Protestas provechosas

Mientras haya dudas sobre la voluntad de aplicar la ley, militantes como los responsables del corte de la ruta 3 no tendrán de qué preocuparse.

Aunque para su alivio indisimulado el gobierno nacional logró convencer a los piqueteros de La Matanza de levantar el corte de la ruta 3, alejando de este modo el riesgo inmediato de que tales protestas se multiplicaran «en cascada» en este polvorín que es el conurbano bonaerense, lo hizo a costa de tantas concesiones que extrañaría que los militantes de agrupaciones como la Corriente Clasista y Combativa optaran por formas más pacíficas de protesta. Por el contrario, desde su punto de vista los cortes de ruta han demostrado ser muy eficaces en una zona que, por sus dimensiones demográficas y la pobreza extrema de una proporción elevada de sus habitantes, ofrece tentaciones casi irresistibles a los resueltos a agitar los conflictos sociales. Para sorpresa propia, los jefes de los piqueteros de La Matanza consiguieron mucho más de lo que habían pedido, lo cual significa que en las próximas ocasiones sus reclamos iniciales serán un tanto más ambiciosos. Asimismo, el que el conurbano forme parte de la provincia gobernada por Carlos Ruckauf, personaje que no vaciló en intentar aprovechar las protestas achacándolas a la torpeza de miembros del gobierno del presidente Fernando de la Rúa, hizo aún más difíciles los esfuerzos del Poder Ejecutivo nacional por alcanzar «soluciones» que acaso no hubieran conformado a los líderes profesionales del movimiento, pero que aun así podrían haber servido para que el grueso de sus seguidores volviera a casa.

Por razones comprensibles, la actitud de los dirigentes del gobierno aliancista frente a las protestas violentas es ambigua: saben que son miserables las condiciones en las que vive buena parte de la población del país y que en otras circunstancias ellos mismos estarían atribuyendo las penurias de los desocupados ya crónicos a la «insensibilidad» oficial. Para colmo, los más son contrarios por principios al empleo de la fuerza a fin de mantener abiertas rutas clave como aquella que atraviesa La Matanza, motivo por el cual aceptaron negociar con los líderes de la protesta sin insistir en que antes levantaran el bloqueo. Sin embargo, por antipático que les parezca a funcionarios orgullosos de su trayectoria progresista ordenar a la Policía o a Gendarmería asegurar el tránsito libre, a menos que lo hagan podrían verse frente a docenas, tal ves centenares, de cortes que perjudicarían todavía más la maltrecha economía del país, además de socavar lo que les queda de autoridad. Por lo tanto, la reacción ante cualquier violación de la ley, porque es de eso que se trata, debería ser automática: mientras existan dudas en cuanto a la voluntad del gobierno de aplicar la ley, militantes como los responsables de mantener cerrada durante casi una semana la ruta 3 no tendrán por qué preocuparse.

Otro resultado negativo de este episodio consiste en que, como siempre ocurre, se ha privilegiado a quienes están dispuestos a rebelarse contra el Estado de derecho. Desde luego, lo logrado por la mayoría de los que participaron en el corte de la ruta 3 es magro, pero lo deben en efecto a las amenazas proferidas por los hombres de la Corriente Clasista y Combativa que responde a Carlos «Perro» Santillán. Si bien la situación imperante en La Matanza y en otros lugares como Tartagal es sin duda alguna vergonzosa, no es peor que en muchas otras localidades. Pues bien: ¿es justo premiar a los más combativos y pasar por alto las necesidades igualmente urgentes de los pacientes o resignados? Claro que no, pero parecería que en la Argentina todas las políticas sociales se basan en nada más que el deseo del gobierno de turno de ahorrarse problemas, no en una estrategia global encaminada a producir cambios positivos que, andando el tiempo, facilitarían la modernización del país. Esta modalidad esencialmente publicitaria -como saben muy bien todos los operadores clientelistas, repartir beneficios entre algunos pobres seleccionados en presencia de los medios es mucho más barato de lo que sería procurar instrumentar un plan nacional uniforme, pero en términos políticos suele ser incomparablemente más ventajoso- está entre las causas de la extrema desigualdad que es típica tanto de nuestro país como de todos sus vecinos latinoamericanos porque significa prestar más atención a los síntomas visibles que al mal del cual son reflejos.


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