirchner.

Nada nuevo en una hora y media de palabras: animosidad contra el macrismo, contra los jueces (esta vez en la propia cara de la Corte), y contra los medios “dominantes”. Y un decálogo de “logros” y promesas de dudoso cumplimiento para este año y el que viene. ¿Autocrítica?, cero. La culpa es siempre de los demás, pero sobre todo de la pandemia y de Macri.

Las alusiones al expresidente y a su gestión surgieron desde los primeros tramos: su responsabilidad en la deuda (desde 2018, pero no hacia atrás), la no votación del Presupuesto (sin considerar la intempestiva reacción de Máximo Kirchner de dinamitar la sesión); el espionaje ilegal… Finalmente, la frutilla que terminó con la desafortunada retirada de legisladores del PRO del recinto: el gobierno mantendrá la causa penal sobre los funcionarios macristas por la deuda con el Fondo.

En definitiva, el presidente -en el aparente intento de dividir a la oposición- espanta a los moderados de Juntos por el Cambio, de cuyos votos necesita para aprobar el acuerdo con el Fondo frente a la fragmentación en su propia tropa oficialista.

Por otra parte, la expectativa que había por lograr alguna precisión del presidente sobre la letra chica de acuerdo se desvaneció. Sus énfasis solo estuvieron puestos en contentar al ala dura kirchnerista y a los popes gremiales presentes, con estas promesas sin precisiones: no habrá reformas estructurales, no habrá reforma previsional, tampoco laboral, no habrá “tarifazo”. La única “precisión” fue que se iniciará el pago en 2026 y que terminará en 2034. No mucho más.

En lo económico -y todavía sin plan-, abundaron asertivos como la “creación de 10.000 empresas por año”, “el despegue productivo” y el “aumento de las exportaciones”, difíciles de creer en un contexto de inflación del 50%, pobreza de más del 40%, cepos y evaporación de reservas del Banco Central.

Sobre la guerra que conmueve al mundo, Fernández hizo una escueta referencia a Ucrania, pero ninguna mención a Putin y su brutal invasión (un cierto contraste con el pronunciamiento de Cancillería ayer en la ONU tras erráticas declaraciones previas).

Remarcó su agradecimiento a China por la ampliación del Swap, pero omitió mencionar a Estados Unidos que intervino para zanjar el acuerdo.

Finalmente, en lo judicial, volvió con sus grandes ensoñaciones de reformas en la Corte, en la Justicia Federal, en el Consejo de la Magistratura y en Ministerio Público. A estas alturas, nadie cree que pueda votarlas un Congreso que -a falta de votos- no lo hizo hasta ahora.


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