Por qué Kicillof es peor que sus antecesores

En la era K hubo, hasta ahora, ocho ministros de Economía, a saber: 1) Lavagna, 2) Miceli, 3) Peirano, 4) Lousteau, 5) Fernández, 6) Boudou, 7) Lorenzino y 8) Kicillof.

COLUMNISTAS

En once años de pesadilla K hubo ocho ministros en el cargo, un promedio de 1,4 años de permanencia de cada uno en la gestión.

Lavagna, un hombre con su temperamento, no bien vio la oportunidad se fue del gobierno. Tal vez no tanto por diferencias de ideas, sino de carácter. Su carácter chocaba con el de Kirchner.

Miceli, más que por algún logro de su gestión, es recordada por haberse olvidado una bolsa llena de dinero en el baño de su despacho. Una pavada. ¿Quién no olvida unos cuantos miles de dólares en el baño de su oficina?

Peirano, asesor de la UIA cuando esa institución andaba a los abrazos con el kirchnerismo, no duró mucho y fue reemplazado por Lousteau, que pasó a la historia por inventar la 125, resolución que casi lleva al país a un enfrentamiento civil… todo en nombre de la santa recaudación tributaria.

A Lousteau le siguió Fernández. Nadie lo recuerda porque creo que nunca llegó a hablar en público. En mi humilde opinión, el más vivo de todos porque, sabiendo cómo venía la mano, se mantuvo calladito y no bien pudo se rajó.

A Fernández, el hombre de perfil bajo, lo sucedió Boudou, con alto perfil y con un montón de causas judiciales pendientes. Al ser un tanto desprolijo para manejar la cosa pública, desafortunadamente tuvo la desgracia de acumular una serie de expedientes judiciales, pero no se lo recuerda por sus éxitos económicos -salvo impulsar la confiscación de nuestros ahorros en las AFJP-.

A Boudou lo sucedió Lorenzino, cuyo mayor mérito como ministro fue pasar a la historia por decir, en una entrevista periodística, «¡me quiero ir!». Claro, la periodista griega le había hecho una pregunta complicadísima para cualquier ministro de Economía de cualquier país del mundo. La desubicada le preguntó a Lorenzino cuál era la tasa de inflación en Argentina.

Y a «me quiero ir» le siguió Kicillof, el hombre que gasta el dinero que la gente paga en impuestos para tomar aviones privados e ir a Australia a sacarse una foto haciendo la V de la victoria con los dedos índice y mayor de la mano derecha.

Justamente el ministro acaba de cumplir un año en el cargo y uno de sus más resonantes logros ha sido el de haber dicho que no sólo se confiscaba Repsol, sino que además la empresa española iba a tener que indemnizar a la Argentina por daños ambientales. Luego de esa afirmación, con el dedo índice levantado en señal de firmeza, terminó pagándole a Repsol por la confiscación en bonos que nos costarán unos 11.000 millones de dólares cuando terminemos de pagarlos.

Compite también con este logro de Kicillof en el caso Repsol el haber negociado con el Club de París y terminar haciendo un acuerdo muy ventajoso para Argentina por el cual, todavía no sabemos por qué, convino pagar casi un 60% más de lo que debíamos. De insistir en el default con el Club de París pasamos a pagar un 60% más, pero ni siquiera así podemos acceder al mercado de deuda voluntario porque perdieron el juicio con los holdouts y estamos en desacato con la Justicia norteamericana y en default comercial porque debemos importaciones realizadas y no pagadas y nadie tiene interés en prestarnos en estas condiciones.

Veamos algunos de los otros logros como ministro de este ignoto profesor de historia económica.

Llegó a Economía el 20 de noviembre de 2013. En ese entonces las reservas que declaraba tener el BCRA alcanzaban los 31.786 millones de dólares. Al momento de redactar esta nota, la última información disponible sobre reservas que ha dado el BCRA ha sido de 28.904 millones. Obviamente que aquí están los yenes del swap con China, préstamos del Banco Central de Francia y el anticipo de importaciones que hicieron las cerealeras, entre otros. En definitiva, habiendo caído en default financiero y comercial, frenando todas las importaciones posibles, con cepo cambiario y pidiendo prestado a medio mundo, Kicillof logró perder casi 3.000 millones de dólares de las reservas, aproximadamente el 10% de lo que había cuando llegó.

La inflación Congreso estaba en el 26% anual. En el año que lleva como ministro alcanzó el 41%.

El stock de adelantos transitorios del BCRA, dinero que el tesoro le debe al Central por la emisión monetaria que hace esta institución para cubrir el déficit fiscal, pasó de 152.180 a 232.450 millones de pesos; es decir, la emisión para financiar al tesoro vía adelantos transitorios creció el 52,7% desde que llegó Kicillof.

¿Qué pasó con el tipo de cambio real? En febrero de este año el Central devaluó el peso. En pesos de octubre de este año llevaron el tipo de cambio a 9,53 pesos en febrero, luego anclaron el tipo de cambio, la inflación superó la evolución del dólar oficial y en octubre el tipo de cambio real estaba en 8,48 pesos; es decir, en nueve meses perdió toda la devaluación de febrero. Todo un récord, sólo igualable a los 80. En nueve meses el tipo de cambio real está un 11% más bajo que en febrero, cuando devaluaron. Y no fue que el dólar oficial bajó por un fenomenal ingreso de capitales que fortaleciera el peso; fue la inflación la que se comió el tipo de cambio real.

Cuando Kicillof asumió como ministro el dólar libre, que ahora se llama blue, cotizaba a 9,93 pesos. Ahora, con toda la represión posible para que el mercado no opere y con la AFIP autorizando más ventas de dólares atesoramiento para que la gente arbitre con el libre, el tipo de cambio está en 13,38 pesos.

Podríamos seguir buscando datos, como la caída del nivel de actividad, la desocupación, la pobreza, la indigencia… y todo nos marcaría que en este año de gestión Kicillof sólo logró acelerar el destrozo económico que hizo el kirchnerismo con sus ocho ministros de Economía.

Kicillof ha demostrado ser un incompetente en el cargo, tal vez más que sus antecesores, pero nada diferente podía esperarse de su gestión, sólo ver si superaba la marca de la incompetencia de sus antecesores o se mantenía en el promedio. La lógica indicaba que iba a ser peor porque a él le toca manejar el populismo en un momento en que los recursos son más escasos.

De todas maneras, insisto, este desastroso desempeño era previsible porque -cito, como siempre, el capítulo 10 de «Camino de servidumbre»- los gobiernos con tendencias autoritarias suelen rodearse de los peores elementos de la sociedad y nada bueno puede esperarse de la gestión de los peores elementos de la sociedad. Los resultados hablan por sí solos.

(*) Licenciado en Economía

ROBERTO CACHANOSKY (*)

Economía para Todos


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