Que sea todo el año
La peña
jorge vergara jvergara@rionegro.com.ar
Un amigo guitarrero sostiene que en verano se trabaja con la música, en el resto del año con lo que venga. Está claro que la música, para quienes no son profesionales, no es un medio de vida y ni siquiera están cerca. Es que el reparto del calendario es caprichoso y se trabaja a destajo en dos o tres meses. Se me ocurrió que redistribuir el calendario folclórico implicaría ni más ni menos que darles trabajo a los que cantan, a los que tocan, a los que apuestan al género, durante todo el año. No sería descabellado que en cada festival existiera un cupo obligatorio para los no famosos y menos descabellado sería que las provincias tuvieran todas sus propios festivales. Imagino un país donde los doce meses del año muestren opciones folclóricas en las provincias, que los guitarreros y cantores tengan trabajo y que sólo a partir de la organización no se superpongan fechas. En el norte los festivales abundan, pero están saturados algunos meses del año. En Catamarca por ejemplo, en Santiago del Estero, en Córdoba, los festivales se superponen y el público que va a uno no puede ir al otro o los grupos que cantan en uno no pueden hacerlo en el otro. Los que pueden, los que tienen medios de movilidad viajan en una misma noche y suelen hacer hasta cuatro presentaciones por jornada, con el desgaste que eso implica, los riesgos que trae aparejados y la calidad que se pierde en el camino. Un solista, cualquiera que sea, no tiene la misma calidad en su presentación de las 12 de la noche que en la última, que generalmente se hace cuando el sol está saliendo. Un exponente del folclore debería tener descanso, debería tener seguridad y debería estar protegido de estos excesos. Es que, si no hacen estos raides por los festivales en cada provincia, no viven. La ecuación es simple. juntan lo que pueden en verano y el resto del año viven de la música, siempre y cuando se trate de un exitoso. Los que son menos conocidos, si no trabajan en el verano no trabajan nunca. Son pocos, muy pocos los que se pueden dar el lujo de tener presentaciones todo el año, aunque también tengan una saturación estival. El Chaqueño Palavecino, Los Nocheros, Los Huayras, Jairo, Abel Pintos, Los Carabajal, Los Cuatro de Córdoba, Los Manseros Santiagueños, el Dúo Coplanacu, Vale 4 y Sergio Galleguillo, creo, son de los pocos que pueden decir que tienen trabajo todo el año, que viven de la música. Claro, en este lote hay algunos con trayectoria internacional que tienen ese plus que sólo se logra con la trayectoria. Las cuentas son claras. Entre diciembre y marzo hay un promedio de cinco festivales por día en distintas ciudades y pueblos argentinos, sólo contando aquellos que tienen la capacidad económica de contratar artistas de renombre. Si a eso se suman los locales, estaríamos en el doble, es decir en diez festivales diarios. Trescientos al mes y eso en cuatro meses implica 1.200 festivales al año. Traducido a esa organización que no existe en la actualidad, estaríamos hablando de más de tres festivales por día en el país. Eso daría trabajo todo el año y evitaría que se superpongan en los pueblos y ciudades. No sobra el público en el verano. Si un pueblo cumple años y lleva a Los Nocheros, el pueblo que está a 50 kilómetros no puede llevar en la misma noche y en el mismo horario al Chaqueño Palavecino. La gente tiene bolsillo para uno o dos festivales al mes, con suerte. No estamos teniendo en cuenta en este cálculo las peñas, que en el centro y norte del país abundan y son una opción durante el verano. Apenas una idea para sacar al folclore del letargo, que sea una opción todo el año, que se pueda escuchar en cada punto del país y no sólo cuando hace calor.
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