Quedarse en la cuneta

Joaquín Estefanía Publicado en “El País” de Madrid

Lo malo no son las hipérboles infundadas (somos el país que más crece de Europa; hemos cumplido el objetivo de déficit público año tras año). Lo peor no son las contradicciones flagrantes (mantener que preparamos una gran acción económica y política sobre los países de los que llegan los refugiados, cuando la ayuda oficial al desarrollo ha disminuido un 60%). Lo más dañino del discurso triunfalista del presidente de gobierno son los silencios dolosos: ¿cómo puede decir que su política económica no ha dejado a nadie por el camino? Sostiene Rajoy que no es fácil gobernar. Quién podría dudarlo, sobre todo en tiempos en que muchas de las medidas que afectan la vida cotidiana de los ciudadanos se toman en lugares cada vez más alejados de los centros de decisión nacionales: en Bruselas, Frankfurt o Washington. Hablando de Cataluña (pero vale para casi todo), el presidente Manuel Azaña dijo en 1932, en el Congreso de los Diputados: “Cataluña dice, los catalanes dicen: ‘Queremos vivir de otra manera dentro del Estado español’. Yo no sé si es difícil o fácil, pero nuestro deber es resolverlo, sea difícil o fácil”. ¿Hay ciudadanos que se han quedado atrás en la legislatura terminada? Recordemos algunas de las tendencias negativas: si se compara la última Encuesta de Población Activa de los socialistas (cuarto trimestre del 2011) con la última de Rajoy (tercer trimestre del 2015), la situación es la siguiente: 1. Menos personas ocupadas 2. Menos contratos indefinidos 3. Más contratos temporales 4. Más desocupados mayores de 50 años 5. Más desocupados de larga duración (del 50 al 60,7% que llevan más de un año sin empleo; del 27,1 al 44,50% –¡17 puntos más!– que llevan más de dos años y se quedan sin prestación) 6. Menor tasa de actividad Con esta secuencia, ¿se puede calificar la reforma laboral de gran éxito, como hace Rajoy? Precisamente debido a la menor tasa de actividad y a los efectos de la recesión o el estancamiento pasados, la renta per cápita española se ha estancado a niveles de hace más de una década, según datos del Banco de España: el PBI per cápita real en el 2014, en términos de paridad de poder adquisitivo (eliminando el efecto de la inflación), se situó en 24.100 euros. En el 2003 era de 24.162 euros. Si acudimos a Eurostat, la oficina de estadísticas de la Comisión Europea, España está por encima de la media europea (24,4%) de ciudadanos amenazados de pobreza y exclusión: 13,4 millones, un 29,2% (Grecia está en el 36%), casi uno de cada tres ciudadanos. Se consideran personas en riesgo de pobreza las que viven en hogares con renta disponible por debajo del 60% de la media después de las transferencias sociales. Esta es la otra cara de la moneda de la recuperación económica, la redistribución a la inversa que se ha producido en España durante la crisis y con una determinada gestión de la crisis nada neutral. Se ha generado una mutación estructural en la sociedad española que va a necesitar muchos años para ser corregida y que, sobre todo, no puede ser ocultada con discursos electoralistas. Los perdedores también votan.


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