Reforma judicial: impulso de transformación

Marcelo Medrano*


Un nuevo Código Procesal con idénticas subjetividades y prácticas es solo un nuevo Código Procesal; nuevas herramientas tecnológicas sin visión de sustento son solo tecnología innovadora.


Se encuentra en etapa de discusión la Reforma Judicial en el ámbito nacional. En principio conocemos que se constituyó un Consejo Nacional de Expertos, quienes diseñarán propuestas para eventuales modificaciones en relación a la Corte Suprema de Justicia de la Nación, el Consejo de la Magistratura Nacional, el sistema acusatorio y el juicio por jurados. En la semana ingresaría un proyecto de ley en el Senado con ejes de este tenor.

Tres cuestiones me resultan esenciales para provocar el debate en nuestras provincias, siendo que en los últimos días al menos en algunos sectores se provocó una incipiente discusión de los alcances de la reforma.

En primer lugar es bueno pensar que la reforma judicial nacional tendrá efectos, lógicamente, en el plano simbólico y cultural en nuestras provincias. Desde ya que las modificaciones en el plano nacional inciden en todo el país y las expectativas y desilusiones en torno a lo que sucede, por ejemplo, con las grandes causas de corrupción, es parte de la agenda en las provincias. Y también que en nuestros territorios existen jurisdicciones federales que serán parte de las reformas. Pero una mirada amplia no impide una visión local. No serán, por lo que sabemos hasta ahora, transformaciones que incidan directamente en las justicias provinciales. Más claro aún, no se modificará por tal reforma nacional, el paradigma de intervención en los conflictos en la diaria del pueblo en la provincia. Lo que si existirá es un impulso innegable para que pueda iniciarse una discusión en nuestro ámbito. Definitivamente, entiendo, necesaria.

La segunda cuestión, que merece insistencia, es que una reforma del sistema judicial exige comprender su complejidad y base relacional. El ingreso al Poder Judicial, los Consejos de la Magistratura, los perfiles de los actores, sus capacidades y saberes. Los recursos económicos. La independencia interna y externa. El panorama territorial, por mencionar solo algunos temas habituales de consideración pública, deben ser parte de una perspectiva estratégica. Cada tema debe obedecer a una finalidad. El Poder Judicial y su esfera de intervención necesaria para nuestros tiempos. Intervenir por sectores con transformaciones contingentes y coyunturales sin saber qué queremos, por qué y hacia dónde vamos es parte del habitual dispendio de energía.

Traduzco sencillamente, un nuevo Código Procesal con idénticas subjetividades y prácticas es solo un nuevo Código Procesal; nuevas herramientas tecnológicas sin visión de sustento son solo una tecnología innovadora. Las confusiones entre herramientas y finalidades, así como de transformaciones sin sostén y políticas conducentes a fines sustanciales, son usuales. Muchas veces no son ingenuas, sino que esconden la implícita voluntad de no modificar sustancialmente, por comodidad o por interés.

Y los temas que menciono son solo una capa de otros tantos que necesitan reflexión y discusión. La ampliación de derechos. La lectura de conflictos en clave de prevención e intervención -mediación-. La cuestión de género que cruza transversalmente lo social. La violencia institucional. La corrupción. El medio ambiente. La política criminal. Nuevas relaciones del trabajo.

La justicia de paz o equidad, su territorialidad y ampliación. Lo político y el Poder Judicial. Las intervenciones interpoderes. La incidencia en políticas públicas. Las intervenciones constitucionales. El rol del Tribunal Superior de Justicia. Las nuevas tecnologías. El acceso a la justicia. El lenguaje. Sistema de rendición de cuentas del Poder Judicial. Entre otros temas de incidencia esencial son los que definirán el contorno de los Poderes Judiciales en relación a su actividad cotidiana y su finalidad esencial. ¿Contribuir a la paz social?

La tercer cuestión es esencialmente política. Democracia pura y dura. La reflexión y discusión intensa que propongo no puede y no debe quedar solo a cargo de abogados. Sin escuchar la mayor cantidad de voces será más de lo mismo. Diseñar los espacios de escucha, diagnóstico y demandas constituye también la tarea. Hay que pensar el modo. Lo que no puede obviarse es que, sin participación de los destinatarios del servicio de justicia (para los que quieren ver en el Poder Judicial un servicio) o sin los legítimos soberanos del Poder Judicial (para los que quieran ver un Poder Judicial como poder estatal), cualquier propuesta resultará insustancial.

La transformación no es fácil, tampoco debe ser coyuntural e inmediata. Pero es necesaria. Involucrarse con cuestiones complejas y esenciales exige escucha, reflexión y tiempo. Puede irse consolidando por etapas, pensando en el futuro, en el sistema judicial que realmente queremos dejar a la generación que nos sigue. Apuesta, desafío y compromiso. Así cobra sentido.

En estos tiempos pandémicos podemos comenzar las transformaciones radicales o hacernos cargo de que las pulsiones para mejorar lo que tenemos son solo un momento, breve, autocomplaciente, para charlas de café.

*Abogado


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