Por qué las mujeres aguantan mucho más y mejor en los maratones

La periodista de The New Times y runner Lindsay Crouse reflexiona sobre la mayor capacidad femenina para llegar a la meta en condiciones adversas.

¿Las mujeres son de alguna manera más capaces de aguantar las condiciones extremas?

Por Lindsay Crouse

El Maratón de Boston de este año, con su lluvia horizontal y temperaturas gélidas, no solo fue un calvario en uno de los peores momentos climáticos en décadas. También fue un ejemplo de la capacidad de las mujeres de perseverar en circunstancias excepcionalmente miserables. Con el buen clima, los hombres generalmente renuncian a la carrera a tasas menores que las mujeres, pero este año les fue mejor a las mujeres. ¿Por qué las mujeres aguantaron mucho mejor en estas terribles condiciones?

Este año, los resultados del Maratón de Boston, uno de los más competitivos del mundo, fueron lamentables: las marcas de los ganadores en las categorías de hombres y mujeres fueron las más bajas desde la década de los setenta y la tasa de concursantes que abandonaron la carrera a la mitad aumentó un 50 por ciento en contraste con la del año pasado.

Sin embargo, la cantidad de competidores que llegaron a la meta varió significativamente por sexo. En la categoría masculina, la tasa de deserción aumentó casi un 80 por ciento en comparación con 2017; para las mujeres, solo aumentó alrededor de un 12 por ciento. En total, el 5 por ciento de los hombres desertaron, en contraste con solo el 3,8 por ciento de las mujeres. La tendencia también se mantuvo en el nivel profesional.

He corrido el Maratón de Boston dos veces, incluyendo el de 2013, el año del atentado. A menudo me siento impulsada a abandonar las carreras, pero jamás lo he hecho. Seguir adelante te da mucho tiempo para cuestionar la sensatez de prolongar lo que a veces es dolor extremo. Siempre me alivia llegar a la meta, pero en realidad nunca sé por qué me molesto en hacer el maratón.

Este maratón me hizo pensar si la diferencia sería por cuestiones de género y no tanto de sexo. Aunque hay varias teorías sobre por qué las mujeres aguantaron más que los hombres en Boston -la proporción de grasa corporal, las tendencias en la toma de decisiones, la tolerancia al dolor, incluso los partos- pero ninguna da una respuesta perfecta.

Una teoría es que las mujeres aguantan mejor el clima frío porque sus cuerpos naturalmente tienen más grasa. En general, es verdad que el nivel esencial de grasa corporal -uno que médicamente no se puede reducir- es de alrededor del tres por ciento para los hombres y del doce por ciento para las mujeres (cuando se trata de las carreras, los senos no mejoran el desempeño, pero generalmente son parte del porcentaje). Además, la grasa subcutánea aislante debajo de la piel en las mujeres es el doble de gruesa que en los hombres.

Sin embargo, en la misma carrera en 2012, en un día inusualmente caluroso, de 30 grados centígrados, las mujeres también llegaron a la meta en una proporción mayor que los hombres, la única otra ocasión en que lo hicieron entre 2012 y 2018. ¿Acaso las mujeres son de alguna manera más capaces de aguantar las condiciones extremas?

La respuesta podría ser psicológica. La resistencia puede sentirse como una meta, pero tu capacidad de seguir adelante -aunque implique ir más lento- a menudo depende finalmente de ti.

“Cuando llegás al punto en que no podés continuar, se siente como algo físico, como un límite inmutable”, me dijo Alex Hutchinson, el autor de Endure: Mind, Body, and the Curiously Elastic Limits of Human Performance. “Pero, de hecho, tu cerebro hace de mediador de tus límites físicos. En la mayoría de los casos, desertar es una decisión”.

El proceso de decisión podría conectarse con la percepción, o la tolerancia, del dolor. Este es un factor potencial, aunque controvertido: según la mayoría, el parto es insoportable y, debido a que los auges atlético y de fertilidad de las mujeres son cercanos o coinciden, muchas maratonistas que compiten en Boston también han dado a luz.

Keira D’Amato, una agente inmobiliaria de 33 años que vive en Richmond, Virginia, corrió gran parte de la carrera con Sarah Sellers, una enfermera que terminó en segundo lugar, hasta que la visión de D’Amato se puso borrosa y su conciencia flaqueó. Disminuyó su velocidad a una fracción de su ritmo original; estaba tan concentrada en alcanzar la meta que ni siquiera se dio cuenta cuando finalmente llegó, en el lugar 46.

En una comparación de su experiencia en la carrera con los nacimientos de sus hijos, D’Amato me dijo: “Jamás me desmayé durante el parto”. (Claro: desertar mientras das a luz no es una opción).

Dijo que había terminado todas las carreras en las que ha participado y agregó: “Esta no iba a ser la primera vez en que no llego al final”.

Las diferencias también podrían estar en los rasgos de la toma de decisiones. Se sabe que las mujeres regulan el ritmo mejor que los hombres, una ventaja en cualquier contexto, pero especialmente útil en el frío, cuando un gran cambio de ritmo podría afectar la capacidad de regular la temperatura corporal.

“Los hombres tienden a comenzar las carreras con más fuerza y a tomar un enfoque más arriesgado, así que es más probable que no puedan más en la segunda mitad”, dijo Hutchinson. “Si llegas a tu límite en el kilómetro 29 durante una tormenta espantosa y llevas puestos 3 kilogramos de ropa empapada, hay un mayor riesgo de deserción”.

Las mujeres también pueden ser más capaces de recalibrar su comportamiento y sus expectativas en base a las circunstancias (aunque eso no implique tomar la decisión, más conveniente para su propia preservación, de abandonar la carrera).

“Entre los atletas que he entrenado, creo que han sido más las mujeres que continúan incluso en las peores condiciones: quizá no pueden más, pero aun así terminan la carrera, mientras que los hombres desertan”, dijo el entrenador profesional de distancia Steve Magness. “En general, las mujeres parecen ser más capaces de ajustar sus metas en el momento, mientras que los hombres piensan en la carrera en términos más extremistas de éxito o fracaso, y si van a fracasar, ¿para qué seguir?”.

Los profesionales estadounidenses proporcionaron algo de evidencia. Galen Rupp, el favorito de los hombres, persiguió al grupo puntero hasta que abandonó la carrera cerca del kilómetro 32 con hipotermia; Molly Huddle y Shalane Flanagan, las favoritas de la categoría femenina, llevaron un ritmo mucho más lento que el deseado, pero llegaron a la meta. En los primeros kilómetros, las mujeres trabajaron en conjunto; Desiree Linden, otra favorita, tuvo problemas y le dijo a Flanagan que quizá se rendiría, pero se quedó para apoyar a sus compañeras unos kilómetros más para obtener la victoria estadounidense que buscaban. Después, Linden se recuperó y ganó.

“Las mujeres tienen una tendencia biológica y social de cuidar a los demás”, dijo Adam Grant, el psicólogo y conductor del podcast de TED WorkLife. “Lo que esperaría es que, cuando todo se dificulta, los hombres deserten o se esfuercen más y digan: ‘Seguiré adelante’, mientras que entre las mujeres es más probable que se acerquen a las corredoras que están a su lado, ofrezcan su apoyo y busquen ayuda. Compartir el dolor y ser parte de un grupo puede hacer que sea más fácil aguantar el dolor”.

Desde luego, las personas que corren el Maratón de Boston son un grupo autoselectivo. A menudo se desanima a las mujeres de ser atléticas y competitivas, así que las corredoras que llegaron a Boston ya habían superado más obstáculos sociales que los hombres. Simplemente puede que sean más resistentes y este año la resistencia funcionó.

Por eso, la explicación más sencilla no se basa en el género en absoluto. Esta edición del Maratón de Boston fue ideal para la gente que sale adelante a pesar de la adversidad. Los mejores lugares de ambas categorías los ocuparon corredores aficionados que combinan el entrenamiento en circunstancias difíciles con el trabajo y la familia. El ganador de los hombres, Yuki Kawauchi, es administrador de una preparatoria en Japón; el de Boston ya era su cuarto maratón y fue su cuarta victoria en el año.

(*) Es editora senior de Opinión en The New York Times. Ha completado diez maratones.


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